Al hilo de los aciertos de guión de Quentin Tarantino, dije que, entre otras cosas, al cineasta al que más se iba acercando era Alfred Hitchock, con la excepción temática. Muchos de los comentaristas, por cierto, reivindicaron 'Malditos bastardos' (Inglourious Basterds, 2009), una película que no creo que sobreviva a la belleza - e impacto - de su escena inicial.
Pero no voy a discutir esto, sino que voy a comparar dos cineastas (Hitchock y Tarantino) para ver hasta qué punto gran parte del cine actual de suspense o de las historias que lo usan han renunciado a lo que ambos dominan con tremenda maestría. ¿Qué razón ha llevado a este desaire? Usaré, precisamente, la escena inicial de la aventura bélica y una obra maestra hitchockiana, 'Crimen perfecto' (Dial M For Murder, 1954).
La mayor parte de películas de asesinatos contemporáneas se basan en dos esquemas: El primero, tradicional, es el de quién lo hizo (whodunit en inglés). El segundo es el de caza y captura del asesino: conocemos su identidad, pero es su inteligencia y capacidad de juego la que se pone a prueba. Los ejemplos en cada una son prácticamente anuales, demostrando que aún cuando las tradiciones alcanza momentos de baja calidad, siguen produciendo ejemplares.
Curiosamente, Crimen Perfecto de Hitchock es cualquier cosa menos ese tipo de película. En los años cicnuenta, Hitchock empieza a hacer un tipo de thriller fascinante, en el que el juego con el espacio es clave para entender lo que sucede. Tenemos a 'La soga' (Rope, 1948) como otro ejemplo. Sin embargo, el libreto de Crimen perfecto es mucho más brillante de lo que parece, lo firma Frederick Knott.
La escena inicial de la película nos sitúa en una pasión que debe cancelarse. El vestido (rojo, sensual) de Grace Kelly lo indica claramente. Ella le dice a su amante que gracias a la madurez de su marido, deben dejar de verse. Pronto llega el marido. Convence a los amantes - en una situación extraña - que marchen sin él a la ópera. Y entonces llegamos a la visita de un pobre rufián a quien el marido pretende chantajear para que mate a su esposa. Es la propuesta perfecta.
El asunto es el espacio. En el mismo espacio, Hithcock establece un montón de relaciones, y todas ellas están relacionadas con los bajos instintos (el deseo, la venganza, la necesidad). Pero además desafían nuestras expectativas. El suspense de la escena es dilatado, porque vemos al marido indicar cómo debe matar a su esposa.
Lógicamente, esta escena sale mal, pero la segunda mitad de la película es otra historia. La razón por la cual los cuarenta primeros minutos están llenos de suspense es porque nuestro juego de simpatías va de un lugar a otro, y hacia el final el personaje de la esposa infiel es poco menos que frágil.
La primera escena de 'Malditos bastardos' (Inglourious Basterds, 2009) establece (primero con un capítulo, el primero) el tema de la venganza, central en la historia de Shosanna (Mélanie Laurent). No hace falta ser muy avispado para que comprendamos que eso va a suceder.
La escena inicial es brillante. Vemos a los judíos indefensos, ocultos, en la casa de un campesino francés, acompañado por sus hijas. La entrada del temible coronel Hans Landa (Christoh Waltz) y sus hombres indica el miedo. Landa enseguida traza una estrategia: la lengua. Los judíos no conocen el inglés, así que el coronel, como antes el asesino de Hitchock y con resultados diferentes, explica como va a matarlos. Dilata el suspense. Fingirán que se marchan sus soldados. Luego entrarán y dispararán contra el suelo, donde están ocultas las víctimas. Es otra propuesta perfecta: las hijas del granjero sobrevivirán, él solamente tiene que cambiar de lengua.
Tarantino narra esta escena con un solo propósito: no ser convencional. La escena podría haberse resuelto de un modo sencillo, sin verbos, siendo más contundente o incluso más dramática, si de lo que se trataba era de llevar a la audiencia a un territorio lagrimal. Pero no, escoge el suspense porque se basa en jugar con las expectativas de la gente. Narra ese asesinato para ponernos en una posición incómoda.
Curiosamente, en la odisea bélica Tarantino repite el mismo ingenio verbal - confusión de lenguajes y gestos que indican extranjerismo y devienen entonces en tiroteo - a lo largo de la película, razón por la cual no alcanza la cima de Hitchock. Pero el resto de sus películas confirman que Tarantino es completamente talentoso y muy capaz de no errar en esto.
Pero tal y como hace Hitchcock, Tarantino resuelve esa escena de un modo que esperamos y al mismo que no esperamos. Esperamos que se establezca el terreno abonado para una venganza, pero no sabemos quien va a sobrevivir, ni de qué manera exacta. La sonrisa de Landa, por otra parte, es meta-cinematográfica.
Es una sonrisa extraña. Grita su nombre. ¿Intuye su reencuentro? (en la película, Landa al final termina siendo presa de los "bastardos"). ¿Sabe que ella buscará una venganza? Al final de Crimen Perfecto no hay tampoco histerismos en el asesino, que además acaba de ser capturado y ha descubierto que no tiene salida alguna. Solamente Ray Milland sirviéndose una copa y ofreciendo un trago a los demás. Como si el villano se tomara un respiro, con la película que termina, ahora que ya nadie lo requiere tan maquiavélico.
Como si, por un instante, fueran sus directores, el Hans que ríe y el Milland que da un sorbo, riéndose de sus inteligencias, tan retorcidas, y de las escenas que construyen para que los espectadores y las espectadoras miren el horror, la sordidez, la muerte.
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