Francis Ford Coppola, el artista maldito

Francis Ford Coppola, el artista maldito
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El meollo de la cuestión es: ¿A qué me dedico? ¿Soy un escritor? En tal caso, ¿soy un novelista, un escritor de novela corta o un dramaturgo? ¿Soy un director, un rey del celuloide o un guionista? ¿Soy un científico o un empresario? ¿Quién soy? ¿Para qué sirvo?

Hace ya cerca de una década que el autor de estas palabras las pronunció en una entrevista concedida a un medio español. El cineasta, preparaba un grandioso proyecto que finalmente no vio la luz (‘Megalópolis’) y que no sabemos si algún día la verá, y ofreció esta valiosa reflexión para todos aquellos interesados en ahondar en una figura trascendental de la historia del cine, que soñaba con vivir (y finalmente no sólo lo consiguió sino que fue más allá) una vida la mitad de intensa que la de Orson Welles.

No resulta nada fácil acercarse a la figura de Francis Ford Coppola, pero eso es lo que vamos a hacer en las próximas semanas, preguntándonos, a cada decisión vital de este autor, a cada bandazo de su filmografía (ambas cosas son lo mismo), lo mismo que se preguntaba él. Y más cosas: ¿es realmente el mejor director vivo? ¿Es un fraude, un director-autor, un director comercial, un director mercenario, un artista maldito, un empresario alocado, un visionario gafe, un titán, una gran mentira? Quizá lo sea todo a la vez.

Divo, contradictorio personal y creativamente, de trayectoria incoherente y desconcertante, no se me ocurre un cineasta más apasionante y retador a la hora de dedicarle un análisis. Más aún si tenemos presente las numerosas disciplinas en que ha destacado, su larga e irregular filmografía, y su carácter poliédrico, que le hace inasible a un acercamiento analítico al uso. Así que lo mejor que podemos hacer es tomar como propias sus citadas preguntas, añadiendo por supuesto las nuestras, y así intentar llegar a una conclusión.

Hoy día es uno de los directores más famosos del mundo, y probablemente de la historia, merced a su trilogía Corleone, o a algunos hitos de su filmografía, muchos de los cuales le hundieron en una bancarrota interminable de la que terminó saliendo a base de fuerza de voluntad e instinto de supervivencia. Pero dado su dilatado descanso desde mediados de los noventa, no es un director especialmente tenido en cuenta por los cinéfilos más jóvenes. Y es que impresiona pensar que su última obra maestra la firmó con sólo 58 años, lo que hoy día no es una edad especialmente avanzada.

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Qué duda cabe de que si F.F. Coppola hubiera dirigido, “solamente”, las tres partes de ‘El padrino’, ‘La conversación’, ‘Apocalypse Now’, ‘Rebeldes’, ‘La ley de la calle’, y ‘Drácula’, pues sería considerado, sin duda, como uno de los cinco o diez cineastas más importantes de la segunda mitad del siglo XX, o de todo el siglo. Sin embargo, los azares tumultuosos de su existencia (concretamente su desastrosa década de los ochenta), y su necesidad de llevar a cabo obras de encargo, han terminado por completar una filmografía como poco extraña.

Y es que en lugar de ser un director solamente de la obra propia, ha terminado por ser una extraña criatura de frankenstein, que ha desvirtuado gran parte de su trabajo. No en vano, ha firmado cuatro de sus películas de los ochenta como Francis Coppola a secas, dando idea de su descontento con esa situación económica, y también de su gigantesco ego, ese que al mismo tiempo que le erigió en su momento como el padre de una generación de cineastas irrepetible, también le hundió y casi le hizo perder su confianza en sí mismo (como productor y director).

Cineasta total, pero también productor total, con todo lo que eso conlleva. Consumado guionista, excelente director de actores, y poseedor de un mundo personal propio e intransferible que sin embargo resulta muy difícil de delimitar. Porque, ¿en qué se parecen el responsable de las imágenes sobrias, góticas casi, de la peripecia emocional de Michael Corleone, del realizador de las barrocas atmósferas que acompañan el viaje al fin del mundo de Willard a la búsqueda de Kurtz? Pues en nada. Porque el director capaz de resucitar un muerto (‘Corazonada’), es capaz también de reencarnarse en un joven Orson Welles (‘Legítima defensa’), de quedar el último de la clase que él lideraba (‘Life Without Zoe’) o de trivializar líricamente su propia confesión (‘Tucker’)

Pero las incoherencias se multiplican a poco que se ahonde en sus vaivenes creativos. ¿Cómo después de una obra incontestablemente mayor, rotunda, de plenitud, Coppola firma una película aparentemente menor, innecesaria, alimenticia como ‘Jack’, más aún cuando sus deudas por fin estaban pagadas? ¿Por qué un director joven que jura que lo que le interesa es el cine de autor más pequeño comercialmente firma un contrato para adaptar un best-seller? ¿Cómo puede tener una mentalidad tan diametralmente opuesta en su rol de productor respecto a la de director, sobre todo por su experiencia con los productores?

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Mientras con otros directores contamos sus obras maestras (o sus mayores logros estéticos, que viene a ser lo mismo), con Coppola, y esto es significativo, contamos sus películas menores, mercenarias, o las polémicas, las difíciles de clasificar. Mientras otros intentan y no son capaces de tomar las riendas de su carrera sino en la madurez de su vida, Coppola las tuvo en la treintena y las dejó escapar a causa de su desmedida ambición.

A punto de cumplir 70 años (el 7 de abril), sabe que el grueso de su filmografía ya está completada. Ahora, después de un parón de diez años, vuelve con dos proyectos consecutivos (uno que no encuentra estreno en nuestro país, otro con dos eminentes actrices españolas y que promete ser uno de sus proyectos más íntimos), que si bien es probable que no le vuelvan a situar entre los directores más populares del mundo, certifican el innegable pulso creativo del rey de los independientes, el supremo rebelde de los estudios, que persiguió un sueño, robar el cielo, y fue castigado por los dioses.

Esperamos estar a la altura hablando de este gran, oscuro hombre de cine.

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