'American Horror Story: Cult' va de más a menos hasta que agota sus interesantes ideas

Mi relación con 'American Horror Story' no es lo que podríamos tildar de buena, pero tampoco de mala. A priori las ideas para tematizar cada temporada son buenas y pueden dar juego pero, en cuanto toca desarrollar, el tándem de Ryan Murphy y Brad Falchuk desatinan con más frecuencia que con la que aciertan.

'Roanoke' fue una temporada brillante, con sus peros pero por lo general estupenda que coge el testigo de las películas de metraje encontrado y contando con 'Paranormal activity' como uno de sus principales referentes. 'American Horror Story: Cult', la séptima entrega de la antología, tiene un enfoque del miedo bastante distinto relacionándolo a la política y al control de las masas tomando como excusa el clima de la "era Trump".

Su primer episodio, 'Election night', juega con la división de las "dos Américas", la de Hillary y la de Trump, trasladándolos a una escala menor en Brookfield Heights. Allí conocemos a Ally (la perenne Sarah Paulson) cuya reacción a la victoria de Trump va más allá de la decepción ya que agrava su inestabilidad mental y potencia las fobias que padece. Intentando calmarla se encuentra su mujer Ivy (Allison Pill) votante convencida pro Hillary.

Aparentemente en el otro lado del espectro político está Kai (Evan Peters) adalid del "Make American Great Again" dispuesto a transformar toda la ciudad... y el país a su antojo. Poco a poco, episodio a episodio, Kai se va haciendo con sus aliados y consiguiendo congregar un grupo de discípulos dispuestos a morir por él y a crear el mundo que propone su líder.

Nada más comenzar 'AHS: Cult' se ve el buen ojo que han tenido siempre Ryan Murphy y Brad Falchuck para explotar las tendencias y saber lo que nos interesa. La parte del exceso y del miedo lo traen los payasos, basados no en la nueva 'It' sino en ciertos sucesos reales; la fascinación que nos causa Kai solo es comparable a la de los psicópatas retratados en 'Mindhunter'; y el clima político enfrentando la efectividad del populismo de derechas (en este caso) frente al "social justice warrior".

Si lo pensamos fríamente, es una mezcolanza muy extraña para una serie de terror. Pero, por otro lado, 'American Horror Story' siempre ha tenido un buen componente psicológico, jugando con la percepción y lo real. Un juego en el que nosotros también estamos implicados, sin saber si las vivencias de Ally son reales o imaginaciones suyas. Así que si mezclamos lo meramente terrorífico con la paranoia y los malos agüeros presentes de la sociedad, la temporada podría funcionar.

Pero no lo hace. Tras el impacto de los primeros episodios, 'American Horror Story: Cult' se vuelve un aburrimiento cuando parece que lo ha contado todo ya, incluyendo la explicación de lo que hemos visto, excepto la resolución de la historia. Es quizá por eso por lo que en la segunda mitad de la temporada la serie comienza a ponernos en los antecedentes y, por qué no, los referentes de Kai a la hora de montar su propia secta.

Así vemos a Evan Peters hacer de Andy Warhol en un episodio dedicado a Valerie Solanas, de Charles Manson en uno dedicado a los asesinatos de los Tate y a otros muchos, incluyendo al líder de los davidianos, en uno en el que cuenta historias de sectas modernas a sus acólitos. Si bien puede ser interesante este repaso en cuanto en tanto habla de precedentes de lo que está pasando en Brookfield Heights en realidad no aporta gran cosa ni a la trama ni al desarrollo de sus personajes.

Tampoco ayuda el que no simpaticemos con ninguno de los protagonistas. Por alguna razón u otra todos terminan cayendo mal: desde una insoportable Ally hasta la impasible Winter. No es culpa del reparto, creo que la mayoría están basante correctos en su papel, sino del cómo están perfilados.

'American Horror Story: Cult' comenzó impactante, como suele pasar en todas las temporadas, y ha terminado perdiendo toda la fuerza en el camino, llegando casi agotada y sin recursos a su final. Si bien no faltan momentos de gran tensión y que dan muestras de lo bueno que puede ser la serie cuando quiere. Lástima que esos momentos de genialidad se vean eclipsados por la mediocridad que reina en el resto de escenas.

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