La otra noche aproveché que estaba un poco desvelado para ver durante un rato Noche Hache en su "nueva" temporada. Y pongo "nueva" entre comillas porque realmente, salvo uno o dos detalles, Noche Hache sigue exactamente igual que como terminó antes del verano. Ha vuelto armando mucho ruido con su propuesta de configurar un partido político, pero en esencia no ha cambiado apenas nada.
Eso quiere decir que mantiene sus indudables virtudes y sus inherentes defectos.
Entre las primeras, diría que es un programa hilado con bastante ritmo: las intervenciones de los colaboradores se suceden con alegría y ninguna de sus secciones se eterniza. Todos los colaboradores, además, están en un estupendo nivel, aportando su personalidad y su gracia a la temática que tocan. Cosa que es facilitada por unos guiones ágiles, ingeniosos y puntillosos. Y todo ello llevado con gracia y salero por la peculiar Eva Hache, que he de reconocer que me encanta por su expresividad, su verborrea, su ingenio, las caras que pone...
¿Entonces, qué defecto va a tener? Para mí, el principal es la linealidad de su estructura. Todos los días es igual. No hay ningún espacio para la sorpresa. Monólogo, colaborador 1, colaborador 2, versión original, colaborador 3, colaborador 4, entrevista... todos los días las mismas secciones, las mismas caras. Así, un programa bastante entretenido para ver una vez de guindas a brevas se transforma en un programa "pesadito" para verlo a diario.
Cosa que, por otro lado, en Cuatro tampoco ponen fácil. Porque... ¿cómo es posible que prefieran meter un segundo o tercer episodio repetido de cualquiera de sus series de prime time y poner Noche Hache a la una de la madrugada? Los responsables de programación sabrán, pero para mí es un desperdicio que un programa como éste vaya a esas horas. Ya lo he dicho en alguna ocasión, a los late-shows una o dos horas de adelanto le harían muy bien, y a los que nos gustaría seguirlo, también.