Siempre he pensado que solemos tratar con injusta dureza a los guionistas españoles, acusándoles de todos los males de la ficción nacional y recriminándoles el supuesto hecho de que no son tan buenos como los guionistas americanos. Los guionistas suelen jugar en la industria de la televisión nacional el mismo papel que un entrenador de fútbol: si todo sale bien, el mérito es del equipo; y si todo sale mal, la culpa es de ellos. Teniendo claro que habrá guionistas excelentes y otros menos buenos, sí es cierto que las cadenas juegan un papel determinante en la producción de la ficción nacional y que en realidad son ellas las que marcan los designios de un género menospreciado por la gente que ve series en el ordenador.
Los pilares actuales que las cadenas imponen a los creadores de series son: duración de setenta minutos por episodio, el costumbrismo y la dramedia. Estas condiciones generan formatos que no son exportables a terceros países, que tienen un prime time muy distinto, y obvian los gustos de los espectadores que prefieren ver otro tipo de series que descargan porque no encuentran en la ficción nacional los referentes que buscan. Es una propuesta conservadora, poco arriesgada y que limita la creatividad de los guionistas pero que a las cadenas les sigue funcionando con mayor o menor fortuna y no hay quien las saque de ahí.
Las diferencias son claras: en setenta minutos no hay más remedio que incluir tramas secundarias y en cuarenta minutos es posible centrarse en un personaje. En esos setenta minutos caben todos los personajes de distintas generaciones que no caben en episodios de cuarenta minutos. La ausencia de canales de pago nacionales hace que las cadenas, que se financian con publicidad, no puedan permitirse fracasos y quieran resultados rápidos. La fragmentación de la audiencia ha incidido en las exigencias del share, pero se siguen haciendo el mismo tipo de series una y otra vez. Los espectadores que consumen televisión en los ordenadores, claro, dan de lado un modelo que les expulsa por sus propias características y buscan consumir series completas, sin anuncios y a la carta. El catálogo es inmenso y la televisión nacional representa un porcentaje ínfimo de ese consumo.
A los guionistas les queda lanzarse a la aventura de crear series para Internet pero eso no es tan fácil. No olvidemos que este colectivo, como cualquiera, tiene que comer, y tampoco es justo que se les pida que sean ellos los que lo arriesguen todo para que se produzca un avance. Desde mi punto de vista, los cambios en la ficción nacional podrían darse en cualquier momento pero las cadenas van a apurar al máximo las actuales condiciones y, como siempre, cuando quieran dar el paso de hacer series verdaderamente exportables y fundar una verdadera industria que se beneficie de ellas, se toparán con que es demasiado tarde, y vuelta a empezar. La endogamia televisiva de este país tiene los días contados, eso sí, y esperemos que con su final desaparezcan los temores a nuevos planteamientos. No olvidemos que tecnología y sociedad cada vez están más imbricados y llegará el día que los propios espectadores empujen el cambio. Hasta entonces, dramedias a troche y moche.
Vía | El País En ¡Vaya Tele! | Los productores españoles, encantados con la ficción nacional