He cogido la costumbre de leerme siempre, 'Cámara oculta', la excelente columna de cine que escribe todos los viernes en El País Diego Galán, ahora crítico de cine y antes director del festival de cine de San Sebastian. En la columna de ayer, En la puta calle, relata los problemas que tienen los distribuidores independientes para que se exhiban en las televisiones en abierto películas como 'La eternidad y un día', 'La mirada de Ulises', 'La anguila' o 'Dioses y monstruos', todas ellas películas que han conseguido bastantes premios. ¿Por qué? Porque no tienen el poder de las majors para obligar a las televisiones a incluirlas en el paquete de aquellas por las que sí muestran interés y van a dar una buena audiencia en televisión. Lo de siempre: la esclavitud del share. Diego Galán lo explica perfectamente:
"Los distribuidores independientes vienen quejándose desde hace años por lo difícil que les resulta colocar sus películas en las televisiones. Éstas prefieren programas que compitan con la basura de las demás. Todo sea por una audiencia masiva. Por su parte, los dueños de las salas de cine han hecho público esta semana que las compañías cinematográficas multinacionales les vienen obligando a proyectar películas menores si quieren poner en sus cines alguna de las películas grandes; este cambalache se conoce de toda la vida como "el lote". Es de suponer que las compañías americanas utilizan el mismo sistema con las televisiones. Es decir, que podríamos ver fácilmente en nuestras casas películas como 'En la puta calle' si los americanos las incluyeran en sus lotes, pero ni hablar del peluquín si vienen ofrecidas por un pobre distribuidor sin posibles que sólo tiene en sus listas películas bien premiadas. Esto no tiene ni pies ni cabeza."