Recuerdo, cuando no había más canales que los públicos, que una de las conversaciones que se mantenían durante la cena y poco antes de sonar las campanadas, versaba sobre cuáles serían los tres últimos anuncios del año y los dos primeros del nuevo año.
Se hacían hipótesis, siempre basándonos en lo que los periódicos comentaban al respecto. Algunos hacían sus quinielas particulares. Lo cierto era que TVE tenía por costumbre mantener en silencio el nombre de las empresas de esos tres últimos anuncios, creando una expectación enorme por descubrir con qué nos iban a sorprender ese año. Una de las apuestas posibles solía ser el BBVA, fija era Coca Cola, y rara vez se fallaba con ellos, aunque no solían aparecer los últimos, eso quedaba reservado para aquel que más hubiese pujado por el antaño minuto de oro del año de la televisión en España (y TVE su buena pasta se sacaba).
Aparecieron las diferentes canales privados, y esa conversación previa a las campanadas, como el ya olvidado minuto de oro de la televisión, pasaron a la historia. A día de hoy las alternativas son tantas que las empresas tantean cada canal, esperando encontrar el mejor hueco posible, pero sin pagar un pastón por ello. Las empresas tradicionales por esas antiguas fechas siguen estando, pero candidatos han aparecido como canales hay ahora. Imagino que, con los tradicionalistas que somos en este país para estas cosas, Ramón y su capa se llevarán la audiencia, y ahí sacará provecho el anunciante que haya apostado por ellos. Solo un matiz, todo esto último que comento ha cambiado en la era de Internet y YouTube. El 31 de diciembre, sólo veremos unos pocos anuncios antes de las uvas. ¿Problema? No. Al día siguiente estarán disponibles para su visionado en los canales del futuro, ya sea YouTube, Dailymotion o aquel en el que los internautas decidan subirlo. Con estos detalles se perdió la magia, de una forma ya olvidada de vivir la proximidad del año nuevo.