Si algo ha definido esta primera temporada de ‘Homeland‘ ha sido el sentido del deber de sus protagonistas. Desde una Carrie que afirma que proteger Estados Unidos siempre será su trabajo, a un Saul que tira y tira del hilo de la trama de Abu Nazir aunque le ordenen parar, a un Brody que siente que hace lo que hace por su obligación como marine de proteger su país también de enemigos domésticos, todos se mueven impulsados por sus obligaciones y nunca desoyen ese impulso, aunque les lleve a alejarse de las personas que quieren y les aboque a la soledad.
Es en el retrato principalmente de esos tres personajes donde la serie se ha elevado como el mejor estreno de la temporada de otoño y, desde luego, una de las mejores series de este 2011. ‘Homeland’ puede ser, si quiere, frenética como ‘24‘ o reflexiva como ‘Rubicón‘, pero nunca pierde de vista la construcción de historias a través de sus personajes. Y en los dos o tres últimos episodios va trenzando todas las piezas presentadas hasta el momento para culminar en un final de temporada que apunta una segunda temporada aún más interesante.
El atentado
Ha habido unos cuantos espectadores que se han quejado de que el chaleco explosivo de Brody falle justo en el momento de la verdad, unas quejas que podrían entenderse si esto hubiera sido el final de la serie. Pero no lo es y, además, el modo en el que consiguen meternos en la cabeza de Brody mientras se prepara para inmolarse resulta de lo más intenso de todo el capítulo. Vemos sus intentos por adquirir el estado mental necesario para poder llevar a cabo el atentado, cómo las continuas interrupciones de su hija, que se da cuenta que algo no anda bien, van haciendo mella poco a poco en su determinación y su desesperación total cuando todo sale mal, pero no debemos olvidar que Brody acciona la bomba. Ésta no explota, pero él aprieta el botón, estaba dispuesto a morir asesinando al vicepresidente y a todos sus colaboradores. ¿Cómo vuelve alguien así a una vida supuestamente normal y cómo continúa a partir de ahí?
Con Brody intentando averiguar las respuestas a esas preguntas, y la duda de si Abu Nazir se creyó sus explicaciones de por qué el atentado no se llevó a cabo, empezaremos seguramente la segunda temporada. Y en ella veremos también los efectos del tratamiento de electroshock al que Carrie decide someterse para intentar compensar los desajustes emocionales que provoca su síndrome bipolar. El desmoronamiento físico y psicológico de Carrie en los últimos episodios, culpa tanto de ella misma como de la traición de Brody al delatar su investigación ilegal de él a sus jefes, es realmente devastador de ver. Ella consigue resolver el puzzle, consigue adivinar qué se traen entre manos Nazir y Brody y siempre ha acertado en sus sospechas, pero lo triste es que no sabe que lleva razón. Lo único que sabe es que no puede seguir viviendo continuamente en la montaña rusa de sus ciclos de euforia y depresión y toma una decisión desesperada a pesar de que sabe que su cerebro puede no volver a ser tan brillante como antes.
Carrie y Brody
El juego del gato y el ratón que han llevado siempre Carrie y Brody ha sido el motor que ha impulsado toda esta primera temporada. Ni aquel fin de semana en la cabaña junto al lago (uno de los capítulos más memorables del año), en el que ambos se dan cuenta de que son las únicas personas en el mundo que se entienden uno al otro, le puso fin. De hecho, ese fin de semana cristalizó los paralelismos que la serie siempre ha establecido entre ellos; los dos están dedicados en cuerpo y alma a su deber y sus principios, los dos tienen problemas para conectar a un nivel profundo con otras personas y los dos están dañados (Brody, por su tiempo como prisionero de Nazir; Carrie, por su enfermedad).
Al final de la primera temporada, da la sensación de que él sale indemne de todo lo que pasa en los últimos episodios, mientras ella acaba derrotada no sólo por Brody, sino también por su propia impulsividad, y aunque en su última conversación en el parking acuerdan mantenerse alejados para siempre, está claro que gravitan el uno hacia el otro. Carrie ha ido demasiado lejos con su familia al intentar detenerlo, y lo sabe, y aunque Brody tiene sus razones para exigirle que se mantenga apartada de él, su cara delata que no le resulta tan fácil hacerlo. Los nuevos capítulos los encontrarán seguramente en extremos muy diferentes (uno en política, la otra, apartada de la CIA), pero es muy probable que no puedan mantenerse lejos mucho tiempo. Sobre todo porque a nadie nos debería extrañar que Carrie acabe recordando la conexión entre Brody y el hijo de Abu Nazir.
Una temporada redonda
La primera temporada de ‘Homeland’ ha sido realmente ejemplar. Howard Gordon y Alex Gansa se han valido de un equipo de guionistas repleto de veteranos del medio como Henry Brommell (‘Rubicón’), Chip Johannessen (‘24’ y ‘Dexter’, entre otras), Meredith Stiehm (’Caso abierto’), Alexander Cary (’Lie to me‘) y Gideon Raff, creador de la serie israelí en la que se basa, para construir 12 episodios en los que no falta nada y en los que se dibujan personajes con muchas capas y muy humanos. Porque no hemos dicho nada de Saul Berenson, pero él se ha destapado también como alguien muy interesante, alguien que se ha entregado a su trabajo en la CIA hasta el punto de dejar escapar a su mujer y que, aunque desaprueba los métodos de Carrie, siempre la escucha porque sabe que siempre aporta algo interesante y que, muchas veces, sus ideas dan en el clavo.
La temporada ha tenido unos cuantos momentos destacables, desde la tensión y los enigmas del piloto a la apertura de una nueva etapa en su último episodio, en la que, como decían en ‘The Wire‘, el juego sigue siendo el mismo aunque las reglas hayan cambiado. Lo que hace tan apasionante a ‘Homeland’ son sus personajes y todo lo que están dispuestos a hacer por cumplir con su deber, y hasta secundarios como Virgil, el ex agente de la CIA que ayuda a Carrie en sus investigaciones menos ortodoxas, resultan muy creíbles. La familia de Brody también está muy bien dibujada, mostrando las dificultades que atraviesan para ajustarse de nuevo a la presencia de una persona de la que hacía ocho años que no sabían nada, y con la entrada de él en política aún van a verse envueltos en más situaciones difíciles.
En resumen, ‘Homeland’ merece la pena ya sólo por ver las grandes interpretaciones de Claire Danes, Damian Lewis y Mandy Patinkin y por el modo tan eficaz de construir tensión con mínimos elementos; a veces, con nada más que un polígrafo y un cámara. Nos ha dado a uno de los mejores y más complejos personajes femeninos de los últimos tiempos (Carrie Mathison) y una reflexión sobre las consecuencias que la “guerra contra el terror” tiene sobre las personas que analizan los datos que se usan para lucharla, sin más armas que su inteligencia para conectar las pistas. ‘Homeland’ va a evolucionar en su segunda temporada, pero mientras mantenga a sus personajes interesantes y tridimensionales, mantendrá el nivel.
En ¡Vaya Tele! | Los diez mejores estrenos de 2011: ‘Homeland’