Verdad y mentira en Hollywood (y 5)

La mujer en silencio de Janet Malcolm es un libro imprescindible para todos aquellos interesados en las relaciones entre hecho y biografía, entre ficción y ficcionalización.

El libro, en teoría, trata de la relación entre Sylvia Plath y Ted Hughes. Pero no exactamente: Malcolm analiza las biografías que se han publicado hasta el momento - el libro fue escrito a principios de los noventa - y habla con algunos de los testigos. A diferencia de muchas biografías o reportajes, Malcolm está en el libro. Hace notar sus simpatías y sus antipatías. Confiesa sus limitaciones. Da cuenta de los cambios sugeridos por el propio Hughes y su hermana Olwyn. Se pone a prueba y se muestra vulnerable o equivocada.

La escena más poderosa transcurre hacia el final, cuando Malcolm visita a Trevor Thomas, el vecino de Sylvia Plath durante sus últimos tiempos. Es un lugar desordenado, caótico, y Malcolm reflexiona después.:

"Así son las cosas, decía aquel lugar. Así es la realidad inmediata, con toda su multiplicidad, azar, inconsistencia, redundancia, autenticidad. Ante el desorden magistral de la casa de Trevor Thomas, las casas ordenadas en la que vivimos la mayoría parecen mediocres y sin vida; igual y en el mismo sentido que las narraciones que se llaman biografías palidecen y se hunden ante la desordenada realidad que es una vida"

Cuando leí el fragmento me emocioné. Y me acordé entonces de aquella versión cinematográfica de la vida de Plath que protagonizó Gwyneth Paltrow bajo el nombre de 'Sylvia' (id, 2003). En aquella versión, el problema no era que la directora, Christine Jeffs, no asumiera una posición tan artística como la de otros.

El rastro de la vida

El problema es que su Sylvia Plath era exactamente lo que se esperaba de ella un relato oficial no muy exacto, como demuestra el libro de Malcolm.: una mártir irreprochable, víctima de un hombre excesivo, un Ted Hughes inetrpretado por Daniel Craig con carisma en una dirección (narrativa) equivocada que es la del personaje bidimensional, sin aristas, otro ejercicio de sencilla fascinación hollywoodiense.

Y me acordé también de aquel fragmento de Mañana en al batalla piensa en mi donde Javier Marías, o su invisible y esquivo narrador, escribe.:

"De casi nada hay registro, los pensamientos y movimientos fugaces, los planes y los deseos, la duda secreta, las ensoñaciones, la crueldad y el insulto, las palabras dichas y oídas y luego negadas o malentendidas o tergiversadas, las promesas hechas y no tenidas en cuenta, ni siquiera por aquellos a quienes se hicieron, todo se olvida o prescribe, cuanto se hace a solas y no se anota y también casi todo lo que no es solitario sino en compañía, cuán poco va quedando de cada individuo, de qué poco hay constancia, y de ese poco que queda tanto se calla, y de lo que no se calla se recuerda después tan sólo una mínima parte, y durante poco tiempo, la memoria individual no se transmite ni interesa al que la recibe, que forja y tiene la suya propia. "

En estas reflexiones, he buscado dar cuenta de las problemáticas y enfoques que tienen las películas biográficas, pero, para llegar a una conclusión, creo que una vida es incompleta y que cualquier intento por ordenarla obedecerá siempre a un criterio.

Entendimiento y salud

Entender a qué sirve este criterio, bajo qué intenciones o pretensiones, debería ser pues la primera tarea en cuanto a espectadores de estas biografías. No tanto por preservar el honor de los muertos - pues ya no podrán defenderse, pues no estarán vivos, en el rumor de detalles que tan bien entienden Malcolm y Marias - si no para nuestra propia comprensión del pasado, que si bien no puede ser rigurosa y factual siempre, si, al menos, debería ser prudente.

Parece inevitable pensar que habrá más películas biográficas. Y me gustaría cerrar estas reflexiones con un par de observaciones acerca de la última que he visto, 'Descifrando Enigma' (The Imitation Game, 2014). Es totalmente olvidable.: un grupo de actores ingleses haciendo gestos, un misterio totalmente inventado y una serie de cambios que, lejos de ajustarse a lo que sucedió con un mínimo de decencia, convierten y reproducen los clichés como si éstos fueran a ser más creíbles.

En su intento de acercarnos una lucha humana, la película es francamente banal, otro picnic de Hollywood lleno de buenas intenciones que esconden una gran trivialidad en cualquier asunto importante. Y esto es disculpable.

Pero en su ideología - en su convicción, más cínica o profunda - de que la única manera aceptable de contarnos a Turing es mediante una serie de escenas reiterativas, música rimbombante y un actor de moda ofreciendo un recital es donde la película resulta ofensiva.

Porque en última instancia, al tomar el pulso de los muertos, lo que hacemos es comprobar hasta que punto podemos, todavía, como sociedad tener salud en nuestros ojos, corazones, cabeza y oídos.

Y si se nos presupone ciegos, facilones, tontos y sordos ¿qué verdad y mentira habrán de importar a nadie?

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