Enrique Urbizu lo llama el aroma de la narración. Incluso en un documental (que en realidad, a poco que reflexionemos, también es ficción) el director emplaza la cámara en un lugar determinado y mira hacia un punto establecido. Luego, con la altura de la cámara, el formato, la profundidad de campo, con una luz precisa, observa lo que ocurre o sucede en ese punto durante un tiempo necesario. Todo lo demás queda fuera, pero aunque quede fuera también podemos sentir ese aroma de la narración, o de la vida, precisamente por haber quedado excluido. Pero lo que no está en el cuadro, lo que ocurrió antes y lo que ocurrirá después, es decir, todo lo demás, somos nosotros mismos en una sala de cine, y lo que llevamos con nosotros a la sala antes de ponernos delante de una pantalla. El director está estableciendo un punto de vista, su punto de vista. Y ese punto de vista puede desgajarse o enriquecerse, o contraponerse, con el punto de vista de sus personajes y sobre todo con el punto de vista del espectador. Creo que el cine, desde que alcanzó una cierta plenitud como arte (plenitud siempre balbuciente y al servicio de lo industrial, siendo un artefacto tan caro) no puede desprenderse de esta concepción del punto de vista, ni en su forma narrativa ni en su forma anti-narrativa. Es, sencillamente, su arquitectura dramática y lo que da plena vigencia y profundidad estética a una imagen.
Demasiadas veces, me temo, se habla de lo que cuenta una película, o de las conclusiones psicológicas o sentimentales, o de los lugares que alcanza una historia, en lugar de hablar de la forma esencial de esa película. Por otro lado, todavía no sé por qué el cine, o una película, tiene que contar una historia necesariamente. Godard dijo “una película debe tener presentación, nudo y desenlace, claro…pero no necesariamente en ese orden”, una desvergonzada forma de decir, a mi manera de ver, que ya estamos preparados para que una ficción, o una sucesión de imágenes, no vuelvan a contarnos la misma historia una y otra vez de la misma forma. A fin de cuentas todo el mundo habla de lo mismo: de la muerte, del amor, del trabajo, del dinero, del sexo, del odio, de la violencia, del hombre, de la mujer, de la naturaleza, de la infancia, de los recuerdos, de los sueños… Una historia no es más que una forma abstracta de hablar de todo eso. Pero en lugar de contarla “desde fuera”, como el que cuenta por enésima vez el cuento de Caperucita Roja, lo interesante en el arte es quién lo cuenta, por qué lo cuenta así, y cómo lo cuenta. En pocas palabras: es la mirada o la voz del narrador mucho más importante que el aprendizaje de que no debemos fiarnos del lobo, y las razones que esa voz o esa mirada tienen para fijarse en caperucita, en el lobo, en la abuela o en las mariposas del bosque son las que formalizan esa obra de arte en concreto. Y yo creo que ahí está lo grande del cine (como también de la literatura), que es olvidarnos de nuestro punto de vista y acceder a otros, algo que es mucho más de lo que parece.
Básicamente, cuando un director hace una película, lo que te está diciendo, como espectador, es: “ven aquí, acompáñame, te voy a mostrar algo y te lo voy a mostrar de la forma en que yo lo veo”, y a continuación tú experimentarás las sensaciones que tengas que experimentar o que puedas experimentar, que no necesariamente serán las misma que las suyas, ni siquiera parecidas a otro espectador. Muchos pueden ver en esto proselitismo o manipulación. Ahí está lo difícil, y es evitar ambas cosas, y por eso es tan complejo dominar lo narrativo, no digamos ya lo anti-narrativo. De ahí que cuando un espectador, de cualquier clase (poco cinéfilo o muy cinéfilo, da igual), se acerca a una película, debería vaciarse de prejuicios y tender a escuchar la voz que inspiró al artista. Una poética forma de decir que durante dos horas va a ver el mundo a través de los ojos del realizador, y va a dejar de verlo desde donde siempre lo ve. No para compartir necesariamente ese punto de vista, pero quizá sí para comprenderlo y admirarlo. Es decir, volver a mirarlo cuando abandone ese punto de vista y vuelva al suyo, que ahora está ampliado y enriquecido. Es una hermosa forma de darse cuenta de que no estamos solos en el mundo, y de que éste es mucho más grande que la distancia entre mis ojos y mi nariz. Y ahí está la razón de que muchas películas, hechas con pericia y talento, no sean grandes películas: tenemos que hacer ese viaje con el director y los personajes, olvidándonos de nosotros mismos para poder vernos realmente, tal como somos. Porque somos nosotros los que hacemos la película acompañados del director, y nunca deberíamos ser espectadores pasivos a los que se les sirve una historia más o menos bien contada. Un buen director siempre dejará abierta varias puertas a habitaciones que llenaremos con nuestros recuerdos y nuestra sensibilidad e inteligencia.

Rigor, solidez, enigma
‘Centauros del desierto’ (‘The Searchers’, John Ford, 1956), que no por un azar comienza siguiendo de espaldas a Martha Edwards cuando ella cree ver algo en el horizonte. Lo que hay en esa mirada, lo que ha ocurrido antes, no lo sabemos, pero es nuestro deber imaginarlo. Después de la tragedia al cuarto de hora de película, el punto de vista lo tomará Ethan, y no será un lugar agradable desde el que ver el mundo de Ford. Pero dos fuerzas pugnarán para robarle ese punto de vista y establecer el suyo: el de Laurie cuando narra con la carta, y el de Martin, que es el verdadero héroe de la historia. Y todo concluye con una mirada hacia el mismo lugar del comienzo (la puerta del hogar) al que observamos, quizá, desde nuestro propio de vista, que John Ford nos devuelve ahora que ha terminado de darnos el suyo. Porque sólo un poeta es dueño de un mundo propio (que parte del real, claro, pero que se le parece poco) y sólo a otro mundo, a otra forma de mirar, es interesante acercarse cuando uno ve una película. Se disuelven así, como meros arquetipos, cuestiones como el conflicto, la trama, la subtrama, los giros narrativos y toda clase de conceptos que deberían ser excusas, y no herramientas (es decir, trucos) para lograr que el espectador sienta esto o aquello. Es casi imposible sentir el flujo de la vida, sobre todo de la complicadísima vida moderna, con elementos como presentación, nudo y desenlace, más que nada porque la vida no los tiene. Es mucho más impredecible, caótica e insatisfactoria.
Otro ejemplo de esto. En cierto capítulo de ‘A dos metros bajo tierra’ (‘Six Feet Under’, Alan Ball, 2001-2005), tiene lugar lo que yo llamo “la paradoja Ball”, cuya forma se repite en la serie muchas veces. Claire Fisher atiende a clases de arte y se dedica a perder el tiempo charlando con su compañero y futura pareja. El profesor la llama a su mesa, y pensamos que va a ser para echarle la bronca. En lugar de eso, le anuncia que quiere que sea su ayudante. Claire, encantada, acepta, para luego averiguar que ser la ayudante de un profesor de arte, de uno tan particular como éste, consiste en hacer de chófer y llevarle la compra a casa. Lo que da pleno sentido, o fuerza expresiva y coherencia, a esta sucesión de cosas, en la que nunca sabemos qué va a ocurrir, es el punto de vista de Claire, con el que nos sentimos completamente identificados, por mucho que seamos personas muy diferentes a ella, pensando en la forma en que reaccionaríamos nosotros ante una situación semejante, incomodándonos y haciéndonos reaccionar. Poniéndonos nerviosos. Y en otro maravilloso capítulo, Nate Fisher se entera de que su padre disponía de una habitación secreta, situada sobre un bar, a la que acudía para estar solo…o para hacer nadie sabe qué. Por mucho que investiga, observa y toca los objetos que dejó su padre, es incapaz de sacar conclusiones, lo que llena de frustración y le aleja todavía más de llegar a comprender a un ser querido que ha muerto y que no le va a dar respuestas. Por eso se pone a hablar con él en su imaginación, y por eso el padre, al oído, puede explicarle el sentido de la existencia (...nosotros no lo oímos, por supuesto). Y no es forzado ni caprichoso. Por algún extraño motivo, es justo lo que tiene que contarle.

Un punto de vista determinado, más que dar respuestas, ofrece enigmas, y da muestras del rigor y de la solidez (o de la falta de ellas…) de ese director en particular. El cine no es una cuarta pared, la cámara se sitúa entre los personajes y dentro de ellos. Cuando Nate se imagina lo que podría haber hecho su padre en esa habitación, obtenemos una toma genial, desde el interior de su fantasía, con su padre disparando por ventana, jugando al póker, bailando, fumando droga, teniendo relaciones con prostitutas, cualquier cosa. De pronto, Nate es el guionista de la historia de su padre, y le inocula todos sus miedos, sus deseos y sus anhelos. Y por eso, además de ponernos nerviosos, con el punto de vista somos creadores de la historia. No hay soluciones ni verdades absolutas, sólo pequeñas verdades que ofrecen a los personajes, y al espectador, la energía que una imagen cinematográfica debería siempre tener. El cine no es teatro filmado. Es otra cosa. No observa desde fuera (aunque muchos espectadores se empeñen en ello), sino que se introduce en una mirada. Sólo así se pueden crear imágenes que nos perturben, que nos conmuevan. Conmoverse es moverse con, sentir pasión con, otra forma de ver la muerte, el amor, el trabajo, el dinero, el sexo, el odio, la violencia, el hombre, la mujer, la naturaleza, la infancia, los recuerdos, los sueños…
En ‘El silencio de los corderos’ (‘The Silence of the Lambs’, Jonathan Demme, 1991), o en ‘Chinatown’ (íd, Roman Polanski, 1974), seguimos, casi siempre, el punto de vista de los dos investigadores. Si nos conmueve tanto la aventura tenebrosa de Clarice Starling, o nos perturba todo lo que la mirada inquisitiva de Gittes es capaz de averiguar, es porque los directores han respetado escrupulosamente sus puntos de vista, y con ellos han establecido una forma de ver y entender el mundo. Porque ese punto de vista es una forma moral de conectarse con el entorno, y aunque a veces no lo compartamos o nos resulte difícil, queremos seguir viéndolo todo desde ese punto de vista, quizá porque sabemos que cuando se acabe la película, podremos regresar a nuestra propia mirada, y nos habremos sentido, por dos horas, otra persona, y habremos comprendido cómo sienten Clarice y Gittes, y por qué hacen lo que hacen, y no otra cosa. Más que el hecho de atrapar a un monstruo o entender que el mundo es una cloaca de ambiciones y egos, el cine nos brinda la oportunidad de vivir otra vida que nos parece vedada, y nos da las fuerzas para intentar vivirla de una maldita vez. Y así, la cámara se vuelve la mirada del personaje, y le puede seguir con dignidad, respeto, o con fascinación, y sentimos que también somos merecedores, al menos por dos horas de ese respeto o esa dignidad. Por eso seguimos, creo yo, seguimos viendo películas.
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pilar62
Buen texto, aunque es algo perogrullada. Es evidente que cuando se cuenta algo, está definiendo implícitamente, el punto de vista de quien lo cuenta.
En la excelente serie manga "Baccano!" hay una escena en la que el subdirector de un periódico habla con su ayudante. La ayudante dice que no necesita conocer el tema que trata la noticia para contarla, debido a que, los periodistas sólo dan información, no necesita tener una opinión sobre dicha información. El subdirector le responde, que no es así, en el momento en el que das la información, la estás editando, estás dando un punto de vista y para que sea lo más cierta posible has de conocer el tema.
Y es completamente cierto. Me acuerdo que en COU tuvimos, con nuestra profesora de lengua, un debate. Algunos creían que el lenguaje periodístico carecía de punto de vista. Nuestra profesora se rió. Al día siguiente trajo dos periódicos, "El País" y "El mundo". Era el día siguiente del debate del estado de la nación. Titular de "El Mundo": "Aznar: váyase señor González" titular de "El Mundo": "González: pues no me voy" XDXDDDDXDDD
Si en periodismo, es imposible no proyectar tu punto de vista a la hora de dar información, ¿cómo va a ser posible hacerlo en arte?
Cuando defines un protagonista para la historia, das un punto de vista. No es la misma historia el cuento de Caperucita si en vez de ser ella la protagonista, fuera el Lobo, partiendo de los mismos hechos objetivos. En el momento en el que defines cuando empieza una historia, estás aplicando un punto de vista. En el momento en el que defines, cual es el conflicto principal, estás estableciendo un punto de vista. En el momento en el que decides cual es el final de la historia estás definiendo un punto de vista. Por ejemplo, la historia de Blancanieves no es la misma, si pones el final en la boda, que si lo pones un año después con el divorcio por infidelidad del príncipe con la hermana de Blancanieves XD (éste último caso definirías un punto de vista mucho más cínico)
El punto de vista es precisamente lo que hace nuestro cerebro para seleccionar, organizar y jerarquizar la información que nos llega. La estructura de presentación- nudo- desenlace selecciona organiza y jerarquiza la información. Con lo cual, se establece también un punto de vista.
La única forma que podría hacerse una película sin punto de vista sería si la película ofreciera información, y el espectador tuviera que seleccionarla ordenarla y jerarquizarla. Es decir que el espectador "hiciera" la película. Entonces sería el espectador el autor, no el artista.
Por ejemplo, puede que la vida sea todo lo impredecible, caótica e insatisfactoria que dices, pero para mi es ordenada cartesiana racional y satisfactoria. Si yo tuviera talento e hiciera una película, ésta no reflejaría como es la realidad de acuerdo con tu criterio, sino de acuerdo con el mío. Y estoy segura que me machacarías, precisamente por no estar de acuerdo con mi punto de vista. No te molestarías en entenderme XDXDDD
Como digo todo relato tiene implícito un punto de vista. Interesarte por relato, implica interesarte por el punto de vista de quien te lo cuenta.
La frase de Godard se refiere más a la arquitectura del relato más que al punto de vista.
El teatro también tiene punto de vista. La "perspectiva" de fuera o de dentro sólo determina los distintos métodos en los que se produce la suspensión de la incredulidad (que es lo que hace que el espectador se olvide de si y se implique en la historia). En cine introduces al espectador en el drama, mientras que en el teatro proyectas el drama al espectador. El punto de vista se proyecta al espectador utilizando los elementos de puesta e escena.
Teatro filmado sólo se ha realizado en la historia del cine al principio del cine mudo y al principio del cine sonoro. No he leído nunca que hubiera alguien que quisiera que la puesta en escena fuera autónoma al lenguaje de cámara. Y no se que tiene que ver todo eso con el punto de vista.
En fin,... Besos
walsh
Miguel Ángel dijo una vez que el no hacía esculturas. Sostenía que las esculturas ya estaban en el mármol y él solamente quitaba el mineral sobrante.
El punto de vista no es algo ajeno a la historia. Existe de entrada en la película, incluso antes de hacerse, forma parte indisociable de ella. Y entonces, cuando el director de cine visualiza su película como lo hacía Miguel Ángel, como ya existente, es porque está en sintonía con esa obra que espera ser puesta al descubierto. Y si está en sintonía, la película funciona, pasa a la historia y es fruto de inacabables análisis. Y como el punto de vista de esa obra total, simplemente es el que corresponde, cuando se apagan las luces, empieza la magia.
Y cuando esto pasa, se puede analizar el punto de vista del director, pero no se puede discutir, porque no se puede separar. Sólo se puede hacer si es una mala película.
Sam Peckinpah, por ejemplo, era un director intenso, muy violento, tal como su obra. Estaba en sintonía con ella. Vivía violencia, visualizaba violencia, su punto de vista estaba repleto de violencia, y la entendía y la filmaba como nadie. Estaba en sintonía con ellas, y por lo tanto, su punto de vista era... el que correspondía.
shething
Respecto al primer par de párrafos (tranquilo, me he leído toda la redacción X)) Me hizo recordar a una película que vi hace poco (que incluso comenté con pilar en Respuestas X)) que es la de Babe, el cerdito valiente.
Una película que tiene la necesidad de contar una historia, con la que ya directamente comienza con un narrador (aclarando, ESTO ES UNA HISTORIA) Y sin embargo, la peli puede ser más anti-historia que nunca. Lo que comentaste, de ver desde un punto de vista, está lleno de ellos. Demuestra como un lugar tan remoto y pequeño que es la granja puede ser algo más grande, espacioso e impresionante que un puñado de edificios, el punto de vista del cerdito, en el que todo es enorme, y desde el punto de vista del granjero, en el que todo es tranquilo y que cada uno tiene que seguir su labor (o no!). La historia es CRUCIAL, porque todos los personajes necesitan la historia (sino sus movimientos no serían nada creíbles, por muy buenos que sean los efectos) pero al mismo tiempo está relatada de una forma que puede tocar tanto el mismo chiquito que está viendo la peli como al mismo adulto. Es una historia histérica, es prácticamente la versión alegre de Animal Farm pero contado con una afinidad y una delicadeza... una película contada desde un punto de vista, muy valiente.
Y ya tengo otra peli apuntada en mi lista (juas XD) "the Searchers". Gracias por tu información y por tu--- (hay que decirlo XD) punto de vista.
pablollero
Enorme post una vez más profe massanet, y ponte ya con un especial de Six Feet Under que sé que lo estás deseando ;P jajaja y si alberto no te deja le damos el coñazo vía twitter jajaja
SteppenManu
Destaco esto del texto: "Demasiadas veces, me temo, se habla de lo que cuenta una película, o de las conclusiones psicológicas o sentimentales, o de los lugares que alcanza una historia, en lugar de hablar de la forma esencial de esa película. Por otro lado, todavía no sé por qué el cine, o una película, tiene que contar una historia necesariamente."
He ahí una de las claves para el cine. Muchas veces me preguntan de qué va o qué ha pasado en cierto tiempo en una película. Eso me descoloca y por temor a que no me entiendan no me atrevo a responder que eso, muchas veces en el cine de calidad, es lo de menos. La concatenación coherente de acciones que construyan una historia es, como dices, mera excusa, mero instrumento para algo superior, muchas veces ilógico, "metafísico", sensorial, como queramos llamarlo.
El cine de calidad, insisto, se ha de valorar por esto último, no por lo interesantes que nos parezcan las concretas acciones e interacciones de los personajes en una sucesión de inicio-nudo-desenlace. El cine, como también dices, no es teatro. Es otra cosa.
apocalexys
"Y ahí está la razón de que muchas películas, hechas con pericia y talento, no sean grandes películas: tenemos que hacer ese viaje con el director y los personajes, olvidándonos de nosotros mismos para poder vernos realmente, tal como somos."
WTF?
Solo tú podías escribir este artículo, Massanet. Obviando algunas afirmaciones como esa, tengo que decirte que coincido plenamente con lo que dices, y que en A Dos Metros Bajo Tierra hay más cine que en toda la filmografía de muchos directores.
richardford
No puedo evitarlo,buen texto,pero lo mejor la fotografía de "Centauros del desierto",(sin ninguna duda,la mejor "captura" que se ha insertado en un post en los últimos meses),que me recuerdan los extraordinarios 15 minutos iniciales,(con una de las más tristes y hermosas historias de amor del cine,apuntatela Abuín.)
MigueL
No me ha hecho falta leer toda la entrada para saber a lo que te refieres y creo que con los tres primeros párrafos das muy bien a entender lo que comentas con tus palabras.
Dejémonos llevar en el mundo que el director nos está enseñando, aunque no nos sintamos identificados con los personajes, hagamos un esfuerzo y situémonos en su lugar. Todo esto nos ayudará a apreciar muchísimo mejor lo que tenemos delante de nosotros.
Fíjate, anoche me pasó algo parecido con 'Más allá de la vida'. Es la primera vez que la veía y me dí cuenta enseguida que el maestro Eastwood nos quiere transmitir ¡OJO! desde su punto de vista. Que en la vida siempre es mejor conocer a alguien con quien compartir ciertas experiencias, vivencias y así tener una mayor compenetración. Eso no quiere decir que vayamos a tener el amor en nuestros manos para siempre pero es un comienzo para no sentirnos solos. Todo esto a parte de mostrarnos otras cosas en su buena película que no más allá de un trabajo bien conseguido.
Por qué, ¿Si en la vida el amor no es lo más importante, ¿Qué es lo más importante? Ya no solo refiriéndome al amor en pareja. Todos sabemos que hay muchos tipos de amores.
En definitiva, que el cine siempre nos obsequiará con una fuerza mayor si nosotros ponemos de nuestra parte y como bien dices Adrián, tenemos otros puntos de vista a la hora de sentarnos delante de la pantalla y comenzar a construir una base en la que nosotros también formamos parte de esa historia que se nos muestra.
Saludos y gran reflexión.
eloi.bigas
Dios Masanet, qué posts!! :D Felicidades. Por cierto, grandísima serie Six Feet Under.
martitorris
Si hay algo difícil en este mundo es entender el punto de vista del otro, ver por sus ojos. La gente prefiere quedarse cómoda vistiendo su propia piel huyendo de la incomodidad que resulta de salir del paradigma propio. Olvidamos que la identidad existe en contrapunto a la alteridad. Y eso no sólo pasa en el cine...
David Sprough
Genial artículo, Massanett. Encontrarse con post como estos después de un agetreado día en la facultad me parece una maravilla y hasta me hace el día. Y debo decir que estoy completamente de acuerdo, en especial en lo del argumento.
Sin embargo, debo también decir que esto inevitablemente me lleva a pensar en aquellas películas con buenas intenciones dentro de la mente de sus realizadores que no obstante resultan ser un fracaso desde la perspectiva de la crítica, y por cada respuesta que me intento dar a esto me surgen otras tres dudas (para poner un ejemplo me remito a la odiada por muchos Anticristo de Von Trier, o al colofón aquel que se armó entre Ebert y la Brown Bunny de Gallo). Sería interesante ver en algún momento algún artículo de esto desde tu perspectiva (de no ser que ya exista y yo ni en cuenta).
albura
En una película a mi modo de ver hay tres puntos de vista:
- El del guionista/director/productor que crea la película (extradiegético), mediante el uso de los recursos cinematográficos necesarios: diálogo, planificación y puesta en escena, fotografía e iluminación, montaje, música, efectos sonoros, vestuario, decoración y atrezzo, maquillaje, etc.
- El de los personajes dentro de la narración (diegético), puede coincidir o no con el extradiegético (en el suspense, por ejemplo, no coincide).
- El del espectador que ve la película (si no hay espectadores, la película no tiene sentido): este punto de vista es extradiegético también, y puede coincidir, complementarse, o ser contradictorio con el de los creadores de la película o con el de los personajes de la narración. Cuando coincide la película nos parece una buena película, cuando se complementa una gran película, y cuando se contradice una mala película.
Del juego entre estos tres puntos de vista surge el cine.
skymonty
No estaría mal incluir en este análisis la técnica del "suspense" donde el espectador sabe cosas que el protagonista no sabe. Eso también es un punto de vista que nos da el director. Por lo demás muy buen post. Totalmente de acuerdo.
SteppenManu
Acabo de ver que ha desaparecido el comentario que hice... vaya rabia.
noodles
Muy buena entrada, cómo despojarse de uno mismo, esa es la cuestión.
Por cierto, estaría bien que comentases Tren de Sombras, de Guerin, una obra que encaja bastante con el mensaje del artículo.
414315
En el cine tiene más importancia el cómo lo cuentas, que el qué cuentas.
Por ello Reservoir dogs es una película extraordinaria y City on fire no pasa de un buen producto de acción.
Kill Bill es un millón de veces mejor que Mar adentro. Alguien podria decir: "Pero si Mar adentro trata de la eutanasia", es que ése no es el punto.
La forma por encima del fondo.
Dirk Diggler
El punto de vista es muy importante en el cine. De hecho, hay todo un subgénero del porno que se basa en él (el POV, uno de mis preferidos).
rubensyyo
Adrían, debo confesar que me mareó un poco el post, sin embargo me pareció interesantísimo puesto que el tema ronda mi cabeza hace algunos meses. En lo que difiero principalmente es en 2 cosas. La primera es cuando hablas de vaciar al espectador de subjetividad para que así pueda disfrutar y admirar la mirada del director (puesta en uno o varios puntos de vista). Creo que es imposible borrar el 'ser persona' del espectador. Sus recuerdos, vivencias, traumas, miedos, sueños y complejos son parte de su humanidad y no pueden ser obviadas, ni siquiera por 2 horas y tanto que pueda durar una película. Es más, si pudiera hacerse esto, sería un error colosal exigirlo. Yo creo que el cine es arte evidentemente, pero al igual que la pintura y la literatura, no puede pretender ser pura expresión del autor. La intensión se queda en eso, en intensión; y una obra nunca se completa con la producción misma. Un cuento no es cuento hasta que ha sido escuchado, una pintura no existe hasta que ha sido apreciada. Y por más que el pintor quiera decir que pintó un elefante y éste a uno le parece hipopótamo y al otro caballo, la obra existe por sí y para sí. En el cine sucede lo mismo, no podemos pretender tener a un títere frente a nuestra obra y viajar cargando los sentimientos y sensaciones que queramos poner en él. La satisfacción de un pintor termina con el último pincelazo, no con el comentario de cualquiera que vea su obra. La satisfacción del director o guionista termina con la pieza terminada, no puede pretender ir más allá pues la obra ya es del mundo. Debemos alejarnos lo más posible de ese deseo de que el espectador mire lo que queremos y cómo queremos, pues aunque hagamos los esfuerzos más extremos (que llegarían seguro a la propaganda) no podremos garantizar el resultado. No pidamos que el espectador conozca más de nosotros, pidamos que conozca más de él mismo y el mundo. Que es lo que seguro conseguirá al contrastar el punto de vista mostrado con su subjetividad humana. Es esto a lo que llamamos una verdadera catarsis: la satisfacción de conocer más. Concuerdo en que el punto de vista del cine actual no se aventura a salirse de un mismo personaje y que podríamos aventurarnos a contar historias que comiencen con una focalización y nos movamos a otras, lo que no deja de ser peligroso y que sin embargo es posible como nos demuestra Hitchcock en psycho. Difiero también cuando mencionas que las historias podrían no contarse de la manera tradicional estructurada en 3 actos porque la vida no es así. Creo que toda narración tiene 3 actos, independientemente de cómo sea contada, en sí, en su núcleo, está amarrada a este esquema necesariamente. La vida es de 3 actos también, el ciclo de vida de los seres vivos, el día mismo, cada acto... otra cosa es que sea interesante. No veo cómo nos podemos salir de los 3 actos, creo que es de lo único que no nos podemos salir, sin perder el título de 'hacer cine' y sin involucrar el video arte y otros géneros experimentales... incluso Gaspar Noe que se jacta de ser lo más revolucionario en cuanto a estructuras, no puede escapar de los 3 actos, así nos invierta el orden en 'Irreversible' y nos aburra hasta morir con su punto de vista único y extremista en 'enter the void'. Pero bueno, son cosas de las que se seguirá hablando por décadas creo yo. Un abrazo. Gracias por propiciar la filosofía.