"Para mis hijas". Con esa dedicatoria termina la primera temporada de 'Better things', la comedia que Pamela Adlon ha creado para FX con la ayuda de Louis CK, y que parte de su propia situación vital: Adlon también es actriz, también está divorciada, tiene una madre inglesa y tres hijas. Y no sólo la protagoniza, sino que co-escribe algunos episodios y ha dirigido otros, incluido el último de la temporada.
'Better things' ha tenido una primera temporada de cocción lenta. Aunque hemos visto algunos momentos de Sam trabajando, ha terminado más centrada en su vida familiar y, sobre todo, en cómo va evolucionando su relación con sus hijas y con su excéntrica madre. Y lo hace desde la sensación de Sam de que es una hija terrible y, también, una mala madre. ¿Pero lo es?
Entre Phyllis y Frankie
'Only women bleed', el último capítulo de la temporada (cuyo título está extraído de una canción de Alice Cooper), cierra dos relaciones que ejemplifican que, bajo la apariencia inofensiva de la serie, laten cosas bastante más complicadas. El amor-odio entre Sam y su madre Phyl, con ese viaje frustrado a Santa Bárbara, ha sido una de las que ha ganado más importancia hacia el final.
Al principio, cuando conocemos a Phyllis, lo hacemos a través de la mirada de Sam, que la considera un estorbo. Básicamente, lo mismo que sus hijas mayores creen de Sam. Phyllis tiene síndrome de Diógenes, es demasiado aficionada al vodka y aparece en casa de su hija cuando se le antoja (que suele ser demasiado a menudo), pero la manera en la que Sam la deja tirada cuando estaban ya subidas las dos en el coche para irse de fin de semana es realmente dolorosa.
Hay un momento en 'Better things' en el que se reconoce que si sus hijas tratan mal a Sam es porque la ven, a su vez, tratar mal a su madre, y eso ayuda a poner en perspectiva todos esos suspiros de frustración de Max, por ejemplo, al quejarse de que su madre no la entiende, cuando ni siquiera ha intentado explicarse, o lo avergonzada que está siempre Frankie cada vez que Sam la acompaña a algún evento en el colegio. Sólo Duke, que todavía es una niña, la ve como su todo en el mundo, hasta el punto de necesitarla demasiado.
Frankie, por cierto, es la que protagoniza el gran momento inesperado del final de temporada. Después de pasar una temporada en la que parece atraída hacia teorías feministas bastante avanzadas, pero al mismo tiempo le resulta embarazoso que su madre casi haga un monólogo sobre la menstruación, descubrimos que, tal vez, podría estar redifiniendo su identidad de género. Ese "mamá, Frankie es un chico" que dice Max representa no sólo lo poco que Sam conoce a su hija mediana, sino que explica en parte ese estado constante de frustración de ella.
En el podcast de televisión de Vulture, Adlon explicaba que había querido dejar las cosas ambiguas. Cuando Frankie niega que quiera ser un chico, es probable que ni siquiera sepa todavía muy bien cómo identificarse, y se acaba poniendo el acento en la incapacidad de Sam para darse cuenta de todo lo que pasa en la vida de sus hijas. Como ella misma dice en otro momento, nunca se conoce del todo a nadie.
'Better things', engañosamente sencilla
Esa ambigüedad en algunas cosas, la búsqueda de la naturalidad en las situaciones y el ojo para las pequeñas cosas, para los detalles, han sido las características más notables de esta primera temporada de 'Better things'. Se ha notado también la influencia de Louis CK y 'Louie', dada en gran parte por su labor como productor y co-guionista de unos cuantos capítulos, y porque Pamela Adlon y él comparten la misma filosofía que, en parte, motivaba a los guionistas de 'Roseanne': "que lo grande sea pequeño y lo pequeño, grande".
Así, cosas como esa atracción entre Sam y el director de esa película en la que tiene un pequeño papel (y que interpreta Lenny Kravitz) se enfoca sin darle mayor importancia, pero con ambos personajes dándose cuenta de que es algo que puede ser relevante, si deciden consumarla. También la crisis existencial de Max cuando empieza a pensar que no va a poder ir a la universidad y que no va a tener ningún futuro se trata de la misma manera; es un sentimiento importante, pero no lo vemos como un momento muy especial del episodio porque, generalmente, en la vida cotidiana no se anuncian esos instantes con carteles de neón.
Ese perfil tirando a bajo y esa búsqueda de la naturalidad hacen que 'Better things' vaya convenciendo más conforme pasan los episodios y conocemos mejor a los personajes. Ayuda a ello que la familia de Sam está muy bien elegida, con una Celia Imrie que da a Phyllis una humanidad que, a veces, parte el corazón, y unas estupendas interpretaciones de las hijas mayores a cargo de Mikey Madison y Hannah Alligood.
Aparentemente, la serie no tiene mayor complicación que ver a Sam intentando tenerlo todo como madre trabajadora, pero no es así. La manera en la que la industria trata a las actrices (sobre todo si pasan ya de los 40), lo difícil que es ser una buena hija y una buena madre o las complicaciones del matrimonio de una de las amigas de Sam (interpretada por Alysia Reiner) pintan un panorama, al final, bastante completo de lo que es ser una mujer en la sociedad actual, no sólo en Estados Unidos, y no sólo en Los Ángeles.
En ¡Vaya Tele! | FX renueva 'Atlanta' y 'Better things'
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