Siempre hay peligro de que el activismo caiga en lo performativo. De que intentar promover cambios sociales se vuelva algo en lo que uno se vuelca tanto que su personalidad se reduce a eso. O, peor aún, que sea la revolución la que se asume a su personalidad, que además de hacer estragos en el propio ego termina dañando a la causa sin remedio.
Es casi inevitable encontrarse gente en cualquier movimiento que termine queriendo sacar provecho del mismo, asimilarlo incluso, hasta confundir por completo la línea entre ambos y causar un daño irreparable en los mismos. Ese es uno de los temas que parece querer extraer Olivier Assayas en uno de sus trabajos más apasionantes, a caballo entre el cine y las series por su doble formato, que además podemos ver en Filmin de ambas formas. Se trata de 'Carlos'.
Dos narraciones para múltiples caras
Lo interesante de 'Carlos' es que se puede ver de las dos maneras, como una película de más de dos horas y media o como una serie de tres episodios que se va a las cinco horas. Cualquier método de elección es válido, aunque cabe decir que la miniserie es la narración que más favorece el estudio de personaje que el francés trata de hacer, y consigue ir más allá de esa "película alargada" de la que recientemente se ha burlado en su remake televisivo de 'Irma Vep'.
La historia sigue la vida del líder revolucionario Carlos, de nombre real Ilich Ramírez Sánchez. Aunque revolucionario es el término suave para denominar a este terrorista venezolano que comenzó luchando para la Organización para la Liberación de Palestina y terminó volviéndose un mercenario oportunista que trabajaba para los servicios de inteligencia de países como la Unión Soviética o Irak mientras la paga fuese sustanciosa.
Apodado también el Chacal, en referencia a la magistral película de Fred Zinnemann, aunque no podría resultar más opuesto al meticuloso asesino de dicha película. Carlos termina dominado por sus impulsos, desde fumar de manera compulsiva al sexo, pero también en mantener una apariencia de compromiso con la causa Palestina, aunque realmente hacía más por que la causa Palestina le aupase como figura de admiración.
'Carlos': prodigioso estudio de personaje
Esa manera de confundir revolución con ansias mesiánicas es lo que vuelve fascinante el retrato que se hace de Carlos. Hasta el propio Assayas no puede evitar estar hipnotizado tanto por su labia como por la espiral en la que termina abocándose, volviéndose tan obsesionado por la admiración que sus compañeros en el movimiento se hartan de él. Y no sólo ellos, sino que hasta los países que le dan cobijo durante su clandestinidad parecen cansados de sus tendencias.
Esa meticulosa construcción hacia un hombre sin patria, que se distingue poco de un hombre absolutamente vacío y perdido, vuelve a la serie algo imprescindible. La formidable interpretación de Edgar Ramirez también es algo para admirar, mostrando todas las diferentes facetas a través de transformaciones físicas que no se sienten exageradas sino bien calculadas. Consigue trascender las tendencias repetitivas del biopic para hacer un estudio de personaje prodigioso.
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