He leído con mucha atención el documentadísimo y erudito artículo con el que Marta Peirano ha explicado la cantidad de falsedades, distorsiones e inexactitudes deliberadas que contiene 'The Imitation Game (Descifrando Enigma)' ('The Imitation Game', 2014), la película con la que Hollywood pretende legitimar, una vez más, su temporada de premios oficiales.
En este caso, la excusa es el matemático Alan Turing, homosexual reprimido que interpreta Benedict Cumberbatch. Pero no es el primer caso, ni tampoco el último. Pensemos un poco sobre las películas biográficas, un género casi tan antiguo como el cine.
Mentes maravillosas
Ciertamente, el modelo para las películas biográficas basadas en mentes científicas, y lo apunta Peirano pero también lo hemos hablado en alguna ocasión, es 'Una mente maravillosa' (A beautiful mind, 2001) con la que la esquizofrenia y la figura llena de claroscuros de John Forbes Nash podían dar como resultado una película de buenos sentimientos.
La fórmula tal vez la configurara Steven Spielberg en una de sus mejores películas, 'La lista de Schindler' (Schindler's List, 1993) pero la historia era tan buena que ni su habitual buenismo triunfó: es decir, del fracaso de sus pretensiones, depende, en gran medida, que la película siga, a día de hoy, tan valiosa.
Aquella era una historia de un explotador, al que teníamos que tomar como viajero a la santidad. Estaba claro que Spielberg estaba haciendo su 'Toro Salvaje' (Raging Bull, 1980), otra biografía sobre ídolos caído en clave religiosa.
Barniz cursi
Sin embargo, analicemos un caso verdaderamente problemático y reciente de película biográfica. Se trata de una película, por otra parte, muy agradable. Se llama 'Al encuentro de Mr. Banks' (Saving Mr Banks, 2013). Un cálido y endiablado Tom Hanks interpreta a Walt Disney y una maravillosa, felizmente severa Emma Thompson a Pamela Travers, la autora de Mary Poppins que se resistió a vender los derechos de su obra a la compañía durante años para terminar cediendo justo a tiempo para la recordada y encantadora adaptación cinematográfica.
Se trata de una película de Disney Studios, y dirá el lector cínico, al que ya me adelanto, aquello de "qué esperabas". Bien, pero analicemos lo que la película cuenta: Travers resistió, se nos dice, porque Mary Poppins fue creada como respuesta a una infancia cruenta, como esperanza vana.
La escena más emotiva de la película, con un Hanks francamente admirable, presenta a Disney y Travers en el apartamento de ella. La tozudez de Travers ha provocado el desencuentro último, con ella abandonando el estudio de California y dejando suspendida la producción pues no ha firmado el contrato donde cede los derechos de explotación.
Pero Disney, el Disney ficticio, es un audaz psicólogo. Él recuerda su infancia cruda, hace un gesto de empatía al decir que entiende su orgullo. Le extiende su humanidad. Ella cede. Se da cuenta de que la distancia entre lo que ella veía como un vano vendehumo y ella misma es menor. La escena de cierre de la película presenta a Travers llorando en el cine, conmovida por la versión cinematográfica de Julie Andrews.
Pero eso no es lo que sucedió. Lo que sucedió a la salida del cine fue que Travers, algo ignenua, quiso todavía cambiar la película. Es conocida la respuesta de Disney ante tal petición: "The ship has sailed Pamela".
La versión cinematográfica elude estratégicamente esta línea del Disney que existió. Esto es interesante por una razón más allá de los intereses de la corporación Disney de reescribir la Historia.: se trata de lo que supone (en este caso esa corporación) que el público espera al contar una historia real.
Es decir, no espera imaginar al Disney verdadero. Astuto y fascinante artista, también hombre de negocios. Oír "el barco ha zarpado" causa un efecto bastante definitivo sobre la figura de quien se supone que es, en eufemismo habitual en estos tiempos, "un creador de sueños". Pero estas palabras fueron dichas.
En ese sentido, el cambio de esta película inofensiva (y disneyana, en tono menor, conciliadora) me parece también revelador de los cambios que hay en toda clase de películas que también dulcifican las vidas de sus protagonistas.: ante existencias problemáticas, que obliguen un entendimiento, irónicamente, artístico sobre la dimensión humana, preferimos los lugares comunes, la mentira tonta y la cursilería que sea un barniz conveniente.
Da miedo, o eso parece, que podamos oír al ser humano en su contradicción y miseria; pero tampoco trata de mitos necesarios solamente.
Volveremos sobre esto.
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