Una de las primeras cosas que Virginia Johnson dice en 'Masters of sex' es que ella es capaz de separar el sexo de las emociones, que no se ajusta a ese cliché de que para las mujeres no puede haber sexo sin conexión emocional, sin amor. Es una afirmación que define al personaje desde el principio, y ayuda a separarlo del cliché de la mujer media americana de los 50, pero que también constituye una de las ideas detrás de la serie, con la que los siguientes capítulos juegan y que exploran en diferentes facetas. El estudio sobre la fisiología del sexo de Masters y Johnson es el punto de partida de todo y, al mismo tiempo, un poco el centro de las historias que 'Masters of sex' quiere contar en realidad, y que se refieren más a la conexión emocional entre las personas y las complicaciones que puede acarrear.
De hecho, una de las subtramas que la serie ha manejado mejor, y que es realmente compleja y con muchas posibles lecturas que tienen el potencial de hundirla por completo, es la del matrimonio del decano Scully. Puede decirse que Allison Janney, que interpreta a su mujer, ha robado limpiamente la serie en los capítulos en los que aparece, rompiéndole el corazón a la audiencia con su retrato de esa mujer que no sabe por qué su marido no le presta atención, esa mujer que siente que le falta algo y para la que el despertar a una conexión física y emocional real con otra persona está lleno de otras trampas y otras dificultades que le cortan las alas antes de tiempo. La homosexualidad clandestina de su marido, y los sentimientos enfrentados que eso causa en él, y ese breve affair de Lillian con el doctor Langham, construyen una trama que ejemplifica perfectamente el cuidado y el acierto con el que 'Masters of sex' está tratando a sus personajes, a los que ha otorgado una gran tridimensionalidad.
¿Quién es Bill Masters?
En estos ocho episodios vistos hasta ahora, Michelle Ashford, showrunner de la serie, ha hecho un gran trabajo en ir explorando poco a poco a los secundarios y convirtiéndolos en su arma secreta, desde la divertida y dispuesta a todo Jane, a ese doctor Haas que siempre se ha dejado llevar por lo que se supone que debe hacer, a la mujer y la madre de William Masters. Todos ellos ofrecen miradas diferentes a lo que supone tener una relación con alguien, ya sea de amistad, un matrimonio o materno-filial, a la dificultad que tenemos a veces para encontrar el punto intermedio de compromiso con la otra persona sin perder nuestra identidad en el proceso. Estando ambientada en los 50, 'Masters of sex' aprovecha mucho esa dualidad entre lo que los personajes dicen y lo que están pensando en realidad (que siempre se vislumbra por sus miradas o su lenguaje corporal), y la está aprovechando especialmente en el dibujo de la relación entre Masters y Johnson.
Evidentemente, en el momento en el que empiezan a participar activamente en el estudio sabemos que esa frase de Virginia del principio de la serie no va a ser más que palabras al viento. Las miradas que Michael Sheen y Lizzy Caplan se lanzan están cargadas de muchas cosas que se esfuerzan por disimular y esconder, pero desde el piloto estaba muy claro que a Masters le atraía Virginia y, conforme se ha involucrado más en el estudio, también ha quedado claro que a ella le intriga mucho Bill, y que su relación se ha vuelto mucho más compleja, y algo más que sólo profesional (y no sólo por el sexo en aras de la ciencia). A la madre de Bill no le hace falta más que cinco minutos con ellos para darse cuenta de que ahí está pasando algo, y para plantearle la misma pregunta que se hace el espectador: ¿quién es Bill Masters en realidad? ¿Alguien puede llegar a conocerlo de verdad?
Libby intenta llegar a él y nunca lo consigue, siempre se mueven en planos diferentes, y aunque Masters sí parece conectar con Virginia, también se da cuenta de que, emocionalmente, es peligrosa, aunque no sepa cómo tomar distancia de ella (el dinero nunca ayuda). La relación entre los dos investigadores está siendo fascinante de ver, del mismo modo que 'Masters of sex' está desarrollando a una serie de personajes más complejos de lo que parece a simple vista y todos con algún tipo de frustración o represión a cuestas, sin ser capaces de encontrar esa conexión con otra persona y, si la encuentran, sin saber del todo cómo cuidarla.
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