Los especiales de Navidad eran ya una tradición para terminar las temporadas de 'Downton Abbey', por lo que no era raro que uno de ellos se reservara para ser el capítulo final de la serie. También es cierto que, quitando el de la segunda temporada (y el impactante final del de la tercera), nunca han sido de sus mejores episodios, y es algo que se nota en éste. El cierre de la temporada regular de otoño fue mejor, con tramas más interesantes y un enfrentamiento entre Mary y Edith que le dio más empaque emocional.
Lo que sí quedó colgando en ese capítulo, y que estaba claro que iba a centrar el especial de Navidad, era la posibilidad de que Edith pudiera recuperar a Bertie, su pretendiente, que se aleja ante el escándalo que puede suponer que ella tenga una hija ilegítima. La hermana mediana de los Grantham ganó mucho más protagonismo en la sexta temporada, y tenía que conseguir que, por fin, la suerte le sonriera. El momento más importante del episodio se reserva, de hecho, a su boda.
'Downton Abbey' y las despedidas
No ha sido un último episodio de grandes revelaciones o declaraciones de intenciones. No es ese tipo de serie, y no había ningún hilo argumental realmente relevante que tuviera que ser resuelto en esta postrer hora y media. Julian Fellowes se ha dedicado a despedir a sus personajes y a darles a todos su pequeño final feliz. Hasta Thomas se ha redimido un poco, teniendo en cuenta que, durante casi toda la vida de la serie, ha sido lo más parecido a un villano en ella.
La imposibilidad de Thomas de expresarse plenamente como persona (es homosexual en una sociedad en la que era un delito punible con la cárcel) es siempre la explicación que se ha dado de sus manipulaciones, sus rencillas y su cinismo, pero en esta última temporada, se ha enfatizado el hecho de que Thomas se siente totalmente solo, y que todas sus mezquindades pasadas terminan consiguiendo que nadie tenga demasiado interés en ayudarle.
Su asunción de que el resto de la casa preferiría verlo lejos de allí lo lleva a buscar trabajo fuera de Downton, sólo para darse cuenta de que ha subestimado lo que tenía y ha sobreestimado sus posibilidades de ser el jefe del servicio de una gran casa, porque ya casi ninguna familia aristocrática sigue funcionando de esa manera. La manera en la que Anna y la señora Baxter intentan animarlo y lo impulsan a ser mejor persona es una muestra de ese esfuerzo de Fellowes por cerrar la serie en una nota optimista.
Así, no sólo Edith logra finalmente casarse con Bertie, sino que Mary y Henry Talbott están esperando un hijo, Anna y Bates tienen por fin al suyo y hasta Isobel Crawley consigue su final feliz al acceder a casarse con Lord Merton, rescatándolo de las garras de su hijo y su nuera, que sólo quieren quedarse con toda su fortuna.
La reconciliación de Mary y Edith
El especial de Navidad no ha tenido la visita de la madre de Cora para revolucionar un poco el panorama, por ejemplo, así que ha transcurrido plácido y con poca chispa. Sólo ha habido algunos momentos aislados que ponían el toque de humor, como la continuación de la trama de Spratt como columnista estrella de la revista de Lady Edith, u otros que daban a entender el paso del tiempo desde el arranque de la serie.
Los problemas de salud de Carson, por ejemplo, son el mejor ejemplo de esos cambios de los que 'Downton Abbey' ha estado hablando desde la segunda temporada. El mayordomo representaba mejor que nadie (hasta mejor que la Condesa Viuda) el peso de la tradición y de la vieja manera de hacer las cosas, y que se vea obligado a retirarse, y dejar el manejo de la casa a Barrow, termina de sellar ese paso hacia la modernidad que la serie ha estado contando desde el principio.
De todo lo que se ha visto en el último episodio, tal vez lo más destacable sea la reconciliación definitiva entre Mary y Edith. Después de la confrontación entre ambas en el capítulo anterior, tampoco se le dedica demasiado tiempo, pero es un ejemplo de esa búsqueda de Fellowes por dejar a los personajes en puntos de sus vidas que les permiten ver el futuro con optimismo.
El legado de 'Downton Abbey'
Seis temporadas después, puede resultar complicado acordarse de por qué 'Downton Abbey' revolucionó el panorama televisivo cuando ITV la estrenó, en el otoño de 2010. Era un drama de época que no adaptaba ningún clásico de la literatura y que jugaba con los códigos de las telenovelas más contemporáneas para enganchar a la audiencia. Sus capítulos transcurrían a toda velocidad, con elipsis que podían comprimir un año entero, y se daba tanto peso a la familia dueña de la casa como al servicio.
Era una modernización de 'Arriba y abajo' que el propio revival de esa serie a cargo de BBC no fue capaz de hacer, y la rapidez con la que se dibujaba a todos los personajes, y lo adictivo de sus historias de amor y dinero, convirtió a la serie en un fenómeno casi mayor en Estados Unidos que en su propio país. Su hueco en la historia de la ficción televisiva estará por esa condición de enorme éxito planetario porque, en realidad, no ha aportado nada nuevo al panorama de las series.
Con el paso de las temporadas fue perdiendo el favor de los críticos y algunos espectadores se cansaron de ella, pero 'Downton Abbey' podía ser un entretenimiento ligero muy bien interpretado, que fue volviéndose más divertido con los años, y que sí dejo un mazazo inesperado como la muerte de Sybil a mitad de la tercera temporada. Ése fue el punto más álgido de la serie.
En ¡Vaya Tele! | 'Downton Abbey' cierra bastantes flecos de cara a su final
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