Creo que la obsesión de la televisión española con los famosetes causa más bostezos que emociones y le está haciendo perder cada vez más público

Famosos que cocinan, cantan, bailan, concursan y aburren: estos son los realities españoles ahora mismo

El 23 de abril del 2000 se abría con 'Gran Hermano' una nueva etapa en la historia de la televisión española: la gente anónima dejaba de ser la eterna concursante en busca de su minuto de gloria en aquellos clásicos concursos donde nadie repetía de un programa para otro. Se convertía en la protagonista, el centro de todas las miradas y los comentarios. De pronto, el público dejó de prestar atención a las folclóricas, los toreros y los cantantes que aparecían constantemente en televisión para centrarse en gente que eran como ellos. Pero el idilio duró lo que duró.

Famosos sí, gracias

Los primeros pasos de la telerrealidad en España, más allá de proto-experimentos como 'Reina por un día', fueron un no parar de gente anónima buscando "vivir la experiencia", llevarse un dinerito y, ya de paso, conseguir un par de bolos en discotecas. Programas como 'El bus', 'Supervivientes', 'Operación triunfo', 'Pekín Express', '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' o 'Masterchef' basaron su éxito en la naturalidad de los anónimos, sus enfados, su talento o sus capacidades para conjurar contra sus contrincantes (para el recuerdo esa increíble Francesca, aún ahora la mejor villana de la historia de los realities españoles).

Pero el segundo punto de inflexión tuvo que llegar más temprano que tarde: en 2003, el formato de 'Survivor', que en Telecinco se estaba llevando de manera sorprendentemente similar al imbatible americano, cambió de cadena y pasó a Antena 3, donde decidieron que lo de los anónimos estaba muy bien, pero con famosos tendría aún más share. Así nació 'La isla de los famoS.O.S', donde, curiosamente, concursó Ismael Beiro, ganador de 'Gran Hermano', mostrando una tendencia al meta-reality que solo crecería con los años.

Nunca volvimos a tener un 'Supervivientes' con anónimos. Y, poco a poco, a la vista del éxito en audiencia, las cadenas fueron eliminando progresivamente sus realities con personas desconocidas para aupar a gente que ya sabía comportarse delante de una cámara y conocía perfectamente lo que tenía que decir y hacer para "crear contenido". Un ambiente controlado, sin sorpresas. Personas habituales del cotilleo que veían aquí no solo una oportunidad para medrar profesionalmente (o sea, en 'Sálvame'), sino también un amplio sueldo semanal. Así nacieron 'Masterchef Celebrity', 'Gran Hermano VIP', 'Hotel Glam', 'Tu cara me suena' o 'La casa fuerte'. Había nacido el ciclo sin fin de los concursantes de realities profesionales.

Los famosos hacen de todo

Famosos que cantan, bailan, cocinan, conviven, compiten, responden preguntas. Famosos en todos los lados. Famosos acompañando a desconocidos en 'Pasapalabra', concursando en '¿Quién quiere ser millonario?' y 'El cazador' e incluso convirtiéndose en objeto de divinización y misterio en 'Mask singer'. La televisión española ya pasó el tiempo de amorío con la gente anónima -con la excepción de aquellos que puede reconvertir, a su vez, en estrellas- y ha vuelto su cara, definitivamente, hacia la endogamia televisiva: mejor un rostro aburrido que no conozca nadie pero haya salido en televisión y tenga una pequeña base de público al que le suena que uno que no la tenga pero sea mucho más suelto y divertido.

La entrada de los streamers en el mundo del reality propio supuso muy pocas alegrías al respecto: Prime Video ni lo intentó y directamente recurrió a famosetes para su 'LOL: Si te ríes pierdes' y 'Celebrity Bake Off', Netflix lo intentó (fracasando) en el terrible 'Insiders' y HBO Max trató de hacer algo especial en su versión de 'Traitors España'. Allí, Sergio Peris-Mencheta juntó no tanto a famosos como a gente que había destacado en su campo, con caras como la de Juan Sanguino, periodista de cultura pop, o Leo Margets, jugadora de póker profesional. Es lo más "anónimo" que se le podía pedir y abría una posibilidad híbrida hacia el futuro.

Pero solo han hecho falta un par de realities más (el divertido 'Time Zone' y el terrible 'FBoy Island') para que se rindan ante una supuesta realidad audiovisual inamovible: los anónimos solo pertenecen a programas que los famosos nunca harían, como 'Aventura en pelotas' o 'La isla de las tentaciones'. Y por eso 'Pekín Express', en su nueva versión, pasa a tener famosos y familiares ante la absoluta estupefacción de los fans. ¿Va a ganar algo un formato basado en correr por Asia si hay famosos metidos en el ajo? Por supuesto que no. Pero eso no es lo que importa.

Pekín expuaf

Y es una pena, porque en otros países nos están demostrando cómo es posible hacer telerrealidad de calidad sin caer en el famoseo continuo, donde las caras se repiten de concurso a concurso, casi como si entraran en rotación: de 'Supervivientes' a 'Gran Hermano VIP' pasando por 'Pekín Express' y 'Solos'. Que no quede ni uno por visitar. Programas veteranos como 'Survivor' y novedades como 'Traitors' muestran que la gente anónima sabe perfectamente cómo innovar y retorcer las reglas a niveles que aquellos que conocen el medio televisivo y para los que es un trabajo más jamás podrían.

En España apenas sobreviven 'El conquistador del fin del mundo' (en ETB, claro, porque en TVE se dio un mazazo), 'Maestros de la costura', 'Operación Triunfo' y 'Masterchef'. Todo lo demás es mundo famoso (o famosete), hasta el punto en el que el público ya se ha cansado de ver siempre las mismas caras. Incluso gente que nos cae bien a todos, como Yolanda Ramos, acaban por hartar al verla cada semana en un reality diferente. Y en las televisiones, viendo los datos de audiencia, están empezando a comprender que lo que gusta no es que Florentino Fernández haga una tarta Tatin perfecta, sino el formato original. Y quizá, ya puestos, con otros jueces.

Pero, por algún motivo, en España hay miedo. Tanto, que desempolvar el 'Gran Hermano' de anónimos (que, recordemos, fue eliminado de parrillo después de nada más y nada menos que una violación) ha sido el último cartucho de Mediaset para salvar el formato solo después de que sus versiones con famosos ('VIP' y 'Dúo') fracasaran sin remilgos. Y es sorprendente que en HBO Max no hayan sido sagaces como para ver que a nadie le importan los famosos en un formato como 'Pekín Express', de la misma manera que a nadie le interesan en el doblaje de 'Garfield'. No, no son un extra para incentivar el visionado de un formato: son la molestia que hay que aguantar para poder verlo porque los directivos viven en su propia realidad alternativa.

Al final, con tanto famoseo, en lo que caemos es en un pozo negro de mediocridad, personas habituadas al medio, aburrimiento y nula capacidad de sorpresa. Y en programas como 'Supervivientes', donde en su original americano siempre aparecen maneras de sorprender después de 46 temporadas, o 'Pekín express', donde los concursantes vivían como podían y tenían los nervios siempre a flor de piel, es una pena que hayamos caído en una versión maquillada y perfumada para deglutir sin darle demasiadas vueltas. El reality español siempre me hace daño.

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