La huelga de guionistas de Hollywood terminó justo a tiempo para preparar la ceremonia. Demasiado justo, diría yo. Jon Stewart permaneció casi en un segundo plano, mientras se limitó a presentar a todos los que desfilaron por el escenario del Kodak Theatre. Pocos chistes (buenísimo el referente a Cate Blanchett, y casi de mal gusto el dedicado a Angelina Jolie), y pocos momentos memorables en una ceremonia que se caracterizó por entregar premios a una velocidad casi vertiginosa si la comparamos con entregas anteriores.
Por supuesto, uno de esos momentos fue también uno de los más esperados, sobre todo en nuestro país: el Oscar, más que merecido, entregado a Javier Bardem (la prensa del corazón debe estar que trina, muchos de ellos desearon que no ganara el premio, motivados por las más que lógicas, y llenas de razón, declaraciones de Bardem a la subcultura ésa que tanto daño hace). Bardem estuvo genial en su discurso, se disculpó por tener que hablar en español, y tuvo unas palabras muy emotivas, todas ellas perfectamente encajadas en el poco tiempo que tenía para hablar.
Mientras un servidor se zampaba Pepsis y sándwiches de todo tipo (desde salchichón hasta nocilla) en compañía de buenos colegas, casi nos atragantamos cuando entregaron el premio a los mejores efectos visuales, que fueron a parar para la bochornosa 'La Brújula Dorada'. Aún sigo pensando que es un chiste. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que los efectos de 'Transformers' y de 'Piratas del Caribe: en el Fin del Mundo' estaban a años luz de la cosa ésa llena de pegotes digitales. Los demás premios técnicos entraron dentro de lo esperado, aunque a muchos les sorprendió el maquillaje para 'La Vida en Rosa', predicción que muy pocos acertamos.
Me pareció curioso la cantidad de emocionados sobre el escenario. Es lógico y evidente que todo aquél que gana un Oscar está emocionado, e incluso nervioso, pero este año han sido bastantes los que no han podido controlarse del todo con el premio en la mano. Glen Hansard fue uno de ellos, con su merecidísimo premio a la mejor canción (compartido con Markéta Irglová). Marion Cotillard y Tilda Swinton, que bien podrían considerarse sorpresas menores, fueron las otras dos. Terriblemente emocionadas, parecían no saber a quién dedicar el premio ni qué decir. Natural y lógico.
Los peores momentos correspondieron, a mi juicio, a las canciones nominadas y que fueron interpretadas a lo largo de la noche. Momentos que casi llegaban al suplicio, y que todos suplicábamos que terminasen de una vez. Hasta Hansard e Irglová estaban visiblemente nerviosos en su actuación, y aunque se llevaron el premio, creo que cometieron el error de interpretar una versión un tanto diferente, con arreglos orquestales y todo, de su sencilla y emotiva canción. Por lo menos, estos momentos musicales fueron compensados con otros, con lo que prácticamente todos los años hacen de maravilla en la ceremonia de los Oscars: los montajes visuales en los que se recordaron a los fallecidos en el último año, y todos los guionistas, actores, actrices y directores que recogieron un premio en ceremonias anteriores. Como siempre, muy emotivo todo, y también una lección de montaje (deberían aprender por estos lares).
No hubo gran perdedora, todas las películas nominadas a premios importantes recibieron algún premio, y hasta el último momento no se sabía si ganarían los Coen o Paul Thomas Anderson, con sus respectivas películas. Hasta el momento de entregar el Oscar al mejor director, ambas llevaban dos estatuillas cada una, y eso al menos le dio un poco de suspense y emoción al asunto. Al final, 'No es País para Viejos' se alzó como la gran triunfadora de la noche logrando cuatro de los dorados premios. Ethan Coen demostró no saber hablar ante el público las tres veces que salió al escenario. Colin Farrel casi se la pega. Tom Hanks y Harrison Ford ya mayores y con aspecto cansado, La Blanchett la más guapa de la noche, al menos para mí, y poco más. A casa a dormir.
Nunca pensé que diría esto, pero cómo echo de menos a Billy Cristal.
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