De 'Pat Garrett y Billy The Kid' (Pat Garrett and Billy The Kid, 1973) me asombra todavía la valentía con la que Sam Peckinpah se propuso hacer una película de despedida y traición, sin apenas rastro de heroísmo, nobleza.
Es una película llena de limitaciones. No parece que existan las mujeres más que para complacer hombres y en su tono de elegía, la amistad entre machos parece lo único posible en un mundo despiadado.
Es sabido que Peckinpah modificó el guión que firma Rudolph Wurlitzer. La película empieza con Garret, encarnado por James Coburn, siendo asesinado por los hombres que, sabremos luego, son aquellos para los que decidió trabajar.
Pero esta es una película de gente diciendo adiós, Peckinpah está, por eso mismo, verdadderamente trágico, casi tanto como en la anterior 'Grupo Salvaje' (The Wild Bunch, 1969).
Por ejemplo, compone a sus personajes en entornos sucios, vacíos, más bien vulgares. Sus planos generales vacian, nunca engrandecen.
Un lugar donde morir
La secuencia más famosa, donde se convoca el tema de la banda sonora de Bob Dylan, es también una de las más más hermosas. Peckinpah imagina una mujer distinta, de armas tomar, que luchan junto a Garrett, a modo de favor, para capturar a Billy el Niño. El sherif Baker, al que da vida Slim Pickens y su esposa,interpretada por Kathy Jurado, tendrán un rol breve en la historia, pero eso no es para Peckinpah una excusa o una secuencia transitoria. De hecho, protagonizan una de las más hermosas, si no la más.
Es hermoso como aquí el plano general es solamente de despedida. Es asombroso como Peckinpah respeta los puntos de vista - tres - mediante planos medios para dotarlos de emotividad. La figura siempre permanece en medio y es de hecho, el plano general - omnisciente, metafórico - el que rompe y barroquiza la imagen de la muerte - el hombre cruza el río para morir, y también se dirige a él para marcharse con lo que queda de dignidad.
Porque esta es una película donde todos dicen adiós, adiós, adiós.
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