Muchas de las series emitidas en HBO podrían llevar la etiqueta de “clásicos contemporáneos”. Puede que la televisión sea un invento ya antiguo y que haya series que en su momento se considerasen buenas (‘Yo, Claudio’ y ‘El prisionero’ por poner dos ejemplos), pero las ficciones no gozaron de tanto prestigio hasta que el canal de cable apostó por emitir series de autor. Sorprendió con la crudeza de ‘Oz’ y luego desestabilizó el panorama con la visión de la mafia de ‘Los Soprano’, donde aparecería el primer gran antihéroe moderno. A partir de entonces el canal encadenaría unas cuantas series que entusiasmarían a la crítica, entre ellas un western llamado ‘Deadwood’.
Hoy hace exactamente diez años que se instaló en televisión. Un tal Seth Bullock llegó a Deadwood para montar una tienda de herramientas y al final decidió imponer un poco de orden en ese pueblo. Una cosa es que se llenase de busca-fortunas de poca monta que intentaban forrarse explotando los yacimientos de oro y otra que el propietario del prostíbulo ejerciera de cacique. Proporcionaba prostitutas a precios razonables y dominaba todo lo que se cocía en el pueblo con su ejército de mercenarios. Y, en esta tierra sin ley, la HBO encontró su propio filón que no fue de oro.
Su creador David Milch en un principio no quería hablar del salvaje oeste, su pretensión era explicar cómo se estructuraba una civilización alrededor del caos y de un símbolo. Quería ambientar la serie en la antigua Roma y con la cruz cristiana de centro, pero el canal le avisó que estaban produciendo un drama histórico (efectivamente ‘Roma’) y él acabó por desarrollar la narración en América y con el oro como símbolo. También servía a su objetivo.
Una ciudad sin ley
En todo momento procuró transmitir la dureza extrema que rige en una comunidad donde no hay ley escrita que valga, a menos que se trate de la ley del más fuerte. Esto ‘Deadwood’ lo hizo perfectamente y a diferencia de ‘Los Soprano’ su centro era un héroe. El moral Seth Bullock (Timothy Olyphant) sentía el deber de enfrentarse a ese memorable villano llamado Al Swearengen (Ian McShane, el roba-escenas de la serie). Y la falta de contemplaciones de los personajes, la naturalidad con la que se mostraba el prostíbulo y la violencia intrínseca del argumento encajaron a la perfección con la filosofía del canal, que aprovechaba que los canales en abierto no se atrevían a emitir productos tan violentos.
Este décimo aniversario, por lo tanto, es un buen momento para recordar aquello que la hizo interesante y que aportó su granito de arena al panorama televisivo. Pocas veces ha habido villanos más carismáticos que Swearengen (sobre todo ahora que se opta por antihéroes y no simplemente malos de pura raza), el retrato de esa prostituta llamada Trixie era muy descarnado por lo frustrante que era ver su dependencia y temor hacia Swearengen y hoy en día hasta resulta refrescante que hubiera una barrera muy clara entre el bien y el mal.
Puede que ‘Deadwood’ fuese una ciudad sin ley y que muchos de los personajes hiciesen lo que fuera necesario para sobrevivir, pero Milch trazaba sin dudar una línea entre Bullock y Swearengen. El primero era la rectitud moral, el otro la perdición y la maldad. Por esto era estimulante transitar por las sucias calles de la localidad, porque personajes como Bullock y Alma Garret (una mujer que se quedaba viuda y sola) hacían sufrir por qué podía ocurrirles en cualquier momento. No se premiaba precisamente el buen comportamiento, sino más bien el oportunismo, y hasta el párroco agonizó con una enfermedad lenta y dolorosa delante de los ojos del espectador. No había compasión.
Pero esta ambiciosa apuesta tenía un precio. Desde el sofá se podía oler la suciedad de esas calles, el polvo del suelo casi se te metía en los ojos y podías sentir el hedor de las prendas de ropa de todos los apestados. De aquí que esta ambientación fuese la ruina del canal y después de tres temporadas cerraran el chirinquito. Les gustaba, no iba mal en audiencia pero resultaba tremendamente cara para el canal y al final ni tan siquiera cerraron la serie con un par de películas como se había rumoreado.
El canal aprendió una valiosa lección
Esto no quita que ‘Deadwood’ forme parte del Olimpo de HBO, ni que sea por esa enferma civilización y la recreación de esa época, y se la recuerda como una de las grandes junto a ‘Los Soprano’, ‘A dos metros bajo tierra’ y ‘The Wire’, a pesar de que no sea tan popular. Es un clásico contemporáneo y el canal es consciente de ello. Esto se nota, por ejemplo, en el empeño de HBO de seguir trabajando con Milch, que desde entonces no ha tenido mucha suerte: ‘John from Cincinnatti’ fue cancelada tras la primera temporada al igual que ‘Luck’, que giraba en torno a las carreras de los caballos y las muertes de varios de estos animales impidieron que siguiera en antena.
Y, paradójicamente, contribuyó junto a ‘Roma’ a que ahora exista una serie como ‘Juego de Tronos’. Cuando el canal encargó las dos series todavía no estaba tan curtido en el tema de la producción propia y se metió a producir series que luego no podía mantener en la programación por cuestiones de presupuesto. Se les escapaban de las manos y las dos tuvieron que terminar por esta razón. Pero estas dos series también permitieron que aprendieran la lección y que ahora, si se meten a producir alguna ficción ambiciosa, ya saben a qué costes se enfrentan. Pero ojalá ‘Deadwood’ hubiera podido seguir alguna temporada más en antena y no ser ella la víctima de la mala gestión del canal.
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