Pasó lo que tenía que pasar: tras una gala inaguantable (como todas las de la edición, sin que Telecinco se plantee que cuatro horas son demasiadas para un jueves), el único concursante de ‘Secret Story’ que se lo merecía se llevó el maletín con los 150.000 euros. Rafa Martínez Alarcón, fontanero (suponemos que ya exfontanero) ha basado su concurso en saber utilizar la ironía, meterse en todos los charcos, llamar muebles a los muebles, enamorarse de Carmen y decir continuamente coletillas como “Vaya tela” o “Joder, macho”. Pocas veces ha habido en España un ganador tan auténtico en un reality tan lamentable.
¿Por qué ‘Secret Story’ no ha funcionado?
No hay que ser un lince para darse cuenta de que el último intento de Telecinco por resucitar ‘Gran hermano’ no ha hecho click con la audiencia. La final apenas juntó a 1.300.000 personas alrededor de la tele, un 12,1% de share. Por hacernos una idea, la edición que acabó con el formato anterior tuvo un 15% en su final tras la fuga de anunciantes por culpa de la violación de Carlota Prado y se consideró un fracaso estrepitoso. Pero si ‘Secret Story’ ha sido un cuadro no ha sido por culpa de su cast, sino de un formato acabado y un equipo que no ha querido arriesgar.
Telecinco está viviendo un momento de cambio: lo que ha funcionado toda la vida está dejando de funcionar, y su futuro dependerá de lo que tarden en reaccionar. ‘Sálvame’ ya no cautiva a la audiencia, la cadena ha perdido el primer puesto en favor del entretenimiento de Antena 3 y su máquina de hacer famosos (literalmente, su próximo reality se llamará ‘Quiero ser famoso’, para el que están haciendo un macro-casting en TikTok) está defectuosa. Y Mediaset no ha sabido hacer frente a esta situación intentando crear algo nuevo y sorprendente. En su lugar, con ‘Secret Story’ ha repetido lo que funcionaba hace cinco años, pero con menos ganas y dejando que se vean los hilos.
El mago ha enseñado que dentro del sombrero había un conejo, y la audiencia se ha desencantado rápidamente: el favoritismo de la edición por algunos concursantes, negando los golpes de Adrián al mobiliario o la expulsión disciplinaria de Nissy (que maquillaron como pudieron), sumado a la absoluta sosez de las pruebas y las aburridísimas mecánicas, a un 24 horas que censura los momentos clave y a unas galas interminables han dado como resultado un experimento que solo sirve para demostrar que ya no somos el mismo público que éramos hace unos años. Y si quieres que nos comamos ‘Gran hermano’, más vale que le des una vuelta al asunto.
Cómo mejorar ‘Secret Story’
El intento de revolucionar todo en ‘Secret Story’ fue montar un juego alternativo al de la convivencia: cada concursante entraría con un secreto y el resto deberían averiguar cuál es. La idea no era mala, pero las normas eran liosas (y cambiantes), los concursantes, salvo Alvarito, no hicieron ni caso a las esferas, y al final, cuando todos sabían los secretos de todos, Marta recibió las de Rafa tras un movimiento de la organización para regalárselas sin motivo alguno.
Hace ya 22 años del estreno de ‘Survivor’ y ‘Big Brother’, los equivalentes americanos a ‘Supervivientes’ y ‘Gran hermano’, que mantienen la fuerza de antaño en parte porque consideran que la audiencia puede estar interesada en un reality aunque no tenga capacidad de decisión en el mismo. En estos concursos, los mismos participantes se echan entre sí y los expulsados deciden quién es el ganador, lo que hace ganar en estrategias, matices, sorpresas y puñaladas por la espalda en unas galas que duran 40 minutos. Que alguien tome nota.
Como decía aquella promo de ‘Insiders’ (mejor promo que programa, todo sea dicho), los concursantes se las saben todas. Son conscientes de qué teclas tienen que pulsar para gustar al público y que su futuro no está en sus manos. Pero hay que afrontar la realidad: somos un público más espabilado y difícil de sorprender y a nadie le importa, a estas alturas, si has sido natural o has disfrutado la experiencia. Queremos ver cómo te desenvuelves cuando llega la hora de hacer estrategias, si eres lo suficientemente inteligente para culebrear, apuñalar por la espalda y ganarte el respeto de tus compañeros haciéndolo.
Un formato acabado
Cuando empezó ‘Gran hermano’, “la vida en directo” era algo novedoso. Ahora es ese limón del fondo de tu nevera del que te da pena deshacerte porque forma casi parte de tu familia. Pero, para cambiar el formato del todo y afrontar que tenemos “vida en directo” todos los días gracias a Twitch o TikTok, Mediaset tendría que escoger otro tipo de concursantes, más similares a Rafa y menos a Marta o Adrián y preparados para que la palabra “estratega” sea dicha como un halago en lugar de como un insulto.
Pero este cambio no valdrá de nada sin una renovación en las pruebas, tanto en su propósito como en su mecánica. Volvamos, una vez más, al ‘Big brother’ americano, en el que de las pruebas, más divertidas y rápidas (normalmente se hacen en diez o quince minutos en lugar de durar toda una semana), dependen cosas importantes, como ganar la inmunidad o conseguir cambiar los nominados de la semana. De esta manera se crean nuevas sinergias, grupos inesperados, alianzas secretas y amistades más fuertes que centrando la semana en llamar a mil números de teléfono para que repitan la frase “Yo por mi hija mato”, una prueba que, para colmo, era un homenaje a otra del pasado. Aburridísimo.
Aunque tus concursantes sean los mejores de la historia (Rafa es uno de ellos, sin duda), si en el día a día todo lo que tienen que hacer es pelearse por la Nocilla mientras miran cómo se seca la pared hablando de naderías, tu programa no tiene nada que hacer. La organización de ‘Secret Story’ ha tenido que improvisar este programa semana a semana, ha dado privilegios a unos concursantes que le ha negado a otros, ha protegido a quien ha querido y ha convertido un formato ya de por sí vetusto en 2022 en uno que solo se ha mantenido en pie por el carisma de dos o tres concursantes. La gente que ha visto ‘Secret Story’ lo ha hecho pese a ‘Secret Story’.
Telecinco necesita una renovación urgente del formato junto con la de toda la cadena, que pretende sobrevivir manteniéndose en pie gracias a las glorias del pasado. Rafa lo sabía perfectamente, y por eso ha dado exactamente lo que le podía haber hecho ganar: algo totalmente diferente a lo que se ofrece la fría, sosa, decadente y aburrida parrilla de Mediaset. Solo espero que Ramen disfruten los 150.000 euros como es debido, y el concursante acabe de guionista en algo que realmente le apetezca. Se lo tiene merecido: ha nacido una estrella. La única, junto a Nissy, de este pozo sin fondo.
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