Voy a ganarme una merecida etiqueta de gruñón, pero sigo empeñado en decir que los consensos me molestan muchísimo. Entiendo que muchas veces nacen de la prisa - y que desde la prisa no se puede establecer un comentario propio - pero aún así pasan los años y terminan haciéndose vigentes, aunque sea por descuido.
'Casino Royale' (id, 2006) entra dentro de lo que podríamos llamar - o muchos han terminado en hacerlo - la era de los relanzamientos o de la reinvención de mitos de la cultura popular. Sin embargo, me resisto a concebirla estrictamente como una pirueta de ingenio, como las que mueve toda la narrativa de 'Star Trek' (id, 2009) por citar otro ejemplo. Voy a explicar por qué.
Cuando decimos que este es un relanzamiento de James Bond, y que se adapta a los nuevos tiempos - dominados por estéticas más "realistas", aunque el término se usa de una manera tan estúpida, inconcreta y hasta fútil que creo mejor dejarlo - restringimos su valor a un marco de narración mayor que Bond nunca ha tenido. Sus diversas encarnaciones apenas han sido una excusa o para asentar un modelo o para imitar otros, una vez caduco el inicial. Lo que si es cierto es que en la película las piruetas no abrazan rayos láser, viajes a la luna o estrambóticos villanos, pero esto es apenas un detalle por y para fans. Ya mi compañero Alberto la dejó en alta estima.
Lo interesante de la película es que no tiene nada que ver con las entregas anteriores, ni tan siquiera con, como erróneamente han detectado, 'El Caso Bourne' (The Bourne Identity, 2002) y secuelas: ¿de verdad tres peleas sucias son cercanía argumental, temática o hasta narrativa? Voy a explicar las audacias de la película, capaces de convertir en un pasatiempo relativamente convencional a otra película tan dinámica e interesante como 'Misión Imposible 3' (Mission: Impossible III, 2006) con la que J.J. Abrams llevó al cine algunos de sus aciertos de 'Alias' (2001-2006).
Las películas de acción son, en general, relatos dramáticamente simples. Dentro del cine de Hollywood las más influyentes son, qué duda cabe, 'Harry El Sucio' (Dirty Harry, 1972) y 'Arma Letal' (Lethal Weapon, 1988). Aunque ambas son también relatos policiales, la influencia que ejercieron sobre muchas otras películas es narrativa: tanto en la presentación de personajes - con detalles que configuren una personalidad - como el relato de antagonismo que deriva casi en venganza.
Por ejemplo, una novedad de Don Siegel es que Callahan (Clint Eastwood) es alguien tan brutal y contundente como su antagonista y toda la pirueta está sostenida en su tensión de fuerzas; así el estilo visual de Siegel llena de aristas una ingeniosa simplificación argumental.
Esto genera un problema, pues, resumiendo, ver cine de acción es, en general, esperar mucha inventiva en las set pieces - mucho talento que compense las a veces mal hiladas escenas de quietud o hasta el convencional arco de personaje - y rezar para que las dosis de tópico no estropeen la función. Naturalmente, las escenas más espectaculares siguen este hilo narrativo convencional de busca y captura o hasta de venganza.
'Casino Royale' vuela por los aires estas convenciones. Es una película de acción y aventuras sin un referente claro. La primera escena de la película es muy imaginativa. No porque sea el montaje paralelo de dos asesinatos, uno acometido con brutalidad que servirá para lanzar los créditos de la franquicia y otro con total frialdad, sino porque nos sitúa en la fuerza del personaje. De un plumazo, vemos que puede ser implacable en todos los sentidos del término.
Pero ¡una vez empieza la película lo hace con una persecución igual de espectacular! Es decir, encadena dos escenas de acción brutales y tensas sin que exista un hilo conductor narrativo. Para cuando presenta al pretendido villano de la función (Madds Mikkelsen) descubrimos, gradualmente, dos cosas.: la primera es que su detalle más siniestro es solamente una enfermedad irrelevante, la segunda es que tiene jefes más poderosos y una capacidad de verdugo mucho menos temible de lo acostumbrado por la audiencia.
Así, 'Casino Royale' centra su clímax final unos veinte minutos antes del final....en una partida de póker. Y esta partida es poco menos que una estafa para capturar al villano. Pero aún así, la historia no se resuelve ahí dramáticamente. Voy a contar por qué.
La primera razón es que la película construye a un héroe totalmente antipático. Me cuesta mucho ver al James Bond de esta película, excelentemente interpretado por Daniel Craig, como un personaje relacionado con el de otras películas, anteriores, dedicadas a él o incluso con las posteriores del propio Craig. Es sencillamente otro personaje - que para bien o para mal no se ha vuelto a explorar.
El marmóreo e inexpresivo Bond de 'Quantum of Solace' (id, 2008) ya no parecía más que una deriva sin interés de éste, y el Bond crepuscular, autoconsciente y psicoanalítico de 'Skyfall' (id, 2012) tampoco evolucionaba del aquí retratado sino de otro Bond, el que anida en neustra memoria cual fantasma recurrente. Es un problema que han tenido las dos entregas: pese a que la primera continuación seguía la trama donde la dejó, ni el tono ni los sucesos indicaban mayor coherencia con lo expuesto (y con su tono), ni la mejorada entrega de Sam Mendes parecía estar en esta misma onda.
Lo que hace especial al agente secreto de esta película es que es bastante torpe, impulsivo y antipático y tiene serios problemas para aceptar la derrota. Es, en pocas palabras, un animal fuera de control, tampoco demasiado capacitado para medir el orgullo. La escena en la que sufre un infarto es también extraña: no tanto su concepción - pues el cine de acción abunda en escenas donde se pone al héroe en peligro - sino en su significado.: es una escena que sucede debido a la miopía del protagonista.
Por eso, y no solamente por la química entre sus dos actores, funciona muy bien el personaje de Vesper Lynd, encarnado por una agradable y sorpresiva Eva Green. Mientras que los fans notan la diferencia con el resto de chicas y comparsas de la saga, siempre decorados lindos al protagonista y alguna vez legítimas compañeras, creo que lo interesante no es eso.
Lynd es la heroína verdaderamente inteligente de la película. Es ella quien ayuda a Bond a resolver la partida de poker, quien lo aconseja y quien se demuestra capaz. Esta estrategia le es útil al guión por su trágico final.
Además, la relación amorosa entre Bond y Lynd no nace de la atracción física, al menos exclusivamente. No se trata de dos personajes-modelo flirteando entre ellos. Bond usa la brutalidad y ella se asusta; él, en cambio, es quien aprende a usar la cabeza, y su alianza nace de un respeto mutuo antes que de una admiración por las virtudes. Ese respeto tiene algo de comprensión también, aunque más de la surgida de la situación que del propio pasado de los personajes, muy hábilemente eludido.
El personaje del agente de la CIA (Jeffrey Wright) no es tampoco un referente, y M (Judi Dench) parece rotunda, ajena a toda duda - o conciencia, de nuevo es una nueva incoherencia que la película de Mendes acomete con respecto a esta - en el momento de usar a su agente. Hay muy poco en juego también.: la película hace tenso algo tan sencillo como la persecución de unos intereses monetarios - que suelen ser desviados al villano - y no la destrucción o peligro extremo de regiones, ciudades o seres queridos.
'Casino Royale' es una película de acción y aventuras que termina en decepción. La acción decae: las escenas espectaculares de acrobacias dan paso a una tensa partida y finalmente a un derrumbe. El espíritu de impulso pasa por un interludio romántico, pero todo termina en ruinas y sepultado.
La película huye de subrayados, pero el final siempre me ha parecido decididamente amargo. No solamente porque Bond pronuncie la misma línea ya presente en la novela de Ian Fleming de "the bitch is dead" sino porque es regresiva. Pero es una regresión trágica, además. Aquí lo interesante. Tras la aventura, los dos héroes se disponen a descansar en Venecia, pero la película ha escogido todo el tiempo un punto de vista - por algo es la forja de un carácter - y hemos olvidado de donde viene ella.
¡Vesper Lynd nos ha decepcionado también a nosotros, justo antes de que lamentemos su pérdida! Hemos comprobado que el único personaje - por encima de Bond y del patético villano, un enviado de una organización más poderosa a la que apenas se debilita, un matón de poca monta si se piensa bien- por el cual hemos sentido legítima simpatía estaba manchado. Lo que resta es volver al bruto empuñando un arma.
Y escuchar la música, aunque familiar a gran parte de la audiencia, ahora con un nuevo significado. Es entonces cuando podemos aceptar la naturaleza mítica del personaje, pero ninguna de las siguientes entregas lo ha hecho.
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