Se acerca una nueva edición de los Óscar y, además de las apuestas sobre quiénes ganarán o la búsqueda online de películas nominadas para poder opinar, hay cierta expectación sobre cómo será la gala de entrega de premios, que por segundo año consecutivo será presentada por Jimmy Kimmel. Concretamente, hasta qué punto los escándalos de acoso sexual van a marcar la ceremonia.
Los Globos de Oro apostaron por convertirlo en el gran tema de la noche y triunfaron; las bromas y los discursos dieron mucho que hablar, y dio la sensación de que era el modelo a seguir. Así se entendió en España, por ejemplo, tanto en los Feroz como en los Goya hubo referencias (más o menos acertadas o ingeniosas) a los abusos en la industria del cine. Cuando alguien no quiso seguir el juego, fue crucificado en las redes sociales y parte de los medios. Por estas palabras:
Jimmy Kimmel no quiere ser Seth Meyers ni de Arturo Valls. Ya ha declarado que en los Óscar no hará bromas sobre la oleada de denuncias de acoso sexual, porque no quiere que la gala se convierta en algo "desagradable" para las mujeres nominadas al rememorar malos recuerdos. Es llamativo que esa sea su preocupación, cuando otros maestros de ceremonias han hecho todo lo contrario (Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes revelaron que fue una petición de la Academia).
Lo cierto es que Kimmel, hasta ahora, se ha mantenido bastante al margen de la polémica sobre escándalos sexuales en Hollywood a pesar de ser el tema de conversación de los últimos meses y de la presión de los movimientos #MeToo y #TimesUp en las redes sociales. Kimmel ni siquiera ha tocado el tema de Harvey Weinstein en los monólogos cómicos con los que empieza sus programas, donde repasa algún tema de actualidad. Otros sí lo han hecho:
Meyers, Stephen Colbert y John Oliver no se han cortado un pelo hablando de Weinstein. Kimmel pasa. Nunca ha hablado de los escándalos de acoso sexual en Hollywood durante sus monólogos. Pero el tema es tan grande, tan escandaloso, que no ha podido evitarlo y su apuesta ha sido recurrir a algunos de sus invitados para tratar la cuestión a través de las entrevistas, siempre con humor para hacerlo más digerible. Lo habló con Howard Stern, Natasha Leggero y Heather Graham:
Por su parte, Colbert y Meyers aprovechan la visita a sus programas de James Franco para preguntarle directamente por las acusaciones de "conducta sexual inadecuada" que se desataron en Internet tras su triunfo en los Globos de Oro. Ben Affleck también tuvo que responder sobre la controversia en el show de Colbert. Y Oliver fue aún más lejos: en un encuentro con público sobre 'La torm' para poner contra las cuerdas a toda una leyenda como Dustin Hoffman.
Cabe pensar que no es el estilo de Kimmel, igual que no es el estilo de James Corden o Jimmy Fallon (aunque éste sí ha mencionado alguna vez a Weinstein en sus monólogos). Sin embargo, su enfoque cambia cuando el escándalo sexual afecta a la política, y concretamente, a Donald Trump o uno de sus hombres de confianza, Roy Moore, acusado de abuso a menores. Kimmel sí ha bromeado sobre esas polémicas en sus monólogos:
De hecho, Kimmel ha aclarado que hará bromas sobre Donald Trump en los Óscar, tal como ocurre en su programa. Y esto puede verse en parte como una contradicción. En las declaraciones sobre sus intenciones como "host" de los Óscar decía que no quería resultar "desagradable", que una gala de premios no va de eso, y que sus bromas no van a frenar "malos comportamientos". Bueno, tampoco van a frenar a Trump.
En este aspecto creo que Valls se mostró más coherente. Si tu enfoque es "vamos a celebrar el cine y a divertirnos", entonces debes dejar fuera las reivindicaciones de otra índole, incluyendo meterse en política. Seguro que hay republicanos en la sala o viendo la ceremonia en sus casas. Y si no hay problema en cruzar un terreno espinoso, ¿por qué evitar el gran tema de conversación en Hollywood desde que en el mes de octubre se conociesen las graves acusaciones contra Weinstein?
"En última instancia, tienes que recordar por qué estás ahí, no va sobre ti. Estás ahí para entretener a la gente. Si lo haces muy intenso, lo estás alejando de eso", opina Kimmel. De esas palabras parece derivarse que burlarse de Trump entra dentro del entretenimiento ligero por el que apuesta en su popular programa, y por el que volverá a apostar en los Óscar. A pesar de que no estuvo muy afortunado la primera vez.
Y es que el espectacular ridículo provocado por la confusión de los sobres ha convertido la 89ª edición en una de las más memorables de la historia de los Óscar, cubriendo la convencional y discreta labor de Kimmel, que no hizo nada especial más allá de llevar a un grupo de turistas a la gala para que saludaran a las estrellas, dando lugar a varios memes. Ya veremos qué ocurre en la 90ª, por lo pronto vuelven Faye Dunaway y Warren Beatty...
Creo que no abordar la polémica del acoso, aunque sea brevemente con alguna broma hecha con estilo, es una mala jugada. Va a saltar. Es inevitable. Por fin las víctimas (mujeres en su mayoría pero también hombres) se sienten capaces de contar los abusos, y los medios van a buscarlo, será raro si no se menciona en la alfombra roja. O cuando gane alguna mujer sin pelos en la lengua. Quizá tarde en ocurrir, puede que tengamos que esperar a Frances McDormand, pero va a ocurrir.
Y no es sólo el directo, se hablará de la gala mucho tiempo después de su celebración. Jimmy Kimmel se la juega. Por supuesto, estamos esperando que continúe su tronchante "rivalidad" con Matt Damon pero no estaría mal que se mojase un poco, como hace con Trump, para denunciar un problema grave y sistemático de la industria. Puede hacer como Liam Neeson o Michael Haneke: mencionar el peligro de la "caza de brujas" además de condenar a los acosadores, pederastas y demás monstruos de Hollywood. Neeson y Haneke nunca se equivocan.
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