Hace unos días os comenté mi opinión sobre la situación del cine en España, pero quizá me centré en demasía en hablar de la asistencia del público a las salas, cuando el disfrute doméstico del séptimo arte siempre ha sido un factor esencial en la capacidad de la gente para conocer algunas de sus películas favoritas. Ya sea por haberse estrenado incluso antes de haber nacido o porque sencillamente no hay tiempo ni dinero (o simplemente porque la cinta en cuestión ni siquiera llega a estrenarse en la provincia done se viva) para ver todos los estrenos interesantes que nos llegan, lo cierto es que gran parte de nuestros visionados lo hacemos resguardados en nuestros hogares, y no pocas veces son películas que habíamos comprado con anterioridad. Sin embargo, eso es algo que está cambiando y ahora la compra de nuestros títulos favoritos (o no, a veces con una buena presentación o precio muy reducido acabábamos comprando algunas que tampoco no entusiasmaban demasiado) es algo que está empezando a quedar de lado.
Dentro del artículo que dediqué al impacto de la piratería en el cine comenté brevemente las opciones que tenemos en España para ver películas online en servicios legales, y el panorama era bastante desolador. No obstante, esa no es tan habitual en el extranjero, donde ya se anuncia que en este 2012 serán más las películas que se vean online que las que se hagan usando dvds o blu-rays en USA. Es la primera vez que pasa algo así, pero ¿en qué situación deja eso a los amantes de coleccionar sus películas favoritas?
No seré yo el que niegue las quejas de muchos sobre el hecho de los cambios de formato tienen un componente sacacuartos (no deja de ser volver a pagar por algo que ya tienes) muy pronunciado. Por suerte o por desgracia yo comencé a consumir cine en casa a través del VHS, el cual siempre fue bastante insatisfactorio: Las cintas además de ser demasiado gruesas se iban deteriorando según el número de visionados, algo difícil de perdonar cuando uno quería conservar sus películas favoritas para toda la vida. Sí, uno era bastante iluso por aquella época, y algo tan condenado al fracaso como lo fue el Laser-Disc no hacía sino dar fuerza a la necesidad de seguir comprando películas en VHS. Luego apareció el dvd y el salto fue abismal: Las películas podían reproducirse cuantas veces quisiera sin perder calidad, teniendo además una imagen mucho más definida y, sobre todo, la opción de poder verlas en versión original con subtítulos. Si eso añadimos el interés potencial de los extras (muchas veces una porquería) teníamos algo que parecía casi ideal.
Luego llegó la guerra entre el Blu-ray y el Hd Dvd, formatos que siempre vi con recelo, incluso gastando bromas con mis amigos sobre la mera necesidad de dar el salto. Y es que entonces el cambio básicamente era tener una calidad de imagen y audio mejor, pero que uno sólo llega a notar realmente cuando tiene un televisor (y un equipo de sonido) apropiado para ello. Sin embargo, cuando tuve un televisor de generosas proporciones (42 pulgadas) di el salto y empecé a hacerme una colección respetable, donde hay espacio tanto para películas que ya tenía en dvd como para títulos que nunca tuve en ese formato. El problema es que la tecnología llega un punto en el que su avance no resulta interesante para la misma cantidad de gente, y si ya hubo alguna gente que no dio realmente el salto al dvd (mis abuelos), eso ha sido aún más pronunciado en el caso del blu-ray, el cual parece que nunca terminará de imponerse realmente al dvd. Ya se habla de futuros formatos, pero la realidad parece indicar que ninguno volverá realmente a triunfar.
Por una parte, es obvio que eso a lo que se llama piratería está haciendo que mucha gente opte por montarse su propia colección personal grabándose películas descargadas de Internet o compilándolas todas en cómodos discos duros (los cuales, por regla general, acaban estropeándose y tú perdiendo las preciadas posesiones que allí tuvieras). Aquí se podría entrar en ciertas apreciaciones como el hecho de no ser realmente una colección, ya que al menos yo siempre he hecho una distinción muy clara entre las películas compradas que tengo (unas 500 en dvd y algo más de 100 en blu-ray) y las que tengo por otros medios (como las grabadas antiguamente por su emisión en televisión, algo que hoy ha sido sustituido por su descarga), pero lo que realmente me interesa a mí es el componente de coleccionista, es decir, esas personas cuya gran afición es formar una gran videoteca personal, la cual lucen con orgullo a la menor ocasión. En esos casos hay todo, desde lo que no te dejan acercarte a menos de dos metros de sus películas hasta los que están hasta deseosos de prestarlas a los demás para que disfruten con eso que les hizo gastarse sus dineros en algo que muchos califican de mero capricho.
La cuestión es que, al igual que otros ámbitos, el coleccionar películas está en declive (aunque siempre quedarán aquellos que buscan la infinidad de películas descatalogadas que siempre va a haber), tanto por razones económicas como de comodidad, y es que ir comprando y comprando a la larga provoca un grave problema de espacio. Eso es algo que a mí me llevó primero a dejar de comprar cds musicales (nunca tuve muchos a decir verdad) o libros (nunca fui un gran apasionado a acumularlos para luego no volver a leerlos nunca), pero me cuesta creer que llegará el día en que haya un servicio online tan fiable, que tenga todo lo que quiera ver (que esa es otra, es un mercado demasiado segmentado en el que no todo es tan bonito como lo pintan) y a un precio suficientemente ajustado a la realidad económica (¿Qué hay actualmente que no sea una estafa o vaya camino de serlo?) como para dejar de valorar tenerlo físicamente. Eso sí, creo que ha llegado el punto en el que ni necesito, ni quiero un nuevo formato de estas características, pero eso tampoco cuadra con la sociedad consumista en la que vivimos. Yo no sé cuál será exactamente el futuro, pero ninguna de las opciones me termina de convencer, ¿y a vosotros?