‘Castle’ ha sido, en su segunda temporada, casi un éxito sorpresa para la ABC. Sí, se emite justo después de ‘Dancing with the stars’, que funciona muy bien en audiencia, y fue de los pocos estrenos de midseason de la temporada 2008/09 que sobrevivió, pero aparece en los medios mucho menos que otras series del mismo estilo y, cuando empezaron a emitirse sus nuevos episodios, no parecía convencer del todo a la audiencia. Sin embargo, con el paso de los episodios encontró su nicho de espectadores los lunes y se ha ganado la renovación para una tercera temporada cuyas bases se sentaron, más o menos, al final de esta segunda.
‘Castle’ no engaña a nadie con el tipo de serie que es. Es una policial “de casos”, autoconclusiva, con una pareja protagonista en su centro de las que se atraen mutuamente pero nunca se atreven a reconocerlo; lo que viene a ser la clásica tensión sexual no resuelta. Ésta ha ocupado de modo mucho más destacado gran parte de las tramas de esta segunda temporada, sobre todo en su mitad final, con Castle y Beckett dándose celos uno al otro y, en algún momento, incluso pensando en la posibilidad de confesarle al otro lo que sienten. Sin embargo, yo tengo un pequeño problema justo con este ingrediente de la serie, y es que no veo que entre Nathan Fillion y Stana Katic haya la suficiente química para sostener ese tira y afloja.
No me malinterpretéis. Katic ha mejorado un poco esta temporada y se la ve más suelta y más cómoda, sobre todo en los momentos más ligeros y humorísticos. No obstante, me creería más que Castle y Beckett desarrollen una buena relación profesional que termine derivando hacia la amistad que hacia una relación romántica. Esto es una cuestión de percepción personal, porque sé que esta pareja tiene fans que sí encuentran esa chispa entre ellos. Pero el asunto de su atracción no reconocida a mí me deja un poco fría. Sin embargo, siendo parte integral de la serie, tenía que protagonizar el último episodio, con los clásicos malentendidos que se usan en las comedias románticas para mantener separada a esa pareja que todos sabemos al final que terminará junta. Así, Castle acaba con su ex mujer en su casa de verano de los Hamptons mientras Beckett se queda sola en Nueva York tras haber rechazado a Demming. Pero, al menos, el escritor seguirá colaborando con ella.
Como decimos, la dinámica entre Castle y Beckett está siendo la clásica en estos casos, así que todos sabemos las reglas del juego. Mientras tanto, la familia del escritor continúa dejando pequeños momentos muy simpáticos en los que sí se nota la buena sintonía entre Fillion, Susan Sullivan y la joven Molly Quinn. Una comedia familiar sobre estos tres no estaría nada mal, con apariciones especiales cada cierto tiempo de la partida de póker de Castle con otros escritores.
Y mientras la familia Castle se ha mantenido en su línea, y ha permitido que él saque su lado más friki, sí hay que reconocer que los casos (que, al fin y al cabo, son el esqueleto sobre el que se construye cada episodio) han mejorado bastante. Se han vuelto un poco más enrevesados y Beckett y compañía tienen que hilar un poco más fino para resolverlos. El doble episodio con el psicópata obsesionado con Nikki Heat (con la participación especial de Dana Delaney) fue una de las tramas más entretenidas que han tenido en la serie.
En la segunda temporada, ‘Castle’ se ha visto mejor conjuntada, con unos momentos cómicos más logrados. Nathan Fillion sigue siendo el pilar de todo, pero entre la relación con su madre y su hija y el colegueo que se trae con Espósito, Ryan y Lanie en la comisaría, ya no necesita derrochar encanto él solo. No acabo de ver esa química entre Beckett y Castle, pero sí hay muchos fans que ven perfectamente creíble su tensión sexual no resuelta, que seguirá en el aire todo lo que puedan estirarla. En resumen, que ‘Castle’ ha cuajado en un entretenimiento simpático y ligero y con pocas aspiraciones.
En ¡Vaya Tele! | Cinco razones para ver ‘Castle’
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