Proliferan en estas fechas los anuncios para público infantil que intentan evitar la normativa y vender un producto con recursos poco éticos aprovechándose de que el niño que mira la tele carece de la capacidad crítica necesaria para distinguir qué es verdad de lo que no.
El mayor número de reclamaciones se lo llevan los anuncios que exhiben animaciones figuradas de juguetes estáticos y que fusionan imágenes reales o de ficción con el producto en sí. También se considera una mala práctica emitir anuncios protagonizados por personajes famosos de animación o publicidad que incluya fragmentos de sus películas. La mayoría de las reclamaciones se resuelven con modificaciones de los anuncios denunciados, que vuelven a emitirse pero sin los juguetes moviéndose solos, por ejemplo.
El seguimiento de este tipo de prácticas corre a cargo de la Comisión de Seguimiento del Código Deontológico de la Publicidad Infantil y su labor es apenas testimonial porque, siendo realistas, ¿qué gran corporación juguetera ignora que es un engaño un anuncio en el que un juguete se mueve solo?
Sabiendo que las campañas publicitarias funcionan normalmente en dos tandas, la primera con un anuncio largo y la segunda con una versión breve para reforzar el efecto, no parece exagerado pensar que es efectivo hacer el primer anuncio vulnerando el código y, después del aviso, emitir el breve modificado. Así, la compañía se apunta el tanto de contentar al consumidor y emite la publicidad que le da la gana sin mayores consecuencias.
En la publicidad infantil pasa lo mismo que en los horarios de protección de las cadenas, hay muy buena voluntad pero muy poco interés. O quizá hay mucho interés en que las cosas se mantengan como están.
Vía | TDT Imagen | Cosas sencillas