Pierrot Le Fou (1965) de Godard (me resisto a llamarla Pierrot el Loco, ya sea por el nombre, ya sea por capricho) es todavía la película más libre de su etapa con Anna Karina. No es la más hermosa, de esa ya hemos hablado, pero sí la más libre. Era el cierre de una época, Godard lo sabía, y parecía llegar a uno de los límites con su estilo.
La conversación que mantiene Jean-Paul Belmondo es con Samuel Fuller, para Godard el gran resistente secreto del cine americano, también para cualquier espectador más o menos sensible, más o menos educado. Nada es casual con Godard. Ni la elección de Fuller ni la de Belmondo, el protagonista de su primera película.
Godard es un ensayista.
El espectador también. Por eso Fuller dice que una película es un campo de batalla.