Después de todo el Cine reciente que me había tragado, me apetecía volver sobre la base de todo el cine que se hace ahora, o sea, el cine clásico, que cada vez está siendo más olvidado. Asi que me vi esta película francesa dirigida por Jacques Feyder en 1935 y que narra, durante el siglo XVII, una visita de soldados españoles a un pequeño y tranquilo pueblo de Flandes, donde todos se pondrán muy nerviosos por tal acontecimiento. Es entonces cuando las mujeres del pueblo, motivadas por la cobardía de sus maridos, deciden preparar una enorme fiesta de bienvenida que no olvidarán.
Ya desde el principio el tono de la película está bien claro, se trata de una comedia, que ridiculiza todos los estamentos conocidos y a todo el mundo. Al respecto decir que los españoles somos retratados como auténticos tiranos y seres despreciables, lo cual no deja de tener su gracia en el contexto de la película. Atención a la primera aparición de un personaje español, todo el mundo se echa a temblar, y el film logra transmitir esa sensación de temeridad, porque una de las cosas que sorprende de esta película es que, siendo una comedia, alterna la risa con pequeños momentos dramáticos, alguno de ellos muy fuerte para la época, conservándose su fuerza hasta hoy día.
La película fue un enorme éxito en su momento, llevándose varios premios en distintos festivales. Pero en su momento fue prohibida en Francia, incluso su director tuvo que exiliarse, debido a la ridiculización de ciertos estamentos, como el ejército o la figura del héroe, que, dicho literalmente, son dejadas por los suelos. A pesar de ello, y de la época en la que fue rodada, la película triunfó en todo el mundo.
Parte del mérito corresponde a un extraordinario guión, lleno de frases ingeniosas y divertidísimas que no han perdido nada de su chispa, en medio de situaciones todavía más divertidas, y dichas por unos personajes todos encantadores y llenos de fuerza, sobre todo ese grupo de mujeres que deciden tomar las riendas del asunto, interpretadas de forma muy vital y enérgica por Françoise Rosay, Micheline Cheirel, Lyne Clevers y Marise Wendling, entre otras. Por otro lado, esos hombres, verdaderamente acobardados ante la posibilidad de que su pueblo sea sometido, con reacciones verdaderamente drásticas, pero que gracias al tono de la película, provocan la carcajada; ellos también están estupendos, Bernard Lancret, Jean Murat y André Alerme, entre otros.
Y cómo no, la figura del director, verdadero alma máter de esta película, con una forma de dirigir adelantada a su tiempo, narrando de una forma precisa y con un enorme dominio del ritmo, sumándose también un excelente uso de la cámara con travellings realmente espectaculares, a través de una dirección artística verdaderamente impresionante. En definitiva, una buena película, de esas que ya no se hacen.