La última joya de la corona de Telecinco se estrenó con un golpe en la mesa. Más de 3,2 millones espectadores (20,3% de share) siguieron el estreno de 'El accidente'. Uno de los mejores datos de lo que llevamos de temporada con un episodio de lo más irregular y poco inspirado. Poco importaba, porque los datos daban la razón a los productores: no hacía falta crear una serie buena, sino una que enganchase.
Parece que así lo hizo, pues los martes se mantuvo durante varias semanas como líder de audiencia. 'El accidente' iba de eso, de enganchar y su premisa no lo escondía. Una mañana Lucía (Inma Cuesta), acompaña a su marido José (Quim Gutiérrez) al aeropuerto por cuestión de negocios. Pasa que el avión se estrella y mueren todos sus pasajeros, pero entre la lista de fallecidos no está José.
En realidad, nunca fue al embarque. Cuando reaparezca maniatado en la puerta de su casa, él contará que le secuestraron antes de coger el avión de marras... pero todo está relacionado con su trabajo. Utiliza su empresa de transporte para traficar con droga y sirve a un patrón vengativo llamado Joâo Ferreira.
Creada por Daniel Écija (sacrosanto showrunner patrio) 'El accidente', es un remake de una serie turca del año 2012 llamada 'Son' y acaba de despedirse de la audiencia con una sensación amarga. La que produce ver una ficción que podría funcionar por sus componentes, y no lo hace por la combinación deshilachada y desatinada que se hace de estos.
Cuando el todo es menos que la suma de las partes
Tras su episodio piloto, 'El accidente' bajó hasta un 17% de cuota de pantalla con algo más de 2,5 millones de espectadores durante varios episodios, hasta que la cosa fue perdiendo interés en pos de las galas de OT y del punch que consiguió el estreno de la competencia –la serie de Antena 3 'Cuerpo de Élite'-. Al final la cosa se saldó con un desenlace visto por un 15% de cuota.
Es decir que la pérdida de popularidad de la serie, que muchas veces no es directamente proporcional al descenso de la calidad de la ficción ofrecida, sí reflejaba una progresiva pérdida de interés. En esta este caso, además, el dato parece ser sintomático visto el desarrollo de la serie: es normal que un cuarto de los espectadores se bajaran del barco, porque aquello se hundía.
Los ingredientes principales parecían ser los adecuados: cómo pasaba con 'Estoy vivo' o con 'Vis a Vis', teníamos a actores más que sólidos al frente del proyecto. Inma Cuesta se cargaba a la espalda la mayor parte del drama, y la acompañaban gente tan competente como Quim Gutiérrez, Alain Hernández –a quien siempre recordaremos como el fantástico antidisturbios de 'El rey tuerto'-, Berta Vázquez o Jorge Bosch. Incluso teníamos a los ojos más memorables del cine del postfranquismo, Eusebio Poncela, eterno José Sirgado de la 'Arrebato' de Zulueta.
También teníamos tras las cámaras a uno de los pater familias de la ficción televisiva patria. Lo cierto es que como showrunner, a Daniel Écija se le pueden poner pocas pegas. Uno: cumple con una audiencia a la que suele entregar lo que quiere. Dos: cumple con unos números que equilibran bien los costes de producción con las cifras de share. Y tres: cumple también porque sus productos no suelen levantar ampollas. Sus series aspiran a entretener sin más y eso no tiene porque estar mal.
Al fin y al cabo hablamos del creador de ‘Compañeros’, ‘Los Serrano’, ‘Los hombres de Paco’ o ‘El internado’ entre otras. Cierto es que ninguna goza de un consenso crítico estable, pero también es cierto que en los últimos años estaba ofreciendo obras que aspiraban a algo más, como las ya mencionadas ‘Vis a vis’ o ‘Estoy vivo’.
Pues bien, ‘El accidente’ es una involución en toda regla. Es volver hacia atrás, hacia un desarrollo torpe que juega con el golpe de efecto más burdo como hacía ‘Periodistas’, que maneja subtramas sin andamiaje dramático solo para mover personajes de un lado a otro sin hacerlos avanzar como hacía ‘Aguila Roja’. Hablamos de series de un ayer más o menos próximo que enganchaban a la audiencia movidas por un constantemente clímax poco creíble.
Por otra parte, en cuando a los actores se refiere, no se puede negar que Inma Cuesta defiende a capa y espada a su Lucía contra los desmanes del desarrollo que le han escrito. Pero más allá de su personaje, todo cojea. Desde la composición sexista del personaje de Berta Vázquez, al malhogrado retrato de la juventud que encarna Joel Bosqued.
Quim Gutiérrez parece desubicado en un papel demasiado oscuro, y no es que sea poco capaz de interpretar a un personaje vil, precisamente le veíamos hacer de asesino en ‘Abracadabra’ y allí estaba genial. Alain Hernández intenta combinar carácter con sensibilidad pero no sabe medir ninguna de las dos, y Eusebio Poncela se limita a pasearse con mirada hostil y voz titubeante para soltar oneliners amenazantes. Todos son buenos y están desaprovechados.
'El accidente': así se retuerce un guión para convertirlo en un sinsentido
‘El accidente’, decíamos, desaprovecha todas sus oportunidades de conectar con su público a nivel emocional porque da vueltas sin parar, sometida a una norma seguida por su creador como dogma inquebrantable: “Epatar en lugar de empatizar”.
Esto, que podría no estar mal si el tono de la serie le acompañase, se resume de forma práctica en un guion escrito por y para el cliffhanger continuo. Tanto es así que apenas al tercer episodio la serie ya tiene la necesidad de hacer creer a su público que ha matado a una de sus protagonistas en un accidente de tráfico absurdo, y al quinto ya está apuntando con francotiradores al corazón de otro personaje principal antes del fundido a negro.
Todo para que, al inicio del siguiente capítulo el giro quede en un chiste. Es tan clara la voluntad de dirigirse al público para impresionarle en lugar de encandilarle que sus situaciones límite llegan a ser realmente sonrojantes. Tal vez por culpa de un metraje a todas luces excesivo: trece capítulos de hora y veinte son demasiada tela que cortar para tan poco vestido que coser.
Y en sus dos últimos episodios el guión ha dado tantas vueltas, es tan absoluta y totalmente inverosímil, que tienen que montar con ellos una especie de "boda roja" sui géneris, algo que Écija ya hizo en ‘Los hombres de Paco’ para sorpresa de media España. Hablamos de encerrar* in extremis* a todos los protagonistas en un mismo espacio, someterles a una trampa colectiva tan confusa como absurda, y que todo se resuelva con un enorme traca, en este caso un tiroteo en el que haya buena cosa de muerte y destrucción.
Lo llamativo del asunto es que, cuando se acerca a la conclusión de su primera temporada, ‘El accidente’ parece arrepentirse de lo que ha hecho. De repente, pretende que empaticemos con sus protagonistas cuando les ha desatendido a lo largo de toda la serie. Y llega tardísimo: haciendo que en el último capítulo lloren todos y cada uno de tus personajes principales, no haces que sus lágrimas signifiquen algo. Solo aumentas el ruido en una serie que, tal vez, lo que hubiera necesitado es algo de silencio, de calma para desarrollar una trama y unos personajes creíbles que interpretasen ese drama mesetario que todos parecen pedir.
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