Visto y no visto. Meses de rumores, fotos, teasers y mucha expectativa con el regreso de Mulder y Scully a FOX y seis capítulos y cuatro semanas después, la décima temporada de ‘Expediente X’ se ha despedido, y lo ha hecho con un cliffhanger de los que duelen. No nos alarmemos; el mensaje común que han transmitido todos los implicados (tanto el reparto como el equipo) es que tienen la intención de que la temporada 11 sea una realidad en cuanto las agendas y los astros se alineen.
El interés y el ruido han sido respaldado por las audiencias que –aclarando que su estreno en domingo después del futbol ha impulsado mucho estas cifras- llevan esta entrega a una media de 9,5 millones de espectadores y un 3.18 puntos en demos, lo cual no está nada mal en el panorama actual y demuestra que el mito de la serie y sus pareja protagonista siguen vivos a pesar del descalabro que fue la película de 2008.
Chris Carter creó unos personajes inolvidables y fue el artífice que marcó el género a finales de los noventa e influenció a lo que vendría en los 2000, y este mito ha arrastrado a los espectadores a asomarse a esta nueva entrega, sea por nostalgia o por curiosidad de ver algo de esa serie y esos Mulder y Scully de los que tanto se habla –estos últimos son los que se la perdieron en su día o las nuevas generaciones.
Un esquema confuso
Por desgracia para los que éste ha sido su primer ‘Expediente X’, Chris Carter no ha claudicado ante los parámetros ni las expectativas de nadie y nos ha ofrecido un popurrí de ideas y conflictos que se desenvuelven de forma irregular a lo largo de los 6 episodios. La esencia de ‘Expediente X’ siempre fueron los «monstruos de la semana», que se iban sucediendo en torno a una trama de conspiración que servía como excusa y aparecía y desaparecía de forma repentina en plan Río Guadiana.
Y no importaba. De 22 capítulos, dos o tres avanzaban esa conspiración mientras que el resto funcionaba de forma más o menos independiente explotando ese universo de fenómenos paranormales. El problema de esta décima temporada ha sido el empeño de Chris Carter en hacer eso mismo, pero aplicado a únicamente seis episodios.
El primer episodio plantea en sus 45 minutos una conspiración que da un giro a lo visto hasta el momento. En un episodio, y desarrollado a matacaballo, todo lo que Mulder había creído hasta ahora cambia, y cierra el planteamiento con una declaración de intenciones de ambos de descubrir la verdad. ¿Que decide Carter? No volver apenas a tocar esas ideas hasta el último episodio, el que se desarrolla también a matacaballo y como si faltase el primer acto.
Existen menciones fugaces de Scully, pero en general toda la parte intermedia de la temporada es un batiburrillo de conceptos introducidos en un esquema de «monstruo de la semana» y sin apenas raccord emocional (diría que el único es el desencanto de Mulder por todo lo descubierto en es primer episodio).
Ideas inconexas
Pero yo estoy dispuesta a asumir que Carter ha querido ser fiel a sí mismo y sus mecánicas, independientemente de la narrativa actual o de lo que hubiese funcionado mejor en una temporada tan corta como ésta. Sin embargo, los capítulos autoconclusivos tampoco han acabado de encajar. Diría que el tercer capítulo es el más redondo en el sentido de la continuidad emocional y desarrollo del argumento, y no porque sea el más divertido (y porque de la vuelta a los “monstruos”) sino porque sí tiene a un Mulder consecuente, sí expone una pretensión y la cumple.
El resto de capítulos se queda a medias. Muchos recuperan dilemas pasados que siguen presentes en Scully. Carter decide recuperar la idea del hijo perdido, el dolor provocado por una decisión difícil, los asuntos pendientes con su madre y plantea dilemas para después apenas resolver o aprovechar todo lo presentado. Algo que a nivel emocional era poderosísimo no acaba de dejar poso por su torpe desarrollo.
Algo similar veo en la historia de los terroristas, un jardinazo en el que decide meterse con un argumento que parecía llevaría a una reflexión sobre el tema pero que finalmente tiene una resolución que me resultó frustrantemente poco satisfactoria como espectadora. Y no sólo eso, sino que la reflexión moral no se hace por trama sino en un diálogo forzado entre los dos protagonistas.
Al final del día todos los episodios planteaban ideas interesantes para después no acabar de cuajarlas del todo, algo que podría haber funcionado en un desarrollo más largo que hubiese administrado mejor el deseo de Carter de recuperar todos los elementos de la serie posibles (personajes, organizaciones, ideas). Todo en seis episodios no hace más que acentuar los problemas.
Carter y su equipo aclararon que el orden de episodios había sido alterado en su emisión (relax, ésta vez no ha sido culpa de FOX, muy dada a esta práctica) porque les preocupaban algunas continuidades en lo que a entender la historia se refería. Y ahora que conocemos todo lo que ocurre en los seis episodios, no creo que ningún otro orden hubiese sido mejor o peor. Es cuestión de contenido.
Aunque por mis palabras parezca lo contrario, en conjunto he disfrutado volviendo a ver a Scully y Mulder juntos, he aplaudido momentos concretos, he soltado risotadas con #loscomentariostipoMulder y me han resultado estimulantes algunos conceptos (como todas las vueltas de tuerca, desde la conspiración y el ADN hasta el monstruo “humanizado”). Pero no puedo dejar de pensar en cuánto habría ganado este regreso si Carter hubiese controlado sus impulsos y focalizado sus ideas. No era una cuestión de tener más o menos capítulos, sino de manejar mejor a los personajes en las historias.
Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?
En ¡Vaya Tele! | 'Expediente X' vuelve como si el tiempo no hubiera pasado
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 13 Comentarios