Todo arranca de Los Soprano y de cómo pensaron sus creadores que debería ser la serie. La novedad residía en que no estábamos con una historia unitaria por capítulo, ni en una mini serie dentro de la serie, sino que la misma debía entenderse como una película de varios días de duración. Así, cuando hablamos de Los Soprano, The Wire, Mad Men, El ala oeste de la casa blanca o A dos metros bajo tierra, lo hacemos relacionándolo con unas películas con una duración de 81 horas y 46 minutos para Los Soprano, 60 horas y 45 minutos para The Wire, 18 horas y 6 minutos para Mad Men, 111 horas y 56 minutos para El ala oeste y 57 horas y 45 minutos para A dos metros bajo tierra.
Visto así, es entendible el éxito que tienen la descarga de sus capítulos y la venta de las temporadas completas de las series. Seguir su hilo argumental semanal cuesta porque la trama engancha de tal forma que el cuerpo pide más, lo que motiva que en muchos casos las sesiones de visionado de las mismas se calculen por horas y varios capítulos de golpe. De ahí la preferencia de sus seguidores y que salvo en raras excepciones, la realización de estas series no tiene sentido fuera de lo que son el círculo de las televisiones de pago. Las películas no tiene el mismo tirón.
Por esa razón, a la hora del planteamiento de las series, incluidas las nacionales, la idea de convertirla en una megapelícula, con muchos hilos argumentales es un paso adelante. Aquí pienso en Desaparecida y su éxito. La serie, los productores la pensaron como una película difícil de estrenar en el cine, pero tenían claro que debía ser una megapelícula. Ahí la apuesta. Ojo que no se trata de seguir los pasos de un culebrón, como sería Sin tetas no hay paraíso, cuenta la calidad también. Aunque megapelícula debería ser un término a tener en cuenta. Y pese a quien le pese, es cine por televisión.
Vía | Kottke
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