'Ciega a citas', una digna despedida antes de tiempo

No seguía ninguna serie diaria desde los tiempos de 'Qué vida más triste' -aún la echo de menos- y tendría que remontarme mucho más para encontrar la anterior a esa, ya que tienen dos grandes aspectos en su contra. El primero es la notable cantidad de tiempo que requiere y el segundo, y más importante, es que es muy raro encontrar una serie diaria con suficiente calidad como para que no pierda el interés tras la emisión de pocos capítulos.

Por ello no tenía muchas esperanzas en que fuera a ver más de uno o dos capítulos de 'Ciega a citas', pero he acabado tragándome los ciento cuarenta episodios que ha acabado teniendo la serie de Cuatro antes de llegar a su final el pasado viernes. No es que fuera nunca una maravilla, pero sí era un agradable entretenimiento, ideal para su visionado estando ocupado y, por tanto, sin la posibilidad de prestar plena atención a lo que estaba sucediendo.

Adaptación de una serie argentina del mismo título, 'Ciega a citas' empezó con buen pie en Cuatro, ya que es cierto que se lo podían poner todas las pegas asociadas a este tipo de ficciones, pero la saturación de tópicos nunca impidió que uno pudiera pasar un buen rato con las desventuras amorosas de Lucía. Y es que del mismo modo que no puedes pedir a una serie de NBC que te ofrezca lo mismo que una de HBO; también has de ser consciente de lo que quiere ofrecerte una ficción como 'Ciega a citas'.

Por desgracia, Cuatro decidió no dar un respiro a la serie durante el verano, algo que yo agradecí profundamente, y fue perdiendo seguimiento, lo cual se tradujo en una inesperada cancelación. Eso no ha hecho que la serie pierda sus señas de identidad, centrándose en la trama romántica del momento de su protagonista, pero dando también suficiente espacio a los secundarios para conseguir un delicado equilibrio en el que tópicos y diversión se mezclaban sin miedo alguno.

El encanto de 'Ciega a citas'

'Ciega a citas' ha sido ante todo una serie ligera que no se tomaba ninguna trama con excesiva seriedad -lo más parecido a ello que recuerdo es el peculiar giro que dieron a la relación romántica entre Lucrecia y Morcillo, pero no tardaron mucho en librarse de ella- y que al menos intentaba trabajarse hasta las tramas un tanto artificiales para que su naturaleza como puro relleno -la rivalidad entre Bea y Raúl por el corazón de Ana, la reaparición de Sátur tras estar un tiempo desaparecido en combate, etc.- no se convirtiera en algo molesto.

'Ciega a citas' tampoco se molestó nunca mucho en ocultar que la persona que iba a acabar ocupando el corazón de Lucía iba a ser Sergio y que el resto de pretendientes no eran más que una excusa para ir avanzando hacia una boda que parecía que nunca iba a llegar. Lo mismo sucedía con el resto de tramas, pero a cambio ofrecía una consistencia impropia, aprovechando en todo momento a unos personajes bien definidos que ganaban más por lo bien que encajaban todos los integrantes de su reparto y la química que compartían.

Cierto que ninguno de ellos -ni siquiera las apariciones de varios episodios de actores como Antonio Resines o de una Carolina Bang bastante más soportable de lo habitual en ella- tenía grandes ocasiones para el lucimiento, ni siquiera una muy solvente Teresa Hurtado de Ory, pero esa era una de las claves de su encanto, algo que fue a más a medida que todos ellos empezaron a sentirse más cómodos en sus personajes.

Todo ello se trasladaba también a sus diálogos, donde la sencillez predominaba en todo momento. Puede que la naturalidad fuera discutible en muchas ocasiones, pero es que 'Ciega a citas' no pretendía atrapar la realidad, sino mezclar de la forma más efectiva posible telenovela, cuento de hadas y entretenimiento familiar. Eso requiere hacer muchos sacrificios, sobre todo porque su propio pretexto argumental limitaba su continuidad a largo plazo y había que echar mano de diversas argucias para incluso distanciarse de la boda de Irene y Rodrigo hasta casi llegar a olvidarse de ella.

Su prematura cancelación obligó a que todo se reorientara hacia una resolución donde, como era de esperar, la felicidad de impuso sobre todo lo demás. Hubo detalles discutibles para añadir una falsa sensación de emoción -las discusiones entre Irene y Rodrigo y su separación que ya sabíamos que no iba a ir a ninguna parte-, pero, como ya comenté, el propio tono de la serie lo demandaba y simplemente llegó a su final natural. Edulcorado y un pelin artificial, pero correcto y divertido -muy acertada la escena final-.

No hubiese puesto pega alguna a que 'Ciega a citas' hubiera seguido adelante durante varios meses si conservaba su nivel habitual -a duras penas por encima de lo aceptable, pero sin altibajos reseñables-, ya que he de confesar que incluso he escrito varios artículos a lo largo de este tiempo mientras veía la serie. Imagino que a muchos la idea de hacer algo así les parecerá un horror, pero 'Ciega a citas' era una gran propuesta para hacerlo sin perder en ningún momento el hilo y enterándote de la práctica totalidad de lo que sucedía. Hasta la echaré de menos.

En ¡Vaya Tele! | 'Ciega a citas', simpática ficción de Cuatro para las sobremesas

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