El de ‘Better Call Saul’ es un caso de spin off muy particular. Cuando en su día se anunció que Vince Gilligan y Peter Gould desarrollarían una serie con Saul Goodman de protagonista era difícil imaginar cómo iban a afrontar el cambio de ‘Breaking Bad’ a un título de corte presumiblemente más cómico –dada la naturaleza del personaje- y con la abogacía como tema principal.
Tras pocos capítulos finalmente descubrimos que en ‘Better Call Saul’ había dos series: la de Jimmy, el pasado de Saul, y la de Mike. Una era una comedia negra con un protagonista de moralidad compleja; la otra, un ‘Breaking Bad’ casi mudo que recuperaba esa esencia de calma tensa llevada por un personaje tan misterioso como resolutivo. Aunque la tramas de ambos a veces confluya, la tercera temporada ha arrancado con esta diferenciación mucho más marcada.
Cualquiera diría que esta mezcla -que a veces se antoja casi incompatible- sería fatal a la hora de retener a los espectadores, pero lo cierto es que sólo hace falta preguntar a unos pocos para entender que ‘Better Call Saul’ mide tanto el desarrollo equilibrado de ambas partes que nunca llega a expulsar a nadie.
Previo al estreno de la nueva temporada exponía en este texto los motivos por los que como espectadora deseo que Jimmy no se convierta en Saúl en esta entrega. Ese conflicto interno que existe entre quién quiere ser, quién es de verdad y quién cree ser a nivel moral, legal y emocional es lo más interesante de la serie para esta espectadora.
Por eso vibro con cada secuencia de Jimmy. Con cada intento de luchar contra la imagen que su entorno tiene de él; contra las etiquetas que su hermano Chuck le colgó hace mucho tiempo y parece que jamás estará dispuesto a replantearse. O contra lo que Jimmy cree que en el fondo Kim piensa de él. Parece Jimmy vs. el mundo y en realidad es Jimmy contra sí mismo.
Kim es un personaje que creció mucho la temporada anterior y se ha confirmado como una gran comparsa de Jimmy. En varias ocasiones parece que conoce, comprende y acepta a Jimmy más que él a sí mismo. Más que nunca ‘Better Call Saul’ nos está perfilando al personaje desde todos los prismas que puede, sea una fiscal venida de otro distrito o un compañero y rival al que pedirle un favor.
Sin embargo, a medida que ha ido arrancando la temporada Jimmy ha ido quedando casi relegado a un segundo plano. No se ha abierto ningún frente nuevo. Su trama está centrada en las consecuencias de la cinta que grabó Chuck con su confesión y avanza preocupantemente lento. No lo digo en cuanto a ritmo (el tempo es de las virtudes que más destacaría en Saul) sino en cuanto a metraje, que se queda tan corto en algunos capítulos que invita a pensar que lo de Jimmy está dando margen a lo de Mike para que al final puedan confluir de alguna manera.
Porque lo de Mike está dominando este arranque de temporada. Desde aquellos primeros episodios en los que veíamos su rutina de manitas boicoteador con un tensísimo desarrollo hasta los más recientes, y repletos de caras conocidas, ‘Better Call Saul’ es más ‘Breaking Bad’ que nunca.
Y no lo digo únicamente por la presencia del siempre hierático Gustavo Fring. Los planes de unos, los tratos de otros, camiones llenos de droga, cocaína que vuela desde unas deportivas, reuniones en casoplones con piscina en mitad del desierto entre narcos inaguantablemente gallitos…
Han sido capítulos disfrutables. Vivir los inicios de un personaje tan potente como Gus es una de las ventajas de estar en una precuela pero también es un peligro. Mike es un personaje muy carismático y los momentos de Gus con sus Pollos Hermanos son tan estimulantes que funcionan, pero la cantinela de malo intenso de Hector Salamanca ya no tanto.
Decía que ‘Better Call Saul’ es un spin-off muy particular. Dos series en una. Si preguntas a unos espectadores que la serie debería ser la serie de Jimmy porque ‘Breaking Bad’ ya hubo uno. Este es un nuevo arco de transformación donde la moralidad (y Bob Odenkirk) juega un papel vital. Pero si preguntas a otros dirán que vibran con la otra parte y esperan que Mike y Gus tomen el relevo.
¿Llegará algún momento en el que la escisión sea irreconciliable? Vince Gilligan ha demostrado mucho con sus cinco temporadas de Walter White y las dos estupendas entregas de Jimmy McGill. No cuesta mucho tener plena confianza en que el camino esté pensado al milímetro como siempre.
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