'Altered Carbon' nos lleva a finales del siglo XXIV. La Tierra no es más que uno de muchos planetas en los que la humanidad hoya el cosmos. En este futuro distópico, la muerte ha dejado de ser un problema, al menos como la concebimos hoy en día: la tecnología y el descubrimiento de un material revolucionario en uno de los confines del universo ha hecho posible que nuestra conciencia, todo lo que nos hace ser humanos, pueda ser almacenada en una suerte de disco cortical que se nos implanta al nacer en la base del cráneo.
Como siempre ha pasado, y siempre seguirá pasando, el acceso a dicha tecnología, posible para todos, ha generado divisiones, no ya religiosas —los católicos más radicales se niegan a ser "resucitados" para poder acceder al cielo—, sino entre aquellos de una reducida élite —los Meths, en referencia a Matusalén—, que pueden permitirse cambiar de cuerpo a placer, y el resto de la población, que debe esperar a que su tiempo expire para poder vivir una nueva existencia.
Muerto 250 años antes de que la acción de comienzo, la conciencia de Takeshi Kovacs, un legendario Envoy —militar entrenado para soportar los rigores de las guerras interestelares—, es rescatada por Laurens Bancroft, un multimillonario Meth, para que averigüe la verdad de las misteriosas circunstancias en que falleció su anterior cuerpo: mientras la polícía piensa que su "fallecimiento" fue un claro suicidio, Bancroft cree que fue asesinado. Bienvenidos al intrigante futuro que plantea la nueva serie original de Netflix.
La gran apuesta de Netflix
Con no pocas voces cuestionándose la validez a largo plazo del modelo empresarial de agresiva expansión mundial que ha llevado a Netflix a tener presencia en 190 países diferentes, si algo deja claro lo que la compañía de VOD pretende poner a disposición de sus usuarios durante este 2018, es que mientras la gallina no se queje, habrá que seguir exprimiéndola hasta que se quede sin huevos de oro.
Dejando de lado la absurda cantidad de producciones cinematográficas a las que, supuestamente, iremos teniendo acceso los suscritos a la plataforma en el transcurso del año, es muy evidente que donde Netflix quiere seguir poniendo toda la carne en el asador es en su vasta oferta de series; una oferta que dejaba un puñado considerable de cabeceras imprescindibles durante el pasado 2017 y que este año ha abierto fuego a lo grande con 'Altered Carbon'.
Sin tener ni la más remota idea de por dónde habrán andado las cifras de producción de este fastuoso vehículo de ciencia-ficción —hay una cifra por ahí de 7 millones de dólares por capítulo, pero a saber—, no hay más que asomarse al primer episodio para darse cuenta de que Netflix no se anda con chiquitas: efectos visuales soberbios y un diseño de producción alucinante nos llevan de la mano a un futuro hiper-tecnificado que resulta imposible no comparar con el que Ridley Scott visualizara hace treinta y seis años en 'Blade Runner' (id, 1982).
Afortunadamente, y aunque mucho de lo que se nos presenta queda sumido bajo la misma estela oscura que caracterizaba a la cinta protagonizada por Harrison Ford, hay en 'Altered Carbon' lugar para mucha luz, la suficiente para que la serie consiga atesorar una voz propia al margen de inevitables comparaciones, no ya con la cinta de Scott, sino con otras determinantes producciones del género de las tres últimas décadas como cierta trilogía firmada por los hermanos Wachowski, por poner uno de los ejemplos más claros a los que también mira con ojos tiernos la serie.
Un universo familiarmente extraño
Bebiendo pues de muchas fuentes pero, como digo, haciéndolo de forma que el conjunto nunca pueda ser tachado de poco original, quizá 'Altered Carbon' no llegue a las complejidades que sí manejaba esa imprescindible cita de Netflix que a finales del año pasado resultaba ser la primera temporada de 'Dark', pero eso no quita para que la cabecera producida por Laeta Kalogridis y basada en la novela homónima de Richard K. Morgan se lo ponga fácil al espectador.
Ello es debido fundamentalmente a su peculiar estructura, a su irregular ritmo inicial, a que no siempre encuentra el equilibrio entre su evidente tono noir y su vertiente de space opera, a la forma en la que se nos van introduciendo ciertos conceptos de este distópico futuro y, sobre todo, a unos diálogos que se interponen no pocas veces en la completa aprehensión de lo que sea que esté sucediendo.
Pero, como todo producto que termina valiendo la pena, 'Altered Carbon' exige de nosotros tanto nuestra completa atención como nuestra inequívoca paciencia, una virtud que parece que estamos perdiendo a la hora de valorar como se merece una producción para "televisión": con tantísima oferta diaria, soy el primero en abandonar una serie si al cabo de dos o tres episodios no me termina de convencer; una sensación ésta que me acompañó durante el tramo inicial de 'Altered Carbon' pero que, afortunadamente, dio paso a disquisiciones mucho más positivas.
Y es que a partir del cuarto episodio, y una vez se ha hecho uno a los personajes y a las idiosincrasias de este microuniverso, 'Altered Carbon' comienza a jugar en otra liga: hasta entonces, la voluntad de sus creadores ha sido la de epatarnos; desde ese episodio en el que asistimos a la despiadada tortura de uno de los personajes principales, parece que las intenciones de éstos comienzan a discurrir por otros derroteros que terminan resultando tan impredecibles como imprescindibles.
'Alteded Carbon': espléndida dirección, interpretaciones limitadas
Parte inequívoca de esa cualidad imprescindible en la que se arropa 'Altered Carbon' dimana, no cabe duda, de la sólida dirección de la que hacen gala todos y cada uno de los episodios, algo que no debería extrañarnos si atendemos a nombres como los de Miguel Sapochnik, Andy Goddard, Alex Graves o Nick Hurran, curtidos en cabeceras como 'Juego de tronos' —Sapochnik era el responsable de ese magistral doblete que fueron los dos últimos episodios de la sexta temporada—, las series Marvel de Netflix o 'Sherlock'.
Haciendo de la claridad expositiva una máxima a seguir y no dejándose llevar ninguno por caóticos recursos narrativos que oscurezcan el resultado, ni siquiera en los muchos momentos en los que la acción es la que gobierna el discurso de la serie, lo ejemplar de la dirección en términos generales de 'Altered Carbon' encuentra a lo largo de sus diez episodios muchos instantes para el deleite del amante de la ciencia-ficción, y es una lástima que, al menos en sus personajes más visibles, la serie no haya dado en el clavo con las elecciones de reparto.
Ni un hierático Joel Kinnaman —el actor ya era lo peor de la última temporada de 'House of Cards', así que no debería extrañarnos—, ni una sobreactuada Martha Higareda, ni un impostadamente flemático James Purefoy parecen los más adecuados para encabezar un elenco que, eso sí, funciona perfectamente en el resto de protagonistas, destacando entre ellos Chris Conner como la IA que regenta 'The Raven', el hotel donde transcurre parte de la acción y que, modelada a imagen y semejanza de Edgar Allan Poe, ofrece los mejores instantes de la serie.
Aún contando con el escollo que supone tener que aguantar la "cara de palo" de Kinnaman, 'Altered Carbon' se salda como una producción tremendamente solvente que funciona a las mil maravillas como fascinante carta de presentación de un cosmos al que, esperemos, Netflix tenga a bien volver a asomarse para continuar acercándonos a las aventuras de ese gran personaje que ya se adivina que es Takeshi Kovacs.
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