Pregunta alegórica a la par que absurda, puesto que tras la máquina de ganar dinero que ha supuesto la obra literaria 'El código da Vinci' y su posterior adaptación cinematográfica, era de suponer que, siguiendo el previsible proceder de Hollywood, nos topásemos con una nueva entrega. Pero me sigue pareciendo que los espectadores en algún momento tendríamos que levantar la voz y decir ¡basta, eso no lo queremos ver! Y sin generalizar, con sufrir a Robert Langdon en pantalla una vez ya tuve bastante.
Pero claro, hay tanto dinero en juego que a los productores no les importa otra cosa que no sean cifras. Es más, todo se ve en términos económicos. Se paga una fortuna por los derechos de la novela, y con ello parece que se intenta comprar el éxito cosechado por la misma (esto tampoco es novedoso). También se paga el caché de uno de los actores que más cobran, se pone encima de la mesa la cantidad suficiente para rodar holgadamente la historia y para ello se contrata al director sumiso (Ron Howard) capaz de rodarla sin ofrecer queja alguna, que se ajusta a lo requerido.
Los 50 millones que cobrará (más beneficios) Tom Hanks son suficientes para convencerle de meterse de nuevo en la piel de este superhéroe de biblioteca, un especialista en simbología religiosa sin carisma, vanidoso que incluso se le compara con el doctor Jones. Todo un sacrilegio cinéfilo. Pero, esto viene a demostrar que la calidad del material original no es lo importante y como tampoco lo es el resultado artístico de la película. Poco importa si es capaz de igualar, al menos, la recaudación de la pésima 'El código da Vinci' que superó la escalofriante cantidad de 750 millones de dólares.
Y lo comento con fundamento, puesto que, como voraz lector, sufrí (hasta la última página) esta "precuela" titulada 'Ángeles y Demonios'. Y extraigo varias reflexiones de cara a su adaptación. Es capaz de gustar a mucha gente, lectores de literatura fácil y digerible, por emplear una temática de moda (thriller con retazos pseudohistóricos de sectas religiosas y oscuras). Con la lectura uno acaba pensando que la historia es fácilmente adaptable al cine y que, irremediablemente así sería, lo que parece demostrar que Dan Brown lo tuvo muy en cuenta cuando la escribió (o firmó el contrato para hacerlo).
Pero es que la historia no hay por dónde cogerla, sin querer desvelar detalles de la trama, sí se puede decir que todo es un disparatado caso del abominable y repelente profesor Langdon, con rocambolescas escenas de acción y misterio, que supone un viaje a la génesis del atractivo erudito protagonista (se supone que es la primera aventura del profesor). Si separamos cada elemento de la novela, uno acaba con la sensación, no tanto de aversión hacia Brown, sino de que, en el fondo, quiso hacer una comedia, pero sin tener gracia ni talento para ello y se quedó con el misterio pueril.
La parteneire de Robert Langdon en 'Ángeles y Demonios' es Vittona Vetra, una científica capaz de refutar al mismísimo Einstein y que se asemeja en gran modo a Lara Croft (una lástima que Naomi Watts se cayese de la producción), que pondrá rostro la desconocida Ayelet Zurer. Tenemos el macguffin, que es la antimateria (sic), y a los villanos, porque hay varios, entre ellos un asesino de lo más patético que forma parte de la banda de los Illiminati. Los trucos para generar misterio son tan ridículos, como la atmósfera y los absurdos diálogos que junto con ese final exagerado acaba generando carcajadas.
Siendo cauto, uno puede llegar a pensar que, a pesar de partir de un material literario de tan mala calidad, la historia de intriga puede llegar a ser interesante para el cine. Para ello, se requiere a un experto guionista capaz de extraer lo más cinematográfico, que sepa explotar las escenas de acción, poniendo diálogos menos sesudos y más reales y humorísticos en boca del sosísimo profesor Langdon, que le de a los villanos más garra, etc. Pero resulta decepcionante saber que le han vuelto a dar el trabajo a Akiva Goldsman, que ya perpetró la primera adaptación, y que cobrará "tan sólo" 4 millones de dólares.
Una vez más, se lanzará una promoción brutal y omnipresente, unida a la (ya suscitada) polémica creciente por parte de las autoridades eclesiásticas, por el debate entre ciencia y religión, para atraer a hordas de entusiastas espectadores previo paso por taquilla. Pero, la gente no es tonta y cuando se le engaña una vez, muchos no repetirán.