Dentro de pocas horas, esta deleznable película va a llevarse, casi con toda seguridad, el Oscar a la mejor película (irónicamente, uno de los premios cinematográficos más codiciados que existen, aunque su prestigio cada año decae más). Por lo tanto, textos como el que siguen seguramente provoquen que más de uno me tache de snob. ¿Hay algo más snob que atacar ferozmente la película que se ha llevado el Oscar? Sin embargo, he sido uno de los que no se han dejado engañar por una prodigiosa campaña de marketing tan poco creíble como la historia que nos cuenta.
Algunos dirán que esto es un cuento de hadas, y que, como tal, deberíamos suspender nuestra incredulidad. Pero no basta conque un relato quiera ser algo, es imprescindible contarlo bien. El cuento de hadas más maravilloso que se ha filmado es ‘It’s a Wonderful Life’ (Capra, 1946), y nunca se diría que es poco creíble, pues aunque aparezca Dios, San José y multitud de elementos en un principio increíbles, y aunque tengamos un final feliz, el talento de Capra es tal que el cuento deviene obra de arte. Por supuesto estamos en el polo opuesto. No es cuestión de comparar ambas películas. Pero este cuento de hadas en particular es una colosal tomadura de pelo.
La forma de dirigir de Danny Boyle quizá fuera idónea para un filme tan arriesgado como ‘Trainspotting’, que igual que quedó magnífico podría haber salido un bodrio. Y era idóneo porque esa cámara nerviosa, ese montaje sincopado, se acercaban con gran precisión a la peripecia de Renton y compañía, aquellos yonquis memorables. Sin embargo, el resto de la filmografía de este cineasta es, como poco, irregular, y en el caso de su último largometraje, que tanto está dando que hablar, nos situamos ante el que es, de lejos, el peor de los suyos.
Boyle dirige exactamente igual una escena de suspense que de acción, un momento íntimo que uno general o abstracto. Ni siquiera el comienzo, esa persecución se supone que frenética por las calles de Mumbai, está logrado. Remite, por supuesto, al inicio de ‘Trainspotting’, y recuerda un poco al sensacional arranque de ‘Ciudad de Dios’. Pero se queda muy lejos de ambas, sobre todo de la segunda, que es un prodigio de montaje. Aquí este montaje, firmado por Chris Dickens (aunque como en toda película, responsabilidad última del director) es un completo desastre, y sorprende que sea el favorito para el premio en esta categoría.
¿Por qué suele nominarse al Oscar, u otros premios de similar y sospechosa índole, a montajes sincopados? Porque se suele confundir que muchos cortes y mucho caos es lo mismo que gran mérito en la sala de edición. Pero el montaje es mucho más que eso. Del montaje dependen el equilibrio tonal, el ritmo interno más que el externo, la construcción dramática. Es una disciplina complejísima que aquí no se domina ni por asomo, y que además resulta mareante de tanto corte innecesario (he llegado a contar sesenta cortes para una escena sencilla), dando una idea del despiste de Boyle a la hora de contar su historia.
Pero si hay algo más desastroso que el montaje, que ya es decir, es su disparatado guión, que pretende que nos traguemos multitud de ideas y situaciones sencillamente absurdas. Resulta que un chaval puede ganar 20 millones de rupias (curiosamente 20 millones de dólares son los que puso una compañía independiente para distribuir la película por todo el mundo cuando parecía destinada al Dvd, cualquiera se lo cree a estas alturas) en un famoso concurso de televisión. Y resulta que sabe las respuestas a las preguntas por situaciones dramáticas de su vida. Y, tal como decía muy acertadamente nuestra comentarista isabelha…¡de forma cronológica! Pero lo que me dio ganas de levantarme de la butaca echando pestes (y no lo hice por respeto a la gente sentada a la que iba a estorbar la vista) fue precisamente la última pregunta del concurso. Definitivamente, los autores de esta película nos toman a todos por imbéciles.
¿Cómo puede una película que toma como protagonistas a varios niños de los suburbios de Mumbai, que viven en la más absoluta pobreza, resultar tan poco conmovedora? ¿Cómo es posible que con tanto supuesto frenesí y locura nos aburramos tantísimo? ¿Cómo puede ser tan torpe una estructura en paralelo que más que retroalimentarse se anula mutuamente? ¿Cómo puede, en definitiva, sumergirse de manera tan superficial y carente de interés por las calles y vidas de una de las ciudades y culturas más atractivas del mundo? Todo esto y mucho más hace una película que podría ser, quizá, la más manipuladora en muchos años de cine.
No nos engañemos, su propuesta está totalmente calculada. De hecho, es completamente lógico que dentro de pocas horas arrase en los Oscars, tal como dice Alberto Abuín, recolectando varios premios importantes. Esta historia de un futuro millonario, que además se enamora de una chica bellísima (la debutante Freida Pinto, que podría ser modelo), buscándola desesperadamente en una ciudad de diecinueve millones de habitantes (no revelo nada si digo que un día la encuentra, como no podía ser menos) es perfecta para Hollywood. Con ella, ese esquema del Hollywood clásico de amores románticos inverosímiles, aventuras con algo de crueldad pero trasfondo optimista, relatos del don nadie que un día alcanza la gloria, se justifica plenamente y vuelve a hacerse vigente.
Es más, si tenemos en cuenta la ansiada colaboración con el mucho más rentable y poderoso Bollywood por parte de la industria norteamericana del entretenimiento, este premio no deja de ser (como el 99% de los Oscars) una habilidosa jugada política con la que tender puentes. Por mi parte, considero un disparate que Boyle gane el premio a su puesta en escena, frente a la muy compleja y difícil (pese a sus altibajos) dirección de Fincher. Pero es que el cine anda por otro lado. Sin ir más lejos, ‘Entre les murs’, que opta solamente al irrisorio y estúpido premio de película extranjera, tiene más cine en un solo plano que esta memez de película en dos horas eternas.
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