La reciente noticia del regreso de la serie 'Twin Peaks' a la televisión ha sido, en sí misma, un acontecimiento casi tan interesante (o incluso más) que el hecho en sí, todavía venidero.
Al aluvión de felicidad de redes sociales, hay que sumar detractoras y detractores de todo tipo. Hay quien ve un conflicto cultural y generacional en el rápido consenso que ha provocado el retorno.
Lo cierto es que la serie, creada por David Lynch y Mark Frost, nunca fue especialmente anhelada y la película posterior a su cancelación, 'Twin Peaks: Fuego camina conmigo' (Twin Peaks Fire Walk With Me, 1993) sigue siendo, tal vez, la más incomprendida de cuantas ha hecho Lynch.
Es verdad que todo seguidor de la serie sabe que su segunda temporada fue un reflejo fiel de sus tropiezos, con tramas mal construidas y torpemente solucionadas y un final abrupto, directo, insatisfactorio. La serie, que en tantas cosas sigue siendo irrepetible, tuvo muchas presiones para revelar la identidad del asesino de Laura Palmer, que llevaron a quebrantar el hasta entonces perfecto desarrollo de unos personajes y mitología muy recordables.
Así que hay un par de consideraciones interesantes que hacer respecto al retorno de esta. Vivimos tiempos decididamente nostálgicos, sí, aunque a lo mejor empiezan a ser endemoniadamente nostálgicos. Ninguna de las recuperaciones nostálgicas ha dado frutos ¿qué hace pensar que esta será mejor?
Seguramente aquí está lo positivo: es el primer proyecto de Lynch netamente norteamericano en casi veinte años. El cineasta, que ha dirigido obras como 'Carretera Perdida' (Lost Highway, 1997), 'Mullholland Drive' (id, 2002) o 'Inland Empire' (id, 2007) con presupuesto europeo de por medio, regresa con carta de libertad pero lo hace alejado del cine, en televisión.
No es el primer caso, pero éste es especialmente reseñable por tratarse de un director no demasiado afín a una vocación mayoritaria, aunque eso no signifique no cuente con su propio consenso crítico o un público leal.
Pero el caso es que Lynch no podía trabajar en la industría cinematográfica de Estados Unidos en las condiciones ideales y sí lo puede hacer en la televisión de allá.
Añoranza impostada
El asunto es qué cederá.: la nostalgia o la libertad. No hay nada especialmente interesante en los personajes de Peaks, ni nada que a primera vista sea más que otro halago a la falsa nostalgia.
Contaré aquí mi propia experiencia: vi la serie al final del amanecer del emule, paraíso precoz y desordenado de compartir archivos, en pleno 2005. Contaba con diecisiete años y amé la serie pues tenía la suficiente distancia - de la generación de mis padres, quienes la vivieron en telecinco a la manera española y convencional - para no conocer ninguna revelación argumental.
Ciertamente muchos de los felices por ese reencuentro son un público a quienes nunca ha pertenecido. La noticia coincide con el décimo aniversario de una serie que, con no pocos ribetes sacados de la Lynch, logró construir una mitología para mi propio tiempo: 'Perdidos' (Lost, 2004-2010).
Si la primera pregunta es ¿puede la nostalgia dar obras en libertad? La segunda es no menos necesaria ¿Podemos ser presos de una nostalgia repetitiva, tosca que nos obligue a vivir acontecimientos culturales que no son tales?
Pensarlo es, también, una razón más para el mientras tanto de una espera que no sabemos si es tal.
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