Lo sorprendente de Brass en Hollywood es que, para ser un capítulo de C.S.I., contravenía muchas de las reglas del programa. Se centraba en el único personaje fijo que no es científico, el Capitán Brass (Paul Guilfoyle), que se trasladaba a una ciudad diferente como Los Ángeles para resolver un asunto personal: intentar ayudar a su hija, a la que ya conocimos (interpretada por otra actriz) hace tres años. Y ya sabemos que C.S.I. no se caracteriza precisamente por ocuparse por la vida de sus protagonistas. El espectador se enfrentaba a la ausencia de los personajes con los que está familiarizado con la excepción de Warrick, que muy oportunamente estaba también en Los Ángeles. Por ello, el duro Brass, del que descubrimos qué llevo a emigrar a Las Vegas, aparece bastante desamparado durante casi todo el tiempo. Brass en Hollywood parecía durante muchos momentos lo que se denomina en la industria televisiva norteamericana un backdoor pilot, una prueba para un nuevo programa dentro de otro ya establecido, como ocurrió con C.S.I.: Miami en un capítulo de C.S.I. y con C.S.I.: Nueva York en otro de C.S.I.: Miami.
Aunque ese no era el propósito de Brass en Hollywood, el episodio nos presentaba un nuevo universo policiaco más tradicional en el que Brass investigaba el asesinato de una amiga de su hija y su relación con las altas esferas de poder. El tema, el ambiguo final abierto, radicalmente diferente a los habituales en C.S.I., y la localización en Los Ángeles tenían un sugerente ambiente de cine negro. Los admiradores del género sólo podemos lamentar que nunca vaya a existir la hipotética pero muy atractiva serie trazada en Brass en Hollywood .
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