Ahí le tenemos, riéndose ante uno de los ataques de locura (o una de sus poses mediáticas, quién sabe…) de Klaus Kinski, durante el brutal rodaje de la ineludible ‘Cobra verde’ (id, Werner Herzog, 1987), un rodaje que, como el de ‘Fitzcarraldo’ (id, 1982), y otras aventuras del director germano, rivalizan con la dureza que supuso la creación de ‘Apocalypse Now’ (id, Francis Ford Coppola, 1979). De su legendaria relación con Kinski, Herzog dijo una vez: “ni nos amábamos ni nos odiábamos, simplemene nos respetábamos, mientras planeábamos la forma de matar al otro”. Es una de las muchas historias de una vida tumultuosa y de una carrera creativa apasionante, trufadas ambas de luces y oscuridades, de anécdotas inolvidables y de títulos desmesurados, de humor, de miseria, de bondad, de lucha y de búsqueda. También de conquistas estéticas e intelectuales. Un hombre que, además, tiene poco que ver con la figura habitual que todos tenemos del director de cine.
Gracias a una noticia del periódico global de nuestro país, me entero de que el festival Documenta Madrid 2011, va a proyectar este fin de semana su último documental, filmado en 3D, en algunas salas de Madrid. Es una excusa tan válida como cualquier otra para llevar a cabo una indagación en una de las figuras cinematográficas europeas más relevantes de las últimas décadas, tanto por su enorme aportación al género documental, como por varios grandes títulos de ficción que atesora en su filmografía, sin olvidarnos de su labor intelectual, prácticamente contracultural, que ha llevado a cabo en libros, ensayos, declaraciones, seminarios (muchos de los cuales en su itinerante escuela de cine Rogue Film School). Werner Herzog es, ante todo, un hombre coherente con su forma de ver la vida y el cine, y un cineasta entregado a una actividad que ama con todas sus fuerzas, y a la que ha dedicado por entero su vida y sus aparentemente inagotables fuerzas creativas.
Infatigable es el adjetivo que le cuadra mejor, porque desde que debutara como cortometrajista en 1962, este hombre no ha parado, tanto en cine como en televisión, llegando a filmar una docena de trabajos en una década (y en la década pasada más aún), entre cortos y largos, documentales y ficción (para él son la misma cosa, y llega a decir que algunas ficciones suyas son documentales, mientras que algunos documentales son ficciones), el bélico, el policiaco, el cine de aventuras (su particular concepción de la aventura, con la que me siento más identificado que con otras…), el terror, el cine político. Es decir, estamos hablando de un cineasta poliédrico, en constante cambio y búsqueda de nuevas formas de expresar sus inquietudes y sus ideas, que jamás queda satisfecho por una particular conquista y sí con el hallazgo de nuevos retos, rincones inexplorados por una cámara en cualquier parte del mundo, desafíos como arrastrar un barco a través de la jungla, gesta filmada en ‘Fitzcarraldo’ que realmente llevaron a cabo en la película y que es la visualización perfecta de la capacidad de lucha y la fuerza de voluntad de Herzog, obsesionado con los grandes soñadores, lunáticos perdedores que llevan a cabo empresas más grandes de lo que jamás podrían alcanzar con el mayor de los esfuerzos.
Recomiendo fervientemente la lectura del libro, de reciente publicación, ‘Conquista de lo inútil’ (Blackie Books, 2010), en el que Herzog, gracias al diario de rodaje de ‘Fitzcarraldo’ (un diario tan apasionante como la propia realización de la película, o la película en sí misma), lleva a cabo un viaje al interior de sí mismo como pocas veces he leído, llegando casi a experimentar un delirio extático de ideas, imágenes, sueños y reflexiones. Para Herzog, la confesión es el acto supremo, y en esa figura se concentra gran parte de su obra. No es casualidad que le atrayera la confesión filmada que es ‘Grizzly Man’ (id, 2005), o la confesión en forma de aventura que es ‘Aguirre, la cólera de dios’ (‘Aguirre, der Zorn Gottes’, 1972), en la que su alter-ego Kinski, que ha sido el que mejor ha representado el furioso interior de Herzog a lo largo de cinco películas, a cual más furibunda. ¿Mi preferida? La magnífica nueva versión del genial ‘Nosferatu’ de Murnau, titulada ‘Nosferatu, el vampiro de la noche’ (‘Nosferatu: Phantom der Nacht’, 1979).
De esa espeluznante película, con soberbia fotografía de Jörg Schmidt-Reitwein, se deducen otras casi igual de tenebrosas, como la magistral ‘Corazón de cristal’ (‘Herz aus Glas’, 1976) o ‘Invencible’ (‘Invincible’, 2001), mientras que de sus incursiones en la jungla se deducen otro tipo de aventuras como ‘Grito de piedra’ (‘Cerro Torre: Schrei aus Stein’, 1991), o la más reciente, e infravalorada, ‘Rescate al amanecer’ (‘Rescue Dawn’, 2006). No hay límites para un hombre que se comió su propio zapato, o llegó a lanzarse a un bosque de cactus para demostrar a su equipo que estaba dispuesto a dejarse la piel en terminar la película, y que esperaba que ellos hicieran lo mismo. Un director que jamás se ha considerado un artista, sino más bien un artesano, al estilo medieval, que entra en contacto con materiales parecidos a la piedra o la madera, y entra en íntimo conocimiento con ellos. Que, como Tarkovski, no cree en la felicidad en este mundo, sino en la lucha. Que está seguro de que los documentales modernos “están tan cerca de la verdad como un glaciar de tirarse un pedo”.
Ahora, con casi setenta años, ha cumplido su anhelo de filmar en las cuevas de Chauvet, en Francia, sus tesoros rupestres, que tanto tienen para Herzog de cine arcaico. Unos pocos días de rodaje, con un equipo reducísimo, después de conseguir la hazaña de que el gobierno francés les dejara bajar allí, con sus cámaras de 3D. Dijo Herzog que no rodaría en ese formato (yo lo oí en persona en cierta rueda de prensa en Berlín), pero que se lo ha pensado mejor, porque la experiencia de ver esas pinturas alcanza su plenitud con el 3D, y es lo que espera alcanzar con ‘La cueva de los sueños olvidados’ (‘Cave of Forgotten Dreams’, 2010). ¿Os lo vais a perder? Juan Luis Caviaro ya la vio en Berlín este año. Una cosa está clara: Herzog, en su madurez total, tiene interés en seguir sorprendiendo con cada proyecto, sea en el formato que sea, convencido de que el cine es mucho más que un entretenimiento para los fines de semana, y la aventura mucho más que un héroe de cartón piedra repartiendo tiros o bofetadas para defender valores falsos o caducos. Más bien el cine, y él lo ha demostrado bastantes veces, es un combate contra lo anodino de la vida, y la aventura es mirar a la muerte con los ojos bien abiertos, muchas veces inyectados de locura. De hecho, él se considera a sí mismo un lunático.
Vía | El País
Página oficial | WERNER HERZOG