El domingo acabó una nueva temporada de Aída y se comprobó, por enésima vez, que la tendencia de la serie es mantenerse viva gracias a unos personajes poderosos. Poco a poco, las tramas han ido perdiendo fuerza, hasta caer en los mismos tópicos de siempre y, a veces, como decía polloputo en un comentario reciente, con tintes de folletín.
Esa tendencia, acrecentada en las últimas temporadas y que ha llegado a su cenit con la tensión sexual casi resuelta del pasado domingo, no echa a pique la serie porque los personajes, lo perfecto de sus estereotipos, mantienen el listón del humor. Si no llega a ser por Luisma o Mauricio, serían varios los episodios que hubiesen pasado sin apenas esbozar una sonrisa. Gracias a ellos, y a dos actores en estado de gracia continuo como son Paco León y Mariano Peña, la serie consigue mantenerse viva.
Por supuesto, tampoco algunos de esos personajes se libran de la tendencia descendente de Aída. Por ejemplo, parece como si en los últimos tiempos, a Fidel se le hubiese marchado toda la gracia. Con su orientación sexual descubierta, el hijo de Chema ha perdido parte de la gracia, pese a que Eduardo Casanova siga siendo uno de los intérpretes más sólidos de la serie. Su papel, sin embargo, parece amortizado.
¿Hacia dónde ira la siguiente temporada? Tal vez convendría que, definitivamente, Aída se soltara el pelo y, puesto que su final parece cercano, se dedicase a su principal fortaleza: su capacidad para generar situaciones cómicas absurdas. Es, por ejemplo, lo que hace La que se avecina: ponerse el guión por montera y aprovecharse del poder de los personajes para provocar la carcajada. Da igual que eso genere situaciones de lo más absurdas: la comedia lo permite.
La otra opción pasa por mantener el interés en el desarrollo de las diversas tramas: el Luisma como padre, el amor entre Paz y el propio Luisma, etc... Pero me temo que ese podría ser un camino sin salida.
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