Hoy, después de casi diez años (recordemos que la primera entrega se estrenaba el 30 de noviembre de 2001) concluye (tristemente para muchos seguidores, satisfactoriamente para muchos detractores) una de las sagas más rentables de todos los tiempos, la que tuvo lugar gracias a las millonarias ventas de las novelas de J.K. Rowlings. Los siete volúmenes han dado para ocho películas, para buenos y malos títulos de aventuras, para que la Warner cosechase un dineral en recaudación de taquilla y de DVD y Blu-ray. A estas alturas, ya no va a ganar nuevos adeptos ni nuevas indiferencias, pero podemos hacer un repaso de lo que ha dado de sí, absteniéndonos de comentar su clamoroso éxito económico, una franquicia que aunque a grandes rasgos no aporta nada nuevo al género de la fantasía aventurera, posee bastantes alicientes narrativos, aunque también bastantes componentes negativos, o por lo menos grises, un reparto lleno de buenos actores (también de algunos menos dotados) y una cuarteto de directores, a cual más dispar.
Las buenas (más que buenas) sensaciones que a muchos nos provocó el visionado de la primera parte de la última película, se esperan en la segunda parte, que está recibiendo muy buenas críticas, y que en un principio seguirá en esa buena línea abandonada algunos títulos atrás. Tanto a las novelas como a las películas puede reprochárseles el bajón que tuvo lugar a partir de la cuarta entrega (que se publicó justo cuando la primera película empezaba a filmarse, no creo que sea casualidad), ya que la quinta novela podría haber dado mucho más de sí, y la quinta película siguió el mismo camino o peor. Pero para el final de este evento cinematográfico, parece que se lo han tomado muy en serio, contratando además a uno de los mejores músicos y a uno de los mejores operadores del cine actual, además de con unos guiones mucho más elaborados. Una gran noticia para los que todavía creían que esta serie podía ser algo especial. Sobre todo ha sido algo muy irregular.
8 títulos
Todo comenzaba unas Navidades en las que la atención mediática estaba centrada en la adaptación de ‘El señor de los anillos’, con ‘La comunidad del anillo’ (‘The Fellowship of the Ring’, Peter Jackson, 2001) a mitad de diciembre, y aunque en un principio se pretendió una cierta rivalidad con ‘Harry Potter y la piedra filosofal’ (‘Harry Potter and the Philosopher’s Stone’, Chris Columbus, 2001), ambas tuvieron una buena acogida, sobre todo la primera, y no hubo ganadora ni perdedora en ese artificial combate. Columbus fue una elección cauta: un director comercial, que no lo hacía del todo mal, y que iba a plegarse sin problemas a una producción de este calibre, aceptando un guión que se limitaba a seguir la novela punto por punto, o casi. Sin embargo a la película le falta imaginación visual, riqueza fantástica, parece demasiado académica y muy poco aventurera, sin dinamismo y sin fuerza expresiva. Un blockbuster temeroso de arruinar una futura franquicia que se sospechaba más que rentable. Inevitables actores anglosajones: un anciano Richard Harris lideraba el reparto, con el gran Alan Rickman clavando a Snape, y otros como Robbie Coltrane o John Hurt en papeles más pequeños.
Los tres chavales protagonistas, Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint cumplían más o menos bien, siendo tan pequeños, lo mismo que en la segunda parte, ‘Harry Potter y la cámara secreta’ (‘Harry Potter and the Chamber of Secrets’, 2002) de nuevo dirigida por Columbus, con todavía menos imaginación para el cine de aventuras, y con nuevas caras, como un guiñolesco Kenneth Branagh. Desactivado el elemento sorpresa, hasta algunos fans acérrimos de las novelas parecían desencantados con un díptico inicial sin nada destacable que ofrecer, con algunas secuencias más o menos potables (la lucha final contra el basilisco, la secuencia del espejo, la de la araña gigante), pero en un conjunto bastante gris y sin chispa, más allá de la ilustración de unas novelas. Pero todo cambió con la tercera parte, que en mi opinión es una verdadera joya. ‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’ (‘Harry Potter and the Prisoner of Azkaban’, Alfonso Cuarón, 2004) elevaba la serie hacia territorios inimaginables de la aventura fantástica, con una sensibilidad, una fuerza narrativa y un sentido de lo maravilloso como pocas veces se dio en la pasada década.
De pronto parecía que la saga podía convertirse en bastante más de lo que había sido hasta entonces, algo que se vio confirmado por la estupenda cuarta parte, ‘Harry Potter y el cáliz de fuego’ (‘Harry Potter and the Goblet of fire’, Mike Newell, 2005) en la que por fin veíamos a Voldemort reencarnado, con Ralph Fiennes bordando el papel, con un espectáculo superlativo. Una buena película Potter, sin duda, con un gran final, pero la saga se vio estropeada por la gris quinta parte de la saga, ‘Harry Potter y la orden del Fénix’ (‘Harry Potter and the Order of the Phoenix’, David Yates, 2007), que dirigió un cineasta con pocos créditos y menos imaginación, y que hizo regresar a la saga a sus anodinos comienzos. Una peliculita sin casi aventuras y sin casi nada de emoción, salvo la parte final, con el combate de grandes magos y la muerte de Sirius. Siguiendo la estela de esa película, estropearon una de las dos mejores novelas de la saga, ‘Harry Potter y el misterio del príncipe’ (‘Harry Potter and the Half-Blood Prince’, 2009) destrozaba el original literario y se convertía en una comedieta para adolescentes. Muchos temíamos que no hubiera más buen cine en esta saga.
Pero llegó la séptima parte, ‘Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 1’ (‘Harry Potter and the Deadly Hallows, part I’, David Yates, 2010) y muchos nos tuvimos que tragar nuestras palabras, ante semejante derroche de buen gusto, suspense y aventuras, que esperemos (salvo sorpresa mayúscula…) serán los detonantes de la película final. Diez años que se han pasado en un suspiro, en los que el grupo de actores ha envejecido o ha llegado a la mayoría de edad, y en los que el cine comercial se ha hecho dueño de un aparato de marketing gigantesco, pero por lo menos han dado de sí dos buenas películas de aventuras (la cuarta y la séptima, esperando poder ver la octava) y una joya sin paliativos (la tercera).
El reparto
Como en otras sagas famosas, o en otras películas célebres que han fagocitado a sus actores, muchos se preguntan qué será ahora de Radcliffe, Watson y Grint. En cuanto a actores consagrados que han encarnado a (algunos preciosos) personajes, como Gary Oldman, Ralph Fiennes, Michael Gambon, Jim Broadbent, Emma Thompson, John Cleese, Brendan Gleeson, Imelda Staunton, Jason Isaacs, y otros estupendos intérpretes, no hace falta elucubrar mucho, pues sin Harry Potter ya eran ellos mismos. Pero es ese trío de chavales los que levantan interrogantes. De los tres, bajo mi punto de vista, la que tiene más futuro es Emma Watson, que es la más dotada interpretativamente y la que más ha crecido como actriz. Es de esperar que le cueste un poco hacer olvidar al espectador a su Hermione Granger, pero estoy casi seguro de que lo puede conseguir. Lo de Radcliffe ya es otra cosa. Siendo el actor menos dotado de los tres, pero también habiendo interpretado a uno de los personajes más famosos de la historia del cine.
No imagino a Radcliffe, la verdad, y no es mala leche por mi parte, llevando una carrera interesante de actor. Sí me imagino a Rupert Grint, quizá, convirtiéndose en un buen actor de comedia, porque tiene aptitudes, y es raro encontrarlas en alguien tan joven. Ya veremos lo que dan de sí. De momento sus proyectos futuros no llaman demasiado la atención, quizá es demasiado pronto para pensar en olvidar la saga, pero ya Scorsese ha proclamado su interés y admiración por Grint como intérprete, y se advierte en Watson a una muchacha muy inteligente que puede sorprender con decisiones futuras. Todo es una incógnita. Pero tampoco se pueden quejar. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que son los tres actores jóvenes más afortunados del planeta, aclamados, multimillonarios y famosos, y esto lo saben ellos muy bien, independientemente de cómo les vaya en el futuro.
La música y la fotografía
Arriba del todo he puesto el corte que más me gusta de todos los scores de la saga, que es el momento de la tercera parte en que a Potter le suben al enorme hipogrifo y se marca un vuelo espectacular por los alrededores de la escuela, casi una liberación espiritual. Fue la última partitura musical que el insigne John Williams, creador del tema principal, escribió para la saga. Si lo pensamos bien, era la opción más lógica que Williams empezara siendo el compositor de la primera película, y que su estilo, que tan bien mezcla grandilocuencia con intimismos, fantasía con aventura, marcara el rumbo a seguir. En la segunda parte compartió créditos de la música por primera vez en su carrera, con el desconocido William Ross, por razones no explicadas, y en la tercera firmó la más bella de todas sus partituras para la saga. Cansado de tanta trilogía, le cedió el testigo a Patrick Doyle, que hizo un estupendo trabajo para la cuarta parte. Lamentablemente, no llamaron más al músico británico, y fue sustituido por el anodino Nicholas Hoopper.
Menos mal que para las dos últimas películas de la saga, han llamado a uno de los músicos más en forma de la actualidad, uno que en el cine de ahora mismo creo que está entre los cinco mejores del mundo, por grandiosidad, por lirismo, por personalidad. Se trata del músico francés Alexandre Desplat, cuya carrera ha sido meteórica los últimos cuatro o cinco años, y que nos regaló con una partitura fenomenal, la cual recogía las mejores esencias de la creación original de Williams, y la llevaba a terrenos mucho más líricos y personales. He podido escuchar la partitura de la última película, y es aún más valiente que la anterior, complementándose perfectamente con ellla, en unos acordes mucho más tenebrosos y menos comerciales, lo que la aúpa a una de las mejores de la saga. Una verdadera maravilla.
En cuanto a la fotografía, no es algo en lo que la saga haya destacado especialmente. Como no podía ser de otra manera, en la película de Cuarón obtenemos una bella iluminación de Michael Seresin, pero para el resto, los trabajos de Bruno Delbonnel, Slawomir Idziak (que es un buen operador, pero que en la quinta parte ofreció una labor sin inspiración alguna), Roger Pratt (ídem) o John Seale (ídem de ídem). Pareciera que no querían saturar de claroscuros ni de pictoricismos a una saga que era susceptible de ello, y a la par con una escenografía algo plana, siguieron unas directrices muy conservadoras en cuanto a lo lumínico. Sólo Seresin ofreció algo más que interesante. Pero para la séptima película, y de nuevo por suerte, se contrató a uno de los mejores fotógrafos de cine de los últimos treinta años, el portugués Eduardo Serra, que a sus sesenta y ocho años logró un aspecto fenomenal para la séptima parte, y muy seguramente para la octava y final que se estrena hoy, dotándola de atmósfera, de riqueza expresiva, de claroscuros psicológicos…todo lo que debía haber sido la fotografía de la saga desde sus comienzos.
En unas veremos y comentaremos la octava y definitiva película. No es la mejor saga de todos los tiempos, ni siquiera la mejor aventurera, pero buenas dosis de fantasía y aventura ha dado (también de conservadurismo y romanticismo pasado de moda) y quizá esta conclusión apuntale un poco más el no demasiado grande prestigio de unas películas que andan necesitadas de él para perdurar en el imaginario y trascender el hype del momento.