Hace unas semanas finalizó en Estados Unidos la quinta temporada de Nip/Tuck, una de las más sorprendentes y desenfrenadas. Y eso es mucho decir, teniendo en cuenta que es precisamente en esas características en las que basa su éxito esta serie.
Muchos enmudecimos al ver el final de la tercera temporada de Nip/Tuck. Nunca he visto a una serie saltar el tiburón de una forma más clara. Los que no se quedaran por el camino a raíz de esa mediocre tanda de capítulos, podrán ver ahora ese momento con la perspectiva de dos temporadas más. Y quizá ya no lo vean como el capítulo más desparramado de la serie sino como el momento en que sufrió un salto cualitativo a un nuevo nivel en el que se encuentra desde entonces. Un nivel delirante, exagerado e irreal.
Porque desde el momento en que se asumen las reglas del juego de la serie, se llega a ella sin prejuicios y se deja de exclamar “¡Venga ya!” varias veces por capítulo, se puede empezar a disfrutar de nuevo de una producción que parece ya de vuelta de todo.
En este nuevo nivel, Nip/Tuck se permite romper todas las convenciones y juega con cambios de localización, episodios en el futuro o metacapítulos en los que la serie se convierte en un reality show.
La serie arriesga mucho al intentar acercarse lo más posible a la línea que separa lo inesperado de lo ridículo. Línea que, para qué vamos a engañarnos, rebasa con holgura en algunas ocasiones.
En ¡Vaya Tele! | Nip/Tuck
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