Ésta es una temporada televisiva extraña. A no ser que la huelga de guionistas se arregle en enero, las series del otoño se habrán acabado hasta la próxima temporada con sólo 10 u 11 capítulos emitidos, en el mejor de los casos, y a principios de diciembre. También es algo peculiar porque los estrenos de las cadenas generalistas no han conseguido demasiada repercusión (no hay ningún Héroes, por ejemplo) y ya parece muy lejana aquella gran cosecha del otoño de 2004. Sin embargo, de todos ellos, sí que hay un título que bebe del gusto por intentar algo diferente que movía esos estrenos de la temporada 2004/05 y que es el único que puede considerarse un verdadero éxito, en cuanto a audiencia y reconocimiento de la crítica: Pushing Daisies.
El argumento de la serie es más o menos conocido: Ned, un joven pastelero, tiene el don de resucitar a los muertos con sólo tocarlos, y de matarlos para siempre de nuevo al tocarlos por segunda vez. Se asocia con un detective privado para sacar provecho de su don resolviendo asesinatos, pero en una de sus investigaciones resucita a su amor de infancia, Chuck. Los dos siguen queriéndose pero no pueden tocarse de ninguna manera, o Chuck morirá definitivamente. Bryan Fuller recicló esta idea de una trama descartada para Tan muertos como yo y la mezcló con el estilo visual que Barry Sonnenfeld "heredó" de los hermanos Coen, unos toques de Tim Burton y otro poco de Amelie, y cocinó uno de los mejores pilotos de la temporada. Lo bueno del caso es que el nivel se ha mantenido en estos 9 episodios que hemos visto.
Vaya por delante que Pushing Daisies es un experimento de Fuller que sorprende que esté aguantando, incluso en esta temporada acortada. Tiene un narrador omnipresente que puede llegar a cansar y unos escenarios llenos de colorido que pueden saturar. A cambio, cada capítulo está construido con el ritmo de una comedia musical y basa gran parte de su encanto en unos diálogos rápidos llenos de juegos de palabras que en EE.UU. han sido comparados con los de Las chicas Gilmore y las comedias del Hollywood clásico. Mucho de lo que vemos en pantalla está ahí por el mero hecho de ser bonito, o ingenioso, y hay que dejarse llevar por ese juego que nos propone la serie.
Gran parte de su éxito reside, además, en un reparto que funciona como un mecanismo de relojería. Llevan perfectamente el ritmo que marcan esos diálogos y, en pocos capítulos, Lee Pace y Anna Friel han conseguido que la peculiar relación de Ned y Chuck sea creíble e interesante (ambos están nominados en los Globos de Oro). Lo mejor, sin embargo, son los supuestos secundarios y, especialmente un Chi McBride (el detective Emerson) absolutamente genial y dos veteranas de Broadway como Swoosie Kurtz y Ellen Greene, que consiguen que las tías de Chuck no sean meras caricaturas y tengan una especial hondura, y melancolía.
En ¡Vaya Tele! | Por qué nos gusta... Chuck (Pushing daisies)