Hoy 25 de mayo se celebra el Día del Orgullo Friki, una iniciativa que tiene su origen en la fecha de estreno de 'Star Wars' en 1977 y que se ha convertido en una cita anual desde que empezara a organizarse en el año 2006. Además, hoy también el día de la toalla en honor a Douglas Adams y su 'Guía de la autoestopista galáctico', creo que era imprescindible usar esa obra de alguna forma para encabezar el artículo.
Hace ya tiempo que el concepto friki nació para agrupar a aquellas personas con unos gustos que se alejaban de lo socialmente establecido y así ha seguido siendo. No obstante, ha pasado por diferentes etapas, devaluándose cada vez más de su acepción original por diversos motivos, hasta tal punto que creo que hay que estar muy orgullosos de que podamos celebrar esas pasiones más o menos establecidas, pero la propia idea de lo que es friki también ha dado pie a situaciones muy negativas.
Pasión por lo ¿diferente?
Cada cual tendrá una visión diferente de lo que ser friki, pero yo siempre lo he asociado a ser un apasionado de algo hasta tal punto que te reporta una felicidad que no lograrías de otra forma, lo cual supone que hasta cierto punto siempre sea minoritario. No tendría sentido sacarse de la manga un concepto así para algo que llevara ya tiempo asimilado como una forma de entretenimiento dominante.
En mi caso lo primero fueron los slashers. Aún recuerdo la alegría que sentí cuando al fin encontré y pude comprarme un par de camisetas, una de ellas con Freddy Krueger y la otra con Jason Voorhees -ni os imagináis la alegría que me llevé cuando finalmente se hizo la película que los enfrentaba-. Me daba literalmente igual cómo reaccionase la gente del instituto, simplemente era feliz llevándolas porque hasta cierto punto era una forma de mostrar eso que tanto me hacía disfrutar cuando estaba tranquilamente en casa.
No dejaba de ser un detalle nimio en comparación con aquellos que lo han llevado a una forma de ser, mostrando siempre que les es posible a través de su vestimenta o look qué es lo que ha cambiado su vida. Puede ser ‘Pokémon’, puede ser ‘Warhammer’ o tal vez ‘Juego de Tronos’, pero esa satisfacción interna que les reporta consigue que el hecho de que alguien te mire raro o pueda hacer algún comentario hiriente sea algo que nunca te va a hacer cambiar.
En mi caso ha habido varias cosas que me han vuelto loco a lo largo de los años. Recuerdo por ejemplo la pasión con la que vivía ‘24’, llegando a quedarme despierto cuando Antena 3 la desterró a la madrugada y diciendo en alto cada vez que veía dicho número en cualquier sitio. Si yo era feliz así, ¿qué diantres me importaba lo que opinasen los demás cuando lo único que podía despertar en ellos era la incomprensión?
Luego llegarían ‘Survivor’, ese programa americano que logra que pueda estar horas hablando de él, incluso volviendo sobre los mismos detalles, cuando yo soy esa persona que puede estar toda una tarde sin soltar apenas palabra cuando está con otras personas por el motivo que sea. Es cierto que hay quien lleva ese disfrute hasta unos extremos irracionales, casi dañinos, pero es que cualquier cosa es mala si te lleva a actuar de esa forma y en algunos casos -hola hinchas del fútbol- no ha quedado otra que aceptarlo como algo normal...
Por mi parte, no tengo nada que objetar a quien prefiera disfrutarlo en intimidad aquello que le haga disfrutar así, pero esa alegría que mencionaba antes llega a otro nivel cuando encuentras a alguien que disfruta de lo mismo con una intensidad que rivaliza con la tuya. Puede que tú ya hayas profundizado de una forma que te permite percatarte de detalles que a otros se le pasan por alto, pero nunca llegarás a saberlo todo y ponerlo en común te llena aún más por dentro.
En mi caso, la afición que más satisfacción me trae últimamente -y también que más dinero se lleva de mi bolsillo- son los Mystery Minis de Funko. Ya no es solamente el hecho de coleccionar muñecos y que haya hasta una línea que conecta directamente con mi pasión de los años de instituto, es que también hay gente que la comparte con la que poder hablar sobre ello, intercambiar muñecos o incluso buscar formas de cómo conseguir lo que queremos.
Sé que hay quien no verá en esos muñecos un simple atrapapolvos más y que en su caso optaría por tirarlos todos a la basura, pero es que con cada persona hay algo diferente que va a hacer click contigo, puede ser desde novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía hasta ‘Westworld’. Por ejemplo, de esta última no termino de entender la predilección por las teorías, que en mi caso ha llegado un punto en el que restan diversión a su visionado, pero si te hace feliz y no haces daño a nadie, ¿por qué no?
La peculiar evolución de lo que es ser friki
Hubo una época, que mi cerebro fecha a finales de los años 90 y comienzos del nuevo milenio, en la que llamarte friki era realmente algo que te podía despertar orgullo. El gran motivo es que era una forma de dar unidad a gente que se lo pasaba bien con cosas alejadas de lo que se veía como lo normal. Estaba claro que si compartías la pasión por exactamente lo mismo, la cosa llegaba a otro nivel, pero lo importante era que te permitía ver que había más gente en tu situación, la cual no estaba interesada en seguir el camino marcado.
Fueron unos años muy estimulantes y en los que no había tampoco necesidad de celebrar nada porque el mero hecho de saber que existía era más que suficiente. El problema llegó cuando el concepto de friki empezó a girar para convertirse en algo radicalmente diferente. La televisión se apropió del mismo para asociarlo a personajes un tanto peculiares como Leonardo Dantés, Paco Porras o Pozi. La cosa no solamente dejaba de tener sentido, sino que incluso pasaba a tener matices negativos.
Lo desconcertante fue que el siguiente paso fue recuperar lo que significó en su momento para al mismo tiempo convertirlo en un hecho excepcional. ¿Cuántas veces habéis oído a alguien decir “He hecho/visto esto o aquello, qué friki soy”? Así lo que era una forma de vida quedaba reducido a una acción individual que se salía de esa “normalidad”. Seguía siendo mejor que el paso intermedio, pero provocó otra reacción con la que yo no comulgo nada: los repartidores de "carnets de friki".
Llevo ropa de superheroes, menos mal que tanto mi camiseta como las bragas, son ambas de DC. Así no me quitan el carnet de friki.
— Euskal Cherry ⛥ (@venenoentupiel) May 16, 2017
Hay gente a la que le incomodó esa última moda y decidió poco menos que convertirse en los dueños de la palabra friki, atacando a toda persona que vieran que simplemente quería subirse al barco -o que ya estaba a bordo, aunque sin enarbolarlo-. De nuevo, ¿cuántas veces os habéis cruzado con alguien discutiendo a otro alguien que sea fan de algo lanzándole preguntas más o menos intrincadas simplemente para mostrar su "superioridad"?
De esta forma, lo que un día fue motivo de orgullo ha ido pasando por una serie de etapas en las que llegó a perder todo su significado para luego regenerarse parcialmente y acabar dando pie a algo que al menos a mí me genera pura antipatía. Me encantaría que volviera a ser lo que fue en principio, ya que por encima de que te gusten más o menos las connotaciones de la palabra, era algo positivo, una forma de hermanar en la que no había espacio para nada más.
El triunfo de lo friki
Hubo una época no tan alejada en el tiempo en la que ser fan de los superhéroes era cosa de nerds y ahora no es que sea algo normal y tampoco una moda. Esos personajes están en la cima y parece que así va a ser durante mucho tiempo. Vale que no sea gracias a los cómics, pero sí que ha despertado un mayor interés por los mismos. ¿Cuántos artículos hemos leído ya sobre cuáles sería buena idea leer si nos gusta este o aquel personaje o película?
Soy consciente del error que supone limitar lo friki a los superhéroes, pero ceo que su ascensión gracias al cine ha sido una de las bases para que lo que antes estaba en los márgenes haya triunfado y ya no sea visto como algo diferente. Siempre dentro de unos límites -a nadie le gustan los extremos, lo sean de verdad o simplemente los percibamos como tal-, lo friki ha pasado a dominar la cultura popular.
Seguro que habrá personas que están pensando en que esta serie, película o cómic que le apasiona no lo es, y probablemente tenga toda la razón del mundo, pero es que incluso dentro de lo que siempre se asumió como normal hay diferentes niveles de popularidad. Pensemos por ejemplo en el deporte en España y comparemos el fútbol con cualquier otro. No creo que haga falta profundizar para entender lo que quiero decir.
Por supuesto que los superhéroes van a seguir siendo más populares que el anime, pero es que esto último ya no es visto de forma general como algo para raritos -lo cual sucedía incluso cuando ‘Dragon Ball’ arrasaba en su momento-. La cuestión es que incluso dentro de los superhéroes no todos funcionan igual de bien, pero si quieres acceder a ellos, nunca lo has tenido tan fácil para hacerlo.
Pensemos por ejemplo en el merchandising, la prolongación natural con la que muchos mostramos que es aquello que nos apasiona. Igual hay alguno en concreto que nos cuesta localizar, pero esa globalización, temible en algunos aspectos, ha permitido que podamos comprar casi cualquier cosa de nuestra serie, película, cómic o videojuego predilecto. ¡Hasta de aquellos que son míticos por ser horribles!
Podremos ponerle todos los peros que queráis, pero lo friki ha triunfado y podemos acceder a ello con facilidad. ¿Qué tu manga favorito no se ha publicado en España? Igual deberías preguntarte si hay casos anteriores de bombazos fuera que luego aquí no tiraron tan bien en ventas porque igual simplemente la gente no los compraba. Puede que no arrasen en ventas o audiencias, pero ahí siguen y de una forma u otra puedes disfrutar de ellas.
Ahí entra en escena la aparente necesidad de validar tu posición de una forma u otra cuando simplemente no hace falta. Vuelvo a lo mismo de antes, ¿por qué alguien tiene la necesidad de demostrar que es quien más sabe sobre algo y poner en tela de juicio a otra persona? Y mejor no entremos en lo habitual que es que eso suceda con un hombre criticando a una mujer…
Precisamente ese complejo de superioridad unido al machismo inherente lo único que provoca es cierta antipatía. Se ha llegado a un punto en el que lo friki ha asumido cierto rol de matón cuando en su momento era él quien sufría a los matones. Si el día del orgullo friki sirve para centrarnos en disfrutar de eso que tanto nos apasiona, sea lo que sea -hay demasiadas opciones como para enumerarlas todas-, bienvenido sea, pero, por favor, disfrutemos de una forma sana.
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