Después de ver el primer capítulo de una serie llega el momento cuestionarse a uno mismo sobre lo visto de cara a valorar si queremos continuar. Es habitual, si no obligado, plantearse las expectativas que nos ha generado la propuesta, sea por historia, personajes o tono-atmósfera. A veces éstas se cumplen en parte, otras, muchas, acaban en algo muy diferente a lo que esperamos.
Lo que sí suele ser poco frecuente es que una temporada se mantenga totalmente en la línea de lo mostrado en ese primer capítulo. Los “lo que ves es lo que hay” son rara avis en la ficción televisiva, cuyas introducciones suelen pecar de crípticas, de sobre-expositivas o de aprovechar para mal la convención de que un primer episodio es un prólogo no obligatoriamente representativo de lo que puedes esperar de las siguientes entregas (algo frustrantemente habitual en los procedimentales high concept).
‘Good Behavior’, drama de TNT protagonizado por Michelle Dockery y Juan Diego Botto que ha cerrado temporada recientemente, se presenta como una ventana a la vida de Letty, una mujer con problemas de alcohol y drogas que perdió la custodia de su hijo y recientemente ha salido de prisión tras ser encarcelada por sus constantes estafas y robos.
Lo que ves es lo que hay
El primer capítulo de ‘Buena Conducta’ nos presenta a un personaje complejo y oscuro pero nada derrotista ni victimista. Letty es magnética (el enérgico y vulnerable trabajo de Dockery es clave), es una persona con adicciones a la que cambiar le cuesta horrores a pesar de tener una motivación muy fuerte por recuperar a su hijo.
Desde el principio los capítulos combinan el suspense con algo de comedia negra, un punto sensual muy favorecedor, el drama tras la compleja protagonista y el atractivo del misterioso asesino a sueldo. Este cocktail embauca desde el primer momento y, por suerte, se mantiene intacto hasta el final, ofreciendo al 100% lo que prometía con en el arranque.
Letty no es el típico personaje white trash despreciable sino una antiheroína con la que es fácil empatizar. Los guionistas manejan muy bien el díficil equilibrio entre sus buenos propósitos y los comportamientos moralmente reprobables en los que sigue cayendo, empezando por su relación con Javier.
No bromeo al afirmar que una gran parte de la atracción que Letty siente hacia Javier es puramente física. El espectador se pregunta cómo puede seguir, capítulo tras capítulo, relacionándose con alguien que se gana la vida como asesino a sueldo, pero resulta verosímil gracias la química que emana Juan Diego Botto en este papel. Desborda la pantalla, y los guiones confían plenamente esa atracción y saben transmitir que es algo casi superior a las fuerzas de ella. Otra adicción más.
El personaje de Botto me recuerda en cierta manera al de Tom Hiddleston o Riley Keough en ‘The Night Manager’ y ‘The Girfriend Experience’, respectivamente; unos protagonistas cuyo magnetismo y la atracción que inducen en otras personas es un factor vital no sólo de la historia en sí sino de la relación de ésta con el espectador.
Pero lo más interesante es el efecto que tiene la presencia de Botto en ella. Es contradictorio teniendo en cuenta que es un asesino pero lo cierto es que Javier es un hombre calmado, correcto, educado y con ciertos valores. Con el paso de los capítulos se revela como una presencia positiva para Letty, que va rebajando su tendencia al autoboicot y ciertos comportamientos a medida que avanza la historia. Ni ella misma es consciente de la influencia beneficiosa que tiene Javier hasta el mismísimo final.
Todos los personajes de ‘Buena Conducta’ (Javier incluido) están al servicio del crecimiento personal de Letty, de su evolución como personaje. Y es muy loable que a pesar de ello consigan darle entidad propia a todos ellos y que esa vida privada de cada uno forme parte de su nexo con ella.
Es especialmente destacable la complicada relación madre-hija, en la que nada es nunca blanco y negro aunque en apariencia parezca así. Algo más tramposa es la relación de Letty con su agente de la condicional, una trama algo inconexa que no acaba de encajar del todo bien y de la que ella escapa con demasiada facilidad.
Con todo, me ha parecido una de las temporadas más sólidas que he podido disfrutar últimamente. No es fácil escribir e interpretar un personaje como Letty ni mantener su trama a la altura. Está tan llena de incoherencias (humanas), de conductas bajas y otras admirables, de frustrantemente malas decisiones que era fácil perder el control de su evolución. Son realmente hábiles con el poso causal de los personajes.
Es especialmente interesante la forma de tratar la trama final que se genera en torno a la custiodia del hijo, Jacob. Se pone a prueba la relación del espectador con Letty en un asunto tan peliagudo como el bienestar de un niño. Ella vuelve a caer en conductas –casi reflejos- del pasado pero, al contrario que en el primer episodio, su reacción ante este bache (y ante sí misma) es muy diferente.
No puedo más que recomendar ‘Buena Conducta’ por su estupenda primera temporada. La ya confirmada segunda se presenta curiosa considerando el final del último episodio. Esperemos que Javier y Jacob tengan oportunidad de crecer más como personajes en futuros capítulos pero, sobre todo, no puedo esperar a ver de nuevo a Dockery regalándonos más detalles de su compleja y fascinante Letty.
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