Hacer un repaso a través de los numerosos créditos como director de Ridley Scott es una tarea que podría afectar seriamente a la salud mental del cinéfilo más aguerrido. Ser consciente de que títulos como ‘Thelma & Louise’, la siempre reivindicable ‘Black Hawk derribado’, o su fantástico debut ‘Los duelistas’ comparten filmografía con ‘Exodus: Dioses y reyes’ o ‘Robin Hood’, alimenta la sensación de que vivimos en una mentira, y la creencia de que Scott no es el infalible cineasta de culto que todos creíamos.
Centrándonos exclusivamente en su labor dentro de la ciencia ficción, ocurre algo similar. Los aficionados al género debemos agradecerle eternamente clásicos imperecederos como ‘Blade Runner’ y, por supuesto, ‘Alien: El octavo pasajero'. No obstante, lo que Scott nos da, Scott nos lo quita; y el padre de una de las sagas más queridas por el fandom ha terminado convirtiéndose en su destructor, hecho que ha confirmado definitivamente la reciente ‘Alien: Covenant’.
Ridley Scott: Genio venido a menos
Duele hacer retrospectiva sobre el origen de la antología ‘Alien’ y el magnífico ejercicio de tono, forma y estilo que ejecutó Scott en 1978; especialmente después de haber digerido a duras penas ‘Covenant’. En esta nueva precuela, casi reboot encubierto de ‘El octavo pasajero’, resuenan muy débilmente los ecos del genio artesano que cambió el terror espacial a bordo de la Nostromo hace casi cuatro décadas.
Poco o nada, más allá de las desvirtuadas criaturas protagonistas, queda ya de aquél terrorífico mecanismo de relojería repleto de giros imprevisibles, gusto por el detalle y la sencillez, y un empleo magistral del suspense capaz de coexistir con las secuencias más violentas e impactantes. En su lugar, el —impecable— espectáculo audiovisual, vacuo, e innecesariamente pomposo de ‘Covenant’, toma las riendas de una franquicia que ha perdido su esencia por completo.
A pesar del descalabro, parte del código genético del Ridley Scott de finales de los setenta permanece intacto entre secuencias de acción poco inspiradas, personajes olvidables, y disparates argumentales que tiran por tierra el mito del aterrador xenomorfo. El buen gusto a la hora de construir escenarios y crear mundos y, sobre todo, su maestría en cuanto a diseño de producción se refiere, continúan intactos cuarenta años después.
No obstante, contar con un Scott evidentemente fuera de forma, poco inspirado y que, a juzgar por sus últimas declaraciones, ha perdido el rumbo dentro de su propia creación, ha hecho flaco favor a una saga caracterizada por su carácter regenerador, y que ha ido innovando a cada nueva secuela estrenada.
Una franquicia de autores
No cabe duda de que, más allá de xenomorfos, sintéticos y fluídos corrosivos, el verdadero leitmotiv de la franquicia, al menos hasta la aparición de su primera precuela, ‘Prometheus’, fue su capacidad de ofrecer un producto refrescante y radicalmente diferente al anterior continuación tras continuación.
El marcado sello de autor de los directores responsables de las tres secuelas de la original, sirvió en bandeja la que, a día de hoy, continúa siendo una de las sagas más heterogéneas que puedan disfrutarse. Desde el thriller de terror de Ridley Scott hasta la rareza firmada por Jean Pierre Jeunet en el 97, pasando por el controvertido debut de David Fincher con ‘Alien3’ y la orgía de acción sin concesiones de James Cameron en ‘Aliens: El regreso’; todos y cada uno de los rubricantes y sus obras han contribuido a llevar un paso más allá el universo ‘Alien’.
Es por esto que el regreso de Scott en las dos últimas entregas, sumado a su afán por tomar control total sobre la licencia, no sabemos si por puro ego, por amor incondicional hacia ella, o por el olor de un buen fajo de billetes, se antoja aún más difícil de procesar a juzgar por los resultados vistos en pantalla y la falta de enfoque de los mismos.
‘Prometheus’: El principio del fin
El comienzo del declive de ‘Alien’ vino con una ruptura drástica frente a lo establecido hasta la fecha. Scott aterrizó en las salas de todo el mundo con una ‘Prometheus’ que, más que plantear una precuela de los acontecimientos derivados de ‘El octavo pasajero’, parecía iniciar una nueva franquicia que tomaba como referencia el imaginario ya existente, y que terminó enlazando de forma inconexa con la original.
Con la perspectiva que da haber padecido ‘Covenant’, pensar en ‘Prometheus’ resulta, sorprendentemente, menos doloroso de lo que debería. Desatinos narrativos y ridiculeces argumentales aparte —que las tiene, y a espuertas—, la cinta de 2012 constituye una obra de ciencia ficción con tintes de terror más que decente, que cae en los terrenos del auténtico despropósito al integrarla en la mitología ‘Alien’.
Esta, precisamente, fue la principal queja de las legiones de seguidores de la saga, ansiosas por ver los orígenes que condujeron al horror vivido por Ripley y la tripulación de la Nostromo. En lugar de esto, presenciaron una suerte de reinicio del “alienverso”, con exceso de cháchara e ínfulas intelectualoides y sin rastro de todo aquello que hizo grande al largometraje del 78.
Ridley Scott dio por concluida la travesía de los xenomorfos por la gran pantalla, y se encontró con la furia de un fandom que terminaría dando la vuelta a una tortilla de la que ni tan siquiera su responsable directo conocía los ingredientes. De este modo, Scott, dejando entrever que no poseía un rumbo fijado para ‘Alien’, ha rectificado en una ‘Covenant’ que no ha hecho más que dar la puntilla a la antología.
‘Covenant’, Scott, y el tridente de Shiva
Resulta irónico que uno de los ejes temáticos sobre los que pivota ‘Alien: Covenant’ sea el concepto de la creación y la naturaleza del creador como ente megalómano capaz de obrar un milagro y, al mismo tiempo, de causar el mayor de los desastres. Dentro de este contexto, la figura del propio Ridley Scott podría verse reflejada sobre cierto personaje troncal del filme, cuyo arco no dista mucho del del realizador profanando su propia obra.
Motivos para considerar ‘Alien: Covenant’ como una profanación del universo co-creado por Dan O’Bannon no faltan. Scott, atendiendo a los comentarios de los fans, ha dado a luz una suerte de híbrido entre ‘Prometheus’ y su obra maestra protagonizada por Sigourney Weaver, unificándolas torpemente y ubicándolas en una desalentadora tierra de nadie. El resultado cae en los límites del absurdo y la pedantería de su predecesora, y en la reconversión del alma de ‘El octavo pasajero’ en un sucedáneo de slasher espacial hueco y decepcionante.
Los shivaístas creen que el tridente que porta la deidad Shiva en sus representaciones simboliza la combinación de los atributos de creador, destructor y regenerador. Dichas cualidades casan a la perfección con la relación entre Ridley Scott y la saga ‘Alien’. Dentro de esta dinámica, el realizador nos regaló una obra maestra que derivó en una saga y un universo expandido de una riqueza envidiables para, más tarde, pervertir su propio trabajo hasta prácticamente arruinar su leyenda.
En lo que respecta a la regeneración, la única opción plausible que puede barajarse para recuperar la esencia del “alienverso” es la salida del mismo de un Ridley Scott obcecado en permanecer al frente de la franquicia cueste lo que cueste. Un empecinamiento que ha dejado en el limbo la esperanzadora ‘Alien 5’ que estaba gestando Neill Blompkamp, y que nos está haciendo creer más que nunca que Jorge Manrique estaba en lo cierto cuando decía que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
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