A veces pienso que la cinefilia consiste en soltar barrabasadas. Pongamos un ejemplo ajustado a las más recientes modas y películas que miembros, por encima o por debajo de mi franja de edad, conocerán: la última película de Adam Sandler es una inmensa idiotez, o ninguna película es tan mala, tan patética como aquella que hizo de... En fin, la barrabasada es el contrapunto al juicio instantáneo que dictamina la obra maestra y en mi opinión ofrece placeres cuya naturaleza no debería ser ignorada. Aunque sí, reformulada.
Habitualmente la barrabasada se usa para delimitar una franja de gusto. Aunque sean un poco mentira pues me he sorprendido yo soltando alguna que otra barrabasada sobre el inspector Torrente de Santiago Segura, aunque cuando lo hiciera fuera notoriamente más joven y me preocuparan los números de Oscar o algo tan absurdo, y en el fondo de su absurdo sobre todas las cosas está lo inservible, como el número de críticos que habían bendecido tal o cual obra. Pero mi problema con Torrente en realidad era falso.
Escojo además un ejemplo con mis propios prejuicios. Es cierto que pensaba, y lo sigo haciendo, que su tercera entrega era la más prescindible de todas cuanto ha armado su director/estrella pero no es menos cierto y no dudé en que fuera la hipérbole negativa la que omitiera la verdad, que me pasé toda la proyección riéndome a carcajadas. Pareciera que en la barrabasada, en cuanto se está refiriendo a una película, queremos demostrar a los demás nuestras líneas rojas del gusto, como si gritásemos ¡ep! ¡por aquí no paso!
Pero entonces lo que demostraría es que no estamos haciendo un juicio estético, uno personal y fruto de años de observación cuidadosa, sino más bien inscribiéndonos en otros, por tal de no desencajar o sencillamente porque creemos a ciegas que no es demasiado saludable que exista un cierto tipo de humor soez. Aunque voy a poner un ejemplo fuera de la comedia, puesto que toda la comedia, incluso la considerada magistral, tiene problemas con toda la crítica, y no solamente la cinematográfica.
Durante muchos años, tuve que oír e incluso pronunciar el famoso juicio "las películas de Van Damme son malas, pero..." y hasta en todas sus variables (Jackie Chan, Steven Seagal...). Con el paso del tiempo no solamente me di cuenta que era mentira --la calidad de las películas era tan obviamente variable que ni falta hace que lo mencione-- sino que el cine de acción también ha estado siendo fruto de un prejuicio bajo el cual antes quedaban la ciencia ficción y el terror, indudablemente los más reconocidos críticamente en los últimos veinte años. No voy a descubrir que la barrabasada sea injusta y generealizadora, o que se enmarque dentro de esos hábitos conversacionales, claro, pero sí pretendo señalar que con frecuencia ni tan siquiera tiene el uso que deberíamos darle, el de presentar batalla en nuestro gusto personal.
Pero también cuando uno descubre los placeres del género lo hace a través de grandes autores, pequeñas voces inconfundibles que permitan desbaratar la siguiente barrabasada con un "lo que no se puede negar es que John Woo es un maestro del género". Y esto me fascina. Porque entonces la barrabasada no serviría para definir cosas que realmente no nos gustan todo el tiempo, o que provocan nuestra reprobación mas íntima, sino que, peor todavía, las barrabasadas serían el género del consenso y sus usos dependerían solamente del contexto.
Lo cual demostraría, de un modo bastante claro y bastante diáfano, que el cine es ante todo una manera de recordar y estar con los demás. También en sus pequeñas mentiras sin importancia.
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