Si lo pensamos bien la octava temporada de 'Dexter' es probablemente en la que más cosas pasan de todas las que llevamos vistas hasta ahora. Sabiendo que iba a ser la última temporada (de verdad de la buena) de la serie, Scott Buck y Showtime se pusieron manos a la obra para rematar lo que llevaban montando desde la sexta temporada (primera en la que Buck se hizo con el control de la serie como showrunner).
Así pues hemos llegado al final de la serie. Noventa y seis episodios repartidos en ocho temporadas de doce. Una temporada en la que, como digo, pasan muchas cosas y que debían poner punto final a las aventuras de Dexter Morgan, el psicópata. Doce últimos episodios que me han dejado con la sensación de que podría haberme dedicado a algo más productivo como ver temporadas random de 'Survivor' o algún que otro reality.
Lo cual me fastidia porque, como ya dije, el debut de la temporada me pareció altamente prometedor. La aparición de la Doctora Evelyn Vogel (Charlotte Rampling) que se revelaba como la madre espiritual de Dexter (Michael C. Hall), asesora de Harry y creadora del código por el que se rige el psicópata, se antojaba interesante. Por otro lado teníamos el cómo Debra (Jennifer Carpenter) lidiaba con las consecuencias de la muerte de Laguerta y su relación con su hermano.
También teníamos por ahí un nuevo asesino en serie y el regreso de Hannah McKay (Yvonne Strahovski) a la vida de Dexter con todo lo que ello implica. Vamos que, a lo tonto, esta octava temporada podría a dar muchísimo de sí. Pero lamentablemente el resultado no está a la altura de lo que uno pudiera esperar. Y no es cuestión de interpretación, ya que sigue teniendo muy buen nivel al respecto, sino por que el guion ha sido de todo menos interesante.
La historia general de la trama se desenmascaró como algo bastante poco inspirado, con el agravante de que los personajes nuevos no han logrado hacerse con un buen hueco en el "big picture" de 'Dexter'. Todo en torno a la relación Debra y Dexter ha seguido un camino un tanto inverosímil, pero es que la relación entre Dexter, Vogel y demás tropa como eje central de la temporada ha sido un completo despropósito. Ni siquiera la hija de Masuka, creada solo para proporcionar un alivio cómico a la serie (o un posible spin-off) funcionaba, pasando por la serie con más pena que gloria. Y los personajes ya establecidos en la serie han ido dando vueltas de un lado a otro sin que logren importarme.
Adiós Dexter, te echaré de menos... o no
Lo que más me fastidia de esta octava y última temporada es que en ningún caso hace justicia a lo que puede dar de sí la serie. Ya no solo es cuestión de estar con la sensación de que la serie siempre va a medio gas y podría servir capítulos excelentes cuando la realidad es que te da mediocridad en el mejor de los casos. Es que han logrado que tras ocho temporadas y casi cien episodios me importen más bien poco sus personajes y sus historias de tanto marear la perdiz.
Me explico: Quinn y Debra, que han estado dando vueltas a su relación desde la tercera temporada, llega un momento en el que toman caminos separados y, de la noche a la mañana, vuelven a quererse como nunca. Algo que no me molestaría en exceso si no fuera porque es solo para darle un poco más de dramatismo al final de Debra y ver a Quinn llorando... porque en realidad es una relación que simplemente no importa.
Lo mismo me ha pasado con Hannah McKay, prometía mucho el volver a ver al personaje de Yvonne Strahovski en la vida de Dexter. Promesa que se diluyó al cabo de un episodio, cuando vimos cómo los guionistas querían retomar esta historia de amor que desafía por completo los principios de Dexter. Pero claro, es algo a lo que ya nos tiene acostumbrados el equipo dirigido por Scott Buck.
El resultado es fatídico. Llegan los últimos momentos de 'Dexter' y por mí como si la guionista invitada fuera Shonda Rhimes y el avión que pretendían coger Dexter y Hannah se estrella contra la comisaría cargándose al 90% del elenco. Es más, si hubiera pasado esto probablemente me convencería más como final que el que se han marcado.
No es que sea un final que no te esperas (y ojo, que me voy a meter en faena de los últimos cinco minutos de 'Dexter') pero la ejecución es horrenda. Teniendo en cuenta el tipo de serie y sus protagonistas, los guionistas han cumplido otorgando un final más o menos cerrado. Otra cosa es que hayan conseguido algo medianamente coherente. Así, al final del episodio Hannah consigue huir con Harrison a Buenos Aires mientras Dexter desconecta a Debra y se la lleva para darle un funeral como a sus víctimas, arrojándola al fondo del mar, para después adentrarse en el huracán que amenaza la costa de Florida.
Un final para el olvido
Lo que termina de destrozar el final es ese epílogo. Uno que nos muestra lo que el espectador ya se imaginaba (por cierto que no he podido evitar pensar en Clark Kent en 'El Hombre de Acero'). Quiero creer que es el modo de Scott Buck y Manny Coto de rendir homenaje a tantos y tantos finales de ficciones, sobre todo hablando del género negro (aunque no es exclusivo, también es muy de historias de espionajes). Pero el cómo está planteada toda la series finale hace pensar que el final de 'Dexter' es un acto de onanismo por parte de todo el equipo de guionistas y productores de la serie.
Que 'Dexter' ya no es lo que fue hace unos pocos años es algo que asumíamos todos. La esperanza estaba en esa redención en la octava temporada. Una que ha ido en cada entrega de más a menos hasta terminar en una sombra difuminada de lo que una vez fue. Un final aburrido para una temporada olvidable de una serie que se merecía algo mejor. O por lo menos algo que dignifique tanto a la serie como al personaje de Dexter Morgan y su oscuro pasajero.
En ¡Vaya Tele! | 'Breaking Bad' vs. 'Dexter'
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