El poco prolífico Stephen Daldry atesoraba, a priori, cualidades interesantes para llevar a la pantalla ‘The Reader’ (‘El lector’), la adaptación de la exitosa novela homónima de Bernhard Schlink. Tras su buen hacer con ‘Las horas’, Daldry tenía por delante una complicada tarea, pero para ello ha contado con un guión muy fiel al original y una actriz enorme, en pleno estado de inspiración, para no echar al traste esta compleja historia.
Su resultado es notable en su conjunto, aunque quizás queda una pequeña sensación de no haber sacado todo el fruto posible del excelente material del que se partía. Sin embargo, y a pesar de esta leve apreciación, el trabajo de Daldry merece el elogio de su realización, que aborda temas tan delicados y profundos como la redención, el sentimiento de culpa y otros dilemas morales que logran conmover con esta nueva historia que planea sobre el holocausto judío.
El relato de un joven adolescente en la Alemania de posguerra que es conducido al amor carnal por una distante y desapasionada mujer, a la que le separan bastantes años (él quince y ella treinta y seis) y las trágicas y hondas consecuencias que en su vida conllevará, es el centro de ‘El lector’. En la primera parte, Daldry encuentra su mejor realización para retratar esa experiencia vital, con un erotismo frío pero rotundo, entre Hanna Schmitz y el joven Michael Berg confundido y enormemente agradecido, capturado por una fascinante, hasta cierto punto inapropiada, pero estimulante relación de cama (y bañera). Ahí, entre sábanas y baños de espuma es donde vamos conociendo la frialdad de Hanna, más interesada en las letras, y a Michael y su entrega plena. Intercambios de lecturas y sexo rutinario en pequeños pero intensos momentos, que desatarán en su interior la llama de un amor duradero y que cambiará el curso de su vida para siempre y de forma irremediable.
En la segunda parte del filme y tras la huida de la misteriosa y desconocida Hanna, el reencuentro expone nuevas perspectivas. En un escenario (los procesos de Auschwitz) y circunstancias que plantean un complejo dilema moral, lleno de profunda amargura que tendrá que convivir con el dulzor del recuerdo. Aquí nace una ambigüedad que toma especial protagonismo. Para él con una amargada existencia y para ella con un sentimiento de culpa y vergüenza. Ambos se vuelven presos de la soledad, de traumas de difícil sanación y donde Daldry se afana por subrayar en exceso, a pesar de resolver con firmeza los capítulos del pasado combinados con el presente.
En su tercio final, en el que Ralph Fiennes da vida al atormentado Michael es donde se aprecia mayor frialdad y donde el dramatismo profundo y absorbente del comienzo se torna más distante y confuso. El planteamiento de emociones contradictorias y sus consecuencias le llevan a conformar unas situaciones y encuentros entre los protagonistas, menos brillantes e intensos, en los que parece esforzarse más por reiterar en los sentimientos ya expuestos que por ofrecer una progresión, una continuidad lógica y sobre todo una claridad que justifique los acontecimientos. Aún así, la dificultad de los temas propuestos es alta y resolver esa ambigüedad, una supuesta redención, el sentimiento de culpa y el dilema moral resulta especialmente complejo. Lo que no quita, repito, que se pierda hacia el final la intensidad expuesta en el arranque.
‘El lector’ es una película muy europea, elegante en su puesta en escena, con una banda sonora destacable, y en la que no se puede pasar por alto la sublime interpretación de Kate Winslet (muy por encima del mediocre maquillaje que luce). Un personaje interpretado a la perfección, con un marcado acento alemán que retrata con enorme verosimilitud a esa mujer angustiada, desesperada con una coraza que le impide alcanzar el arrepentimiento y asimilar la enormidad de su delito. Sin embargo, a pesar del enorme brillo de Winslet, no puede obviar el correcto trabajo del joven David Kross y, en menor medida, el de Ralph Fiennes. Daldry regresa con otra historia en la que demuestra su induscutible capacidad para explorar los sentimientos y firma una cinta por momentos brillantes, que permite el especial lucimiento de su actriz protagonista.
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