Si existe un dios, tiene que tener la cara de Chicho Ibáñez Serrador. Porque sí, porque Chicho lo es todo a la tele y sin él la tele no se entiende. Su extensa biografía profesional hace innecesario que un modesto editor de ¡Vaya Tele! tenga que verse en la tesitura de justificar por qué Chicho Ibáñez Serrador es la esencia del animal televisivo, así que simplemente diré que Chicho es la tele y ya está, fin del post.
Pero como tengo que justificar la sección de alguna manera y no me apetece poner ahora minutos musicales, daré algunos pasos por la vida de este hombre para destacar lo que creo destacable y olvidar involuntaria o voluntariamente todo aquello que luego vosotros os encargaréis de recordarme, como que nació en Montevideo o que con sólo ocho añitos dobló a Tambor en 'Bambi'. Será algo complicado trazar un recorrido temático a lo largo de su obra porque sus numerosísimos trabajos a menudo se entrelazan en el tiempo, pero lo intentaré. Y para comenzar, hablaré de lo que significa este animal televisivo en el panorama español: inteligencia, creación e innovación.
Inteligencia, creación e innovación que se materializan desde que entra a trabajar en TVE, allá por 1963. Criado entre bambalinas al abrigo de sus padres actores, Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador, Chicho Ibáñez Serrador comienza en la tele española tal cual llega desde Argentina, adaptando obras de teatro para la pequeña pantalla, y pronto comprueba que los temas favoritos de la audiencia son los que tienen que ver con el suspense, con el terror y con la ciencia ficción, temáticas por entonces nunca abordadas por los directores de la época, quizá asustados por la firme posibilidad de que algún censor considerara tales asuntos como alegóricos.
Pues sí, en aquellos tiempos pretéritos en los que la incipiente fidelidad de las personas ante el aparato receptor de imágenes a distancia se medía (es un decir) por el peso de las sacas de Correos recibidas en el chalet de TVE sito en el Paseo de la Habana, Chicho Ibáñez Serrador ya extrae sus conclusiones sobre los gustos de las audiencias, y hacia ellos se encamina con su primera apuesta personal en el medio: 'Mañana puede ser verdad', que por el título parece una película por la que quizá recordaremos a Troy Mc Clure, pero que en realidad se trata de una serie de relatos de ciencia ficción que supone un precedente para lo que llegará en 1965: 'Historias para no dormir'.
Y es en 'Historias para no dormir' donde Chicho Ibáñez Serrador comienza a crearse esa imagen tan característica suya. En casi cada programa presenta los relatos como si fuera el maestro Hitchcock en la hora que lleva su nombre, y ahí Chicho hace de cada una de sus intervenciones un agradable sainete con un original toque juguetón entre lo malvado y lo ácido que contrarresta el tono de terror de las historias, un tono que sorprende al espectador y lo engancha por siempre jamás a la creatividad del genial autor.
'Historias para no dormir' dará para una segunda temporada y hasta para un intento de tercera, y además nuestro animal televisivo creará al cabo de los años una secuela llamada 'Mis terrores favoritos', que no acabará de cuajar entre la audiencia por emitirse en la Segunda Cadena de TVE.
En paralelo con la frenética actividad de asustar a un país para liberarlo de sus fobias, 1967 es el año en el que Chicho Ibáñez Serrador y Jaime de Armiñán narran con la ayuda de las cámaras 'Historia de la frivolidad', una película realizada a instancias del Director General de RTVE, Adolfo Suárez, en la que ironizan finamente sobre la censura española de la época. Y es que, como dice el mismo Chicho, "no hay que tener miedo a nada, y mucho menos a nadie". Amén.
Con el paso del tiempo Chicho Ibáñez Serrador va completando su personalísima imagen con un cigarro puro que siempre está como acabado de encender, se deja crecer una barba que le oculta esa cara de jovenzuelo bonachón (como de farmacéutico del barrio) que luce hasta el momento y consigue para su rostro un aspecto a medias entrañable y a medias inquietante. Para cerrar el conjunto, se echa por los hombros una bufanda que no se quita ni para dormir, algo que a mí siempre me recordará a la antihigiénica promesa de Isabel la Católica. Una puesta en escena estudiadísima, su voz aguda y su cuidada dicción americana se encargarán de dotar a sus apariciones de un halo diferente, enigmático, televisivamente irresistible... y maravilloso.
Y esa imagen se propaga a lo largo de las décadas en su invento lúdico más celebrado: 'Un, dos, tres... responda otra vez', un macroconcurso sin el cual las noches del viernes no eran noches ni eran nada. Para los que no tuvieron la enorme suerte de vivir aquellos tiempos en que la tele era tele, sólo puedo decirles una cosa: tendríais que haber nacido antes, porque por mucho que se haya escrito y por mucho que se pueda ver grabado, el 'Un, dos, tres...' sólo se disfrutaba de verdad cuando eras un crío y entrabas de lleno en el universo artístico de Chicho Ibáñez Serrador, a no ser que os pasara como a mí, que me tocaba pelearme con mi padre porque él se emperraba en poner el UHF con 'La clave', y como en aquel entonces no había mando, ganaba el que más rápido corría.
A partir de entonces, Chicho Ibáñez Serrador comienza su imparable ascenso hacia el Cielo televisivo, literalmente, porque conocedor de su imagen de Creador juega con ella y se recrea realizando apariciones estelares a través de la megafonía del plató y despidiendo el concurso en cada final de temporada, dándonos a entender que el Chicho Ibáñez Serrador de las 'Historias para no dormir' sigue ahí y sumiéndonos en la duda sobre si el 'Un, dos, tres...' volverá, macabreando con la posibilidad de la muerte del concurso y de sí mismo, y dejándonos siempre con una sonrisa inquieta en los labios. Para mí, ese es Chicho en todo su esplendor.
Y tras el esplendor vino lo que yo considero el declive televisivo de esta estrella del medio, un declive suaaave y tranquilo, pero declive al fin y al cabo que se saldó con productos tan heterogéneos como 'Waku, Waku', 'Hablemos de sexo' o 'El semáforo', y también con excelentes trabajos de ficción llevados a cabo por el Chicho director más allá de su lógico pero injusto encasillamento como creador del 'Un, dos, tres... responda otra vez'.
Antes de que me caiga encima la furia de cualquiera de los seguidores de esos programas, diré que todos y cada uno de ellos fueron innovadores en su momento, que no en vano ese es el signo de distinción de Chicho Ibáñez Serrador, pero... siento que no estuvieron a la altura del resto de sus proyectos en cuanto a aceptación popular, quizá porque aquellos formatos ya no me pillaron tan unido a la pequeña pantalla por el cordón umbilical, quizá por la desintegración de las audiencias que llegó con la irrupción de las autonómicas y las privadas o quizá por el trato que les dispensó TVE, no lo sé. ¿Vosotros qué decís?
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