Este crítica, dada la naturaleza de la serie, contiene spoilers.
La tradicional pausa navideña ha sentado estupendamente a 'The Good Place' en su regreso a las pantallas casi al compás del nuevo año: las peripecias de Eleanor, Jason, Chidi y Tahani en su particular infierno a medida (o no del todo, y eso que llevan más de ochocientos reinicios) siguen tan hilarantes como de costumbre. Lo hace con un episodio que quizás confía demasiado en su propia capacidad para pillar al espectador con el paso cambiado, pero que aún así es puro oro cómico.
Y lo hace, de hecho, con una pequeña y malvada reflexión (como todo lo que hace grande a la serie) sobre la comedia agresiva -y nada graciosa- como un invento netamente infernal. Todo arranca cuando Shawn, el jefe de Michael (con su cara de palo habitual, confirmando a Marc Evan Jackson como un más que digno sucesor de Bill Murray) informa al cada vez más humano demonio interpretado por Ted Danson que su reboot del Lugar Malo ha resultado sorprendentemente efectivo.
Michael es ascendido (con una placa que es un "No me gusta" de Facebook) y los cuatro condenados deberán ser trasladados al auténtico Lugar Malo, pero Michael no puede haberse vuelto malo de repente, después del exquisito proceso de transformación en héroe a la que la serie ha dedicado temporada y media, ¿verdad? ¿O sí? ¿Volvemos al Michael villano? Con 'The Good Place' uno nunca puede estar del todo seguro, pero este juego que dura este episodio de arranque del tramo final de la segunda temporada nunca termina de pillar por sorpresa al espectador.
Es un pequeñísimo problema en una serie que nos ha malacostumbrado a la sorpresa continua, pero que en este caso es muy fácil de perdonar por dos razones. Primero, porque está claro que, como el apabullante golpe de timón argumental del final de la primera temporada, estamos sentando las bases para una sorpresa de envergadura comparable dentro de unos cuantos capítulos. Segundo, porque este regreso post-Navidad de 'The Good Place' sigue siendo tan desternillante como siempre.
El infierno son nuestros chistes
Algunos de los mejores momentos nos los da el Michael villano-de-nuevo en un lamentable roast (esos espectáculos netamente norteamericanos en los que un famoso es insultado sin compasión por una serie de cómicos/amigos, a menudo con escasa compasión y menos gusto) que tiene algo de amargo. No queremos ver sufrir a cuatro personajes por los que, a estas alturas, tenemos auténtica devoción. Y además, los chistes son malísimos. El infierno de verdad está en la mala comedia, parecen decir el creador de la serie Michael Schur y su equipo.
Y en ese sentido 'The Good Place' es nuestro auténtico Lugar Bueno, porque aquí solo hay comedia de alto octanaje. Por ejemplo, con un final a lo Scooby Doo con flashbacks que replantean lo que hemos visto del episodio. O esa Janet Mala, DJ y flatulenta, tronchante como de costumbre. O apariciones especiales de viejos amigos como Derek (¡Derek!) o uno de los mejores personajes de la serie, la Reina y Señora de la Mediocridad en el Lugar Medio.
Todo ello engalanado con las formas habituales, que convierten a 'The Good Place' en una de las comedias más inteligentes del momento. Aquí, por ejemplo, con chistes recurrentes sobre Kierkegaard (advertencia innecesaria: si no conoces la obra de Kierkegaard son igual de graciosos), sobre si es mejor traducir uno de sus conceptos como "salto de fe" o como "salto en la fe", y que dan pie a la mejor línea del episodio, una Eleanor aventurando que lo contrario a "salto de fe" debe ser "asentamiento de duda". Creedme, explicado pierde.
Puede que este episodio de 'The Good Place' no haya sido uno de los que nos dejan titubeando de la sorpresa durante horas al estilo Jason ("hay que llamar a la policía", dice el tío en una de sus revelaciones periódicas), pero no hay que temer por un descenso de la calidad y la mala leche. No mientras 'The Good Place' siga hurgando en lo más oscuro de nuestras almas para sacar a flote una forma de tortura que consiste en escuchar simultáneamente el infraclásico del cachondeo navideño Grandma Got Run Over By A Reindeer y el atroz post-grunge de Puddle of Mud y su She Hates Me. Mientras 'The Good Place' plantee el nu-metal como un rincón del infierno, me representa.
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